Después de asegurarse que las correas que me mantenían inmovilizada estaban bien sujetas, Ana se sentó en un sillón frente a la ventana y se dirigió a mí con la misma amabilidad que cuando estábamos en su consulta:
-Sin duda te estarás preguntando por qué todavía estás viva, y voy a darte todas las respuestas. Tenemos tiempo de sobra.
Retorcí las muñecas para tratar de aflojar un poco las correas, pero estaban muy apretadas y no cedían ni un milímetro.
-Quizá te interese saber que no vas a morir asesinada, sino víctima de un desgraciado accidente. Estamos a un kilómetro de la costa, hay corrientes y rocas en la orilla. Eso significa que cuando te tire al agua te ahogarás sin remedio, aparte de que hay por esta zona un montón de peces que devoran cadáveres. Lamento decirte que no va a quedar gran cosa de tu cuerpo. Para cuando eso ocurra ya no estarás atada, y lo único que encontrarán es una contusión en tu cráneo, que, aparentemente, fue fruto de que paseando por el puerto, un golpe de viento hizo que te cayeses al agua y te golpeases la cabeza. Bueno, esa es la conclusión a la que espero que lleguen. Creerán que tú estuviste paseando por el puerto y que un golpe de de viento hizo que te golpearas y sufrieras una conmoción cerebral, de modo que todo encajará. Es cierto que la policía se ha modernizado bastante, pero no no hasta el punto de encontrar mi rastro en un cadáver medio comido por los peces.
Pensé en un detalle que Ana ignoraba, y es que, gracias a mi impulsividad, Álex, Andrés y Mateo estaban al tanto de que yo había estado buscando a Alma en los astilleros abandonados, y que yo había investigado la conexión del asesinato de Hugo con la muerte de su hermana Alma. Eso podría comprometer los planes de la asesina en el futuro, aunque desgraciadamente no me salvaría de la muerte. También se me ocurrió que había algo en los planes de Ana de lo que podría aprovecharme: en cuanto me quitase las correas tendría una oportunidad para escapar. Pero mis esperanzas duraron poco.
-Naturalmente, intentarás huir en cuando te quite las correas -adivinó-. Para evitarlo, voy a administrarte burundanga, que te dejará durmiendo como una muerta. Tienes mucha suerte de que se me haya ocurrido este plan, porque así no sentirás nada y morirás soñando.
Hice otro esfuerzo para soltarme, pero solo conseguí despellejarme las muñecas. Ana sonrió.
-No te pongas así, que todavía te queda un buen rato de vida. No te pienso ahogar hasta dentro de una hora, porque todavía puede haber gente paseando por la playa y no quiero que vea que estoy tirando a alguien al agua y llame a la policía antes de tiempo.
Hizo una pausa para sacarse del bolsillo una bolsita con un polvo blanco. Se puso unos guantes y echó encima la droga. Recordé que la burundanga no permanecía en el organismo más allá de unas horas. Algo muy apropiado para mi captora, dado que me iba a matar a continuación.
-Sólo será un cosquilleo. Nada que ver con sentir tus pulmones llenándose de agua.
Me retorcí como un gusano, pero no pude evitar que Ana soplase el polvo en mi cara. Estornudé al inhalar la droga. Acabado el trabajo, Ana volvió a sentarse en el sillón mientras encendía un cigarrillo.
-Bueno, mientras empiezas a no tener control sobre tu cuerpo te daré las respuestas que te prometí. Para empezar, debo aclarar que poseo una rara habilidad: resulta que puedo invadir los sueños de otras personas y manipularlas a través de ellos. Es un don que descubrí cuando tenía ocho años y poco a poco empecé a sacarle partido. Cuando llegué a la universidad estudié Medicina con intención de especializarme en neurología, pero no llegué tan lejos. Pronto comprendí que en la facultad no iban a enseñarme nada de lo que necesitaba aprender, así que me hice autodidacta. Abrí una clínica y me puse a investigar por mi cuenta. Enseguida empecé a ganar dinero, a la vez que progresaba en esto de manipular a las personas. Me hice muy fuerte en el control onírico y pronto supe que podía hacer que dos personas intercambiasen sueños entre sí. Algo bastante útil para transmitir mensajes con unas comunicaciones chapuceras.
La voz de Ana resonaba hueca y monótona en el lujoso yate y tenía la sensación de flotar fuera de mi cuerpo. Me clavé las uñas en la palma de la mano para mantenerme despierta, aunque sabía que eso no iba a cambiar mi fatal destino. Entretanto, Ana siguió con su discurso.
-Yo ayudaba a mis pacientes invadiendo sus sueños para resolver los conflictos interiores que les impedían progresar. Mi clientela aumentó de forma exponencial y no exagero si te digo que hice mucho bien durante años. Hasta que apareció Hugo. Sufría trastornos del sueño que dificultaban sus estudiioos y provocaban problemas con su familia, especialmente con su hermana Sofía. Enseguida me demostró su potencial y desde entonces se convirtió en uno de mis pacientes más interesantes.
-¿Y por eso lo mató? -la interrumpí.
-No, yo jamás le habría hecho daño. Acabo de decir que era mi paciente favorito y que tenía mucha fe en su futuro, igual que la tengo ahora con Andrés. Pero la mala suerte quiso que, por culpa de un descuido, Hugo presenciara algo que nunca debió de ver. No tuve más remedio que acabar con él antes de que me delatara. Más o menos lo mismo que tendré que hacer contigo, muy a mi pesar.
Yo ya no era dueña de mi cuerpo y mis párpados empezaban a cerrarse. Sabía que si cerraba los ojos, nunca volvería a ser dueña de mi cuerpo, pero era una batalla perdida. Para ganar tiempo, solo se me ocurrió hacer dos preguntas.
Si Hugo está muerto, ¿cómo es posible que podamos compartir sus sueños? ¿Y cómo es posible que nunca hayas podido manipularme para que me convierta en alguien inmoral?
-Que Hugo esté muerto no significa que su imaginación haya perecido con él. Como ya te he dicho, la muerte no es más que un sueño eterno. Si quieres saber si los muertos también sueñan, la respuesta es sí. Es más, no hacen otra cosa. Y respecto al hecho de que no pueda manipularte, ni yo misma sé por qué. Para manipular a una persona, les enseñas lo que quieren ver, pero tú, por algún motivo que desconozco, ves las cosas tal y como son, sin velos ni engaños.
Me detuve a pensar en aquellas afirmaciones, la primera parecida a lo que me había dicho Andrés tras conocer el asesinato de Hugo. Por un instante, mi mente se despejó y todo me pareció lógico: yo fui la última visión de Hugo antes de fallecer y me incorporó a su sueño después de muerto. Ana compartía sus sueños y así me encontró. La segunda indicaba que era probable que mi capacidad de ver a los muertos era lo que hacía que yo pudiese ver la verdad
-Bueno, estás a punto de quedarte frita y no quiero molestarte más con mi cháchara -dijo Ana, apagando su cigarrillo-. Dentro de un rato iré y te lanzaré al mar, en la zona de más corrientes, para asegurarme de que tarden en encontrar tu cadáver. Luego me iré a casa y soñaré con Hugo. ¿Quizás quieras apuntarte?
Las palabras de Ana se desvanecían en mis oídos mientras me invadía una intensa somnolencia.
Sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida...
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Entre Fantasmas
Teen FictionAl llegar a Vigo, Victoria espera dejar atrás su infancia que dejó poblada sus noches de horrendas pesadillas. Pero pronto descubrirá que el espíritu de una chica la está rondando. La búsqueda de la verdad la llevará a enfrentarse con el más aterrad...