No había nada mejor en todo el mundo. Nada.
— ¡Hey, cuidado con las nubes de tormenta!
O bueno, casi nada.
— ¡Entendido! ¡Cuidado con las formaciones de-! —un sonoro coro de pájaros se queja a la vez que un grito ahogado se deja oír, seguido por el inconfundible sonido de picotazos. Él sacude la cabeza y sube todavía más alto— aves. Lo siento, Tetsu.
El viento entre las escamas que degradaban del rojo brillante al negro mate de sus alas correosas, la luz y las nubes pasando frente a sus ojos perfectamente capaces de lidiar con ellas, la sensación de ser inmenso y, aun así, tan ligero como una pluma, tan libre como el agua del mar o un grano de arena dejado a su suerte por el aire... casi nada había en el mundo mejor que eso. Que volar y ser cielo; ser todo y ser nada.
Kirishima Eijiro estaba enamorado de ello. Siempre lo había estado; la sola idea de un día surcar la infinidad celeste de lo desconocido había sido su más grande sueño cuando apenas era una cría salida del cascarón, incapaz de dar dos pasos con sus piernas humanas sin comer tierra y careciendo de dientes como un dragón para cazar o siquiera mordisquear.
Si, incluso entonces había levantado sus ojos, rojos como el atardecer luego de un día especialmente soleado, hacía arriba, y soñado con tocar la inmensidad que lo esperaba para cuando fuera mayor.
No había nada que deseara más en el mundo que eso. Nada que anhelara más, con lo que soñara más.
Hasta que conoció a sus amigos.
Eijiro había tenido cuatro años entonces; era su primer Festival de las Lunas y todo estaba saliendo estrepitosamente mal. No podía transformarse completamente ni a dragón y humano, por lo que lucía, igual que todos sus hermanos, como un híbrido de ambos: cuerpo humano casi completamente cubierto de escamas, exceptuando algunas partes del rostro, el cuello, los antebrazos y el pecho; un par de alas a la par de su tamaño pero más gruesas de lo que deberían ser... y algo menos brillantes; el cabello demasiado duro e incapaz de ser peinado; las manos rematadas en garras; una cola un poco muy grande brotando desde la espalda baja; las pupilas de los ojos alargadas como las de un reptil; los dientes demasiado filosos; y, por ultimo pero no menos caótico, los sentidos completamente hechos un desastre.
Tanto él como sus hermanos iban de aquí para allá tropezando con sus propias piernas y colas por entonces, rompiendo arboles al chocar contra ellos, escuchando cosas que no querían oír y revoloteando por aquí y por allá como moscas atadas con cordel.
A los adultos les parecía hilarante, por supuesto, porque ya habían superado esa etapa, pero para los niños era una vergüenza absoluta.
Y un sufrimiento, también; mientras más tardaran en adaptarse, más tardarían en poder aprender a volar.
Y si no aprendían a volar para el siguiente invierno, serían dejados atrás por sus familias; los niños más grandes ya se los habían advertido.
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◤Heaven◢ [KatsuDeku]
Fanfiction❝El rugido de los leones, el aullido de los lobos, la cólera del mar tempestuoso y la espada destructora son porciones de la eternidad demasiado grandes para el ojo del hombre❞ -William Blake. Escapando de monstruos a los que no ve, luchando en bata...