Prólogo - ❝El que mora en la tormenta❞

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La mayor parte del año el cielo permanecía oscuro

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La mayor parte del año el cielo permanecía oscuro. La "noche", como les había explicado el señor Yagi, reinaba en el Bosque.

"El sol no tiene poder aquí", les dijo en una de las clases fuera de la Cabaña mientras apuntaba hacia arriba, hacia la luna brillante por la que Izuku había sentido sentía tanta fascinación, con el dedo índice. Ese era, gracias a ellos, uno de los pocos que le quedaban al señor Yagi. Todos habían asentido con entusiasmo a sus palabras entonces, lo suficientemente grandes para entender la situación en la que estaban y querer saber más de la tierra donde habían crecido.

Querían comprenderla más, saber todos sus secretos y su historia, porque mientras más conocieran el Bosque y cómo funcionaba, más fácil sería escapar de él luego.

Porque, en secreto, todos pensaban en huir. 

Nadie nunca lo había dicho en voz alta, claro, porque el señor Yagi había hecho mucho por ellos y sería una falta de respeto total.... además de peligroso, pero Izuku lo sabía. Era evidente en la forma en que sus hermanos observaban, en cómo se movían y respiraban, en el cuidado con el que escuchaban.

Solo estaban esperando, todos ellos.

Sin embargo, ¿A cuántos tendría que perder...

— ¿¡Ya la vieron, no es así!? ¡Vamos, deténganla!

...antes de que lo lograran?

"Apresúrate, mierda".

Izuku corre, por supuesto, ante la orden. A sus lados aparecen rápidamente Hitoshi, el más pálido de ellos, y Shiozaki, la más talentosa. Al primero de le desquebraja la piel con el movimiento mientras los dientes, los colmillos, crecen y se afilan hasta el punto en que tiene que abrir la boca para no lastimarse. Sus ojos, morados, adquieren un brillo rojo oscuro casi hipnótico. A Izuku le gusta mucho el rojo.

Y Hitoshi va a ir con todo.

Shiozaki, por otro lado, no. Ella apenas si va a intentarlo.

Shiozaki, después de todo, quiere morir.

Ella ya se ha rendido.

Unos zarcillos verdes e inmaduros le brotan a la chica de debajo de las uñas, de las heridas abiertas, de las pestañas y del cabello. Enredaderas verde oscuro le cubren los moratones en los brazos y las piernas y una espectacular dalia roja se abre, hermosa, sobre un cardenal en su mejilla. Sin embargo, ni una espina. Ni nada con lo que pudiera atacar. Shiozaki lo mira de reojo mientras los tres aceleran la marcha.

Ella sabía que lo mucho que él amaba el rojo. Él sabía lo mucho que ella quería morir.

Era su forma de pedirle que la dejara hacerlo.

Izuku percibe el aroma de su ansia y su desesperación, de su felicidad prematura al imaginar que, tal vez, en otra oportunidad podría tener una vida diferente. Él no quería que muriera; la amaba. Era su hermana después de todo; la niña que le regalaba rosas en su cumpleaños y le llenaba el cabello de cosmos y colzas en el segundo en que se distraía.

◤Heaven◢ [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora