Capítulo 18: Malas decisiones

431 46 3
                                    

No durmió, bueno en realidad sí, pero no mucho, y lo poco que durmió no fue específicamente sanador, porque apenas volvió a abrir los ojos una flecha atravesó su cabeza trayéndole imágenes de lo que había sucedido ayer. Sin duda la catástrofe más grande de sus últimos años. Se le había hecho realmente difícil llegar hasta aquí, lograr algo con Martín, pero todo parecía haberse esfumado y Arthur sentía que realmente debía huir de ese lugar. Miró el reloj colgado sobre la pared, eran las 7 de la mañana, 7:10 más específicamente. Su rutina empezaba en horarios similares, no le agradaba la idea de dormir hasta tarde y perder tiempo valioso del día, pero esta vez no le molestaría dormir un poco más si no fuera por el hecho de que quería lanzarse por la ventana y desarrollar alas para salir volando lo más lejos posible... o mejor aún, estrellarse contra el pavimento y que luego Martín tenga que salir a juntar sus tripas por ser tan idiota y arruinar su cuento de hadas.

Se levantó del sofá, lo primero que hizo fue estirar todo su cuerpo para tomar las energías necesarias para correr hasta el primer barranco que se encuentre y lanzarse sin pensarlo. La verdad es que estaba más decepcionado que avergonzado, pero ya podría continuar con ese debate en otro momento. Dobló las sabanas y las dejó acomodadas junto a la almohada en un extremo del sofá, no entraría a la habitación de Martín ni en un millón de años. Caminó lento para no hacer ruido y fue directo al baño donde recordaba que había dejado su ropa mojada cerca de la estufa eléctrica para que se secara. Afortunadamente estaba completamente seca, algo arrugada pero eso no importaba ahora, se cambió rápido sin hacer ningún tipo de ruido, lo último que necesitaba es que Martín entrara al baño y lo viera en ropa interior. Se tiro un poco de agua fría en el rostro para despabilarse y dobló la ropa que el argentino le había prestado, se tragó el deseo de tirarle lavandina encima, por esta vez solo dejaría la ropa sobre el sofá junto a las sabanas. No desayunaría, lo único que quería era salir de ahí antes de que Martín despertara y se armara otra situación incomoda.

Nunca fue del tipo que huye, pero ya se le había hecho realmente difícil expresar sus verdaderos sentimiento, otro conflicto emocional y podría terminar en terapia intensiva. Tomó la ropa elegantemente doblada y salió del baño en cuclillas, sentía sus parpados pesados por lo poco que había dormido, tal vez solo fueron dos horas o incluso menos, no estaba realmente seguro, pero de lo que si estaba seguro es que cuando finalmente estuviera en la seguridad de su hogar dormiría todo el día... tal vez llore un poco y coma helado hasta quedar obeso o quien sabe.

Estaba apunto de pasar por la puerta de la habitación de Martín cuando notó que la puerta no estaba del todo cerrada. Arthur se quedó un segundo mirando pero rápidamente sacudió la cabeza dispersando cualquier idea absurda. No entraría a la habitación de Martín, jamás, ni aunque su vida dependiera de ello, que tal si entrara y el argentino despierta justo en ese momento y ahora tuviera que dar explicaciones de porqué estaba ahí ¡Ja! Seria una situación que es mejor evitar, es decir, tal vez al argentino le gustaba dormir en ropa interior o tal vez hasta desnudo, estaba en su derecho, es su casa después de todo y él no tiene el derecho de violar su privacidad, ni aunque sintiera la necesidad de verlo dormido aunque sea por un segundo. Porque siendo honesto, jamás había visto el rostro del menor mientras dormía y si alguna vez lo hizo fue hace mucho tiempo, ya no podría recordarlo, además Martín había cambiado mucho desde sus inicios como país hasta ahora. Seguro debe tener un rostro muy apacible en un fuerte contraste con su personalidad hiperactiva, mejillas rosadas en contraste con su piel aterciopelada y pálida, con rubias pestañas abanicando sus pómulos y una suave respiración que movería ligeramente su cabello desordenado...

En realidad sería de muy mala educación dejar la ropa por ahí, lo más adecuado seria guardarla donde corresponde, en el armario dentro de la habitación de Martín. Sí, el británico jamás admitiría que es una excusa para entrar allí, pero mientras fuera silencioso para evitar que el menor despierte todo estaría bien. Entraría y saldría y nadie nunca se dará cuenta. Definitivamente era una muy mala idea, pero ahí estaba, abriendo ligeramente la puerta.

La habitación estaba oscura, increíblemente desordenada, un relámpago que alumbró toda la habitación le hizo sufrir un micro infarto, pero por suerte Martín parecía seguir durmiendo. Los rayos seguían alumbrando el cielo, pero por suerte la lluvia se había detenido ya hace bastante, así que no tenía motivos para no irse. Abrió el armario y lo primero que lo recibió fue un bulto de ropa desordenada que cayó encima suyo, no podía creer que existiera alguien tan desordenado, pero estaba ahí para devolver la ropa que le prestaron, no para ordenar el caos de un persona completamente incapaz de mantener un orden. Dejó la ropa sobre una de las repisas y miro sobre su hombro, Martín seguía durmiendo, desde ahí podía ver como su cuerpo se movía lentamente en su respiración, sería una idea aún peor acercarse para mirarlo y realmente no entendía porque ahora lo estaba haciendo, caminaba muy lentamente recalcándose una y otra vez que no lo haga, que salga corriendo de ahí, que era una muy mala idea y que todo saldría mal, pero no se detuvo, silencio sus pensamientos y continuó caminando despacio, aunque le lleve toda su eternidad llegar.

Martín tosió y el ingles no esperaba eso, pudo ver solo un segundo como el argentino se incorporaba sobre su brazo tosiendo fuertemente con una respiración congestionada, solo un segundo antes de Arthur se lanzara detrás de la cama para evitar ser visto por el argentino y podía jurar que Martín no lo vió. Maldita sea, Arthur, era obvio que nada bueno podría salir de esto, solo esperaba que el impacto de su cuerpo contra el suelo haya quedado minimizado por la tos del menor y no haya sido audible. En ese mismísimo instante todos su nervios estaban de punta, esta fue una estúpida idea y él fue tan listo para no hacerle caso a su sentido común y escuchar a su corazón, ahora estaba obligado a esperar a que Martín se durmiera otra vez para salir rápido del lugar y esta vez sin pensarlo dos veces irse de su departamento, su vida, sus sueños y toda la mierda que se te pueda ocurrir porque estaba seguro que después de esto probablemente le patee las pelotas al francés y luego se arroje de clavado a una manada de perros hambrientos, es lo único en lo que podía pensar mientras mordía sus labios para no hacer ningún tipo de sonido, escuchando la respiración ronca y dificultosa del menor.

—Arthur, ya sé que estas ahí. —El británico podía jurar que su corazón se detuvo, aunque no, le agradecería al mundo que le diera un paro cardiaco justo ahí y así podría usar eso como excusa para no salir de su escondite, pero estaba vivo y en desventaja así que se obligó a levantarse del suelo.

—Yo... eh —Se levantó lentamente pensando alguna excusa creíble, mientras veía al argentino recostar su cuerpo otra vez, dándole la espalda—. Entré para guardar la ropa que me prestaste anoche. —Era la verdad y ciertamente bastante justificable, era una persona ordenada que detestaba las cosas fuera de lugar y Martín eso lo sabía.

—¿Y por qué te escondiste? —Respondió, con la voz aun dormida y aparentemente desinteresado por la situación pero eso no evitó que el inglés entrara en pánico sin saber que responder.

Iba a dar una increíble excusa entre titubeos, pero fue interrumpido por un estornudo del argentino que terminó en un ataque de tos y Arthur supo que era el momento perfecto para cambiar rápidamente de tema, no solo porque se preocupó por la congestión y tos del menor, sino porque sabía que no tenía una respuesta para la pregunta.

—¿Te sientes bien? —Preguntó, rodeando la cama para ver el rostro más joven, esperando que Martín no insista con el tema anterior.

—No —Respondió con la voz claramente tomada—. La puta madre, sabía que me iba a resfriar, odio estar enfermo -Se lamentó mientras cubría su rostro con ambas manos— ¿Me haces un favor? —Preguntó y el inglés asintió, aunque el menor no pudiera verlo— En la cocina hay unos pañuelos descartables, ¿me los traes? —Genial, ahora era su sirvienta. Arthur suspiró y salió de la habitación directo a la cocina.

La verdad es que no era sorpresa, después de todo, anoche se habían mojado bastante y la verdad es que hacía bastante frío, así que no era extraño que el argentino se haya enfermado, sobre todo porque era bastante propenso a enfermarse, eso lo había aprendido durante todo el tiempo que lo observó desde lejos, siempre sonándose la nariz enrojecida o estornudando. Solo esperaba que esto no tome tanto tiempo porque realmente quería largarse de ahí de una vez por todas, por suerte Martín no había tocado el tema hasta ahora pero pronto lo haría si se quedaba más tiempo y no estaba de humor para pasar por otra mala situación.

Cartas Anonimas [ArgUK] (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora