XIV - ❝Tu existencia es lo más hermoso con lo que me he topado, sol y fuego❞

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A Katsuki, por obvias razones relacionadas a sus excesivamente sensibles sentidos del olfato, oído y gusto, no le gustaban los lugares cerrados

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A Katsuki, por obvias razones relacionadas a sus excesivamente sensibles sentidos del olfato, oído y gusto, no le gustaban los lugares cerrados. La Casa del Té de Gentle había sido soportable solo porque, debido a razones que quedaban fuera de su comprensión, se embargó en una conversación fuera de este mundo con Izuku.

La panadería a la que este lo había llevado, sin embargo, no resultaba tan tolerable.

Era grande; una estancia abierta construida con piedra y madera, cuyas paredes eran por sobre todo ventanales y que tenía forma de L. Había manteles con bordados de flores y golondrinas sobre las mesas redondas, que contaban con cuatro sillas de madera pulida cada una, y un violinista solitario que tocaba su instrumento sobre un taburete en una esquina sin que nadie le prestara demasiada atención. Los trabajadores, tres chicos y una chica a los que les estimaba quince, dieciséis o como mucho diecisiete años, iban de aquí para allá con bandejas de chapa y platitos cargados de dulces o tazas de café en ellos. Una chimenea permanecía encendida al otro lado de la entrada y añadía calidez y una cierta sensación de hogar a la escena.

Se notaba, gracias al perfecto estado y orden en ella, que la panadería de Aight era una tienda concurrida en la que los dueños habían puesto mucho esfuerzo. Que tenía negocio constante y que era bien vista y conocida por los demás.

Si fuera humano, Katsuki estaba seguro de que le gustaría. Bastante.

El problema era que, a diferencia de Izuku, que entró al lugar saludando gente con una sonrisa tanto en la boca como en los ojos, Katsuki no era humano.

Él era un cambiaformas y no sabía cuánto tiempo podía durar en un lugar así, con tantos sonidos estridentes taladrándole los oídos, olores dulces asfixiándolos y jodidas personas incomodándolo con sus miradas escépticas. Sin embargo, tampoco puede decirle esto a Izuku ya que ¿Con que excusa? El chico había presenciado la extraña cercanía física que tenía con su familia, como eran incapaces de no acercarse los unos a los otros si estaban a corta distancia, y había notado hace rato la forma en que Katsuki temblaba con el frío, cual bebé dejado en la nieve, y por sobre todas las cosas extrañas e inexplicables, había visto las piedras que brotaron en sus pestañas por arte de magia. También lo había oído gruñir —Katsuki sabía que lo había hecho— como un animal y olfatear el aire, de hecho.

Y mierda, eso significaba que no podía permitirse más cosas extrañas.

Decirle que no podía estar ahí por el olor, que a cualquier humano le parecería placentero o al menos tolerable, no era una opción. Y alegar que le aterraban los espacios cerrados tampoco, porque el lugar era abierto y espacioso. Y declarar que no le gustaba como lo miraban lo dejaría como un cobarde.

Y... y no se le ocurría nada más.

"Mierda".

—Por aquí, Katsuki. No te quedes parado en la entrada como un muñeco de nieve, vamos —oye decir a Izuku, divertido, mientras lo tira de la mano a una mesa cerca de la ventana y, gracias a todos los dioses menos a Luna, bien lejos de la cocina.

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⏰ Última actualización: Feb 23, 2020 ⏰

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