Capítulo 14: Amistades de fierro

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—¿En serio lo invitaste a una cita? —Preguntó sorprendido el brasileño.

—Es la octava vez que te digo que sí —Reprochó el rubio, mientras se cubría la cara con ambas manos—. Lu, ¿que hago? Siento que sí quiero, pero a la vez no —Expresó frustrado mientras extendía sus brazos sobre el césped donde estaba recostado.

—Yo creo que tal vez deberías darle una oportunidad —Sugirió el moreno sentado a su lado—. Sabes, si alguien me hubiera escrito todo lo que Arthur te escribió a ti ya estaría casado —Bromeó, golpeando levemente la frente del argentino.

—Lu, estamos hablando de Arthur. Arthur Kirkland. Inglaterra —Recordó, incorporándose y sentándose junto a Luciano.

Pateó la pelota toda sucia y trató de meterla dentro de su mochila, lo cual no logró hacer. El brasileño se secó el sudor de la frente con su camiseta, producido por el reciente juego, mientras lo miraba con reproche.

—No tienes que hacer tan complicadas las cosas, Tincho —Retó, sintiendo al argentino apoyar su cabeza sobre su hombro— ¿Por qué no lo intentas? Tal vez te agrade.

—¿Y si no? —Preguntó con la mirada perdida.

—Eres mi amigo y te quiero —Se quedó pensativo unos segundos— ... algo —Se corrigió, consiguiendo una risa por parte de su amigo.

—Me amás, Lu. Admitilo. —El rubio se abalanzó sobre el brasileño, intentando darle un beso el cual fue obstaculizado por su mano.

—Cállate —Rió mientras empujaba al de ojos verdes—. Te decía... eres mi amigo y obviamente quiero lo mejor para ti —Confesó honestamente—. Y la verdad, Arthur parecía bastante sincero, no creo que intente jugarte alguna broma o algo...

—No lo sé, Arthur puede ser muy malo.

—Esa es la impresión que tú tienes de él por todo lo que pasó entre ustedes, pero tal vez si te das el tiempo para conocerlo un poco más descubras que en realidad no es tan malo. —El brasileño paso una mano por la espalda del argentino, mirándolo de forma comprensiva. Martín miró a su amigo y sonrió tiernamente, agradecido por tener un amigo como Luciano "7-1" Da Silva—... Y si se atreve a hacerte daño otra vez te ayudaré a golpearlo y enterrar su cuerpo en el lugar que planeaste una vez —Ambos rieron.

Se quedaron unos segundos en silencio, mirando a la gente ir y venir, como los niños ocupaban sus lugares jugando al fútbol en el campo que siempre usaban para pasar las tardes, a veces con Sebastián y Miguel incluídos o a veces, como en esta ocasión, solo ellos dos y algunos otro desconocidos sujetos que se metían en el juego, pero al final siempre terminaban ahí.

Ganarse la confianza de Martín era algo que pocos podían lograr, solo algunos se ganaron el privilegio de conocer cada ínfimo detalle de su vida, como sus primos y Miguel. Y Luciano, después de muchos años de amistad, le gustaba considerarse uno de ellos, después de todo, él siempre era el primero en enterarse de todo lo que le sucedía al argentino. A pesar de todas las absurdas y tontas peleas que tuvieron y que siguen teniendo, Martín siempre acaba abrazado al brasileño pidiéndole que escuche sus largas historias del día, se podría decir que es su forma de pedirle perdón. Una amistad que sin duda no cambiaría por nada y que jamás se atrevería a arriesgar. No importa cuánto peleen, ellos siempre estarán ahí cuando el otro lo necesite.

Y eso, en cierta forma, era algo que el argentino tenía en común con Arthur. Ambos tenían amistades conflictivas pero inquebrantables, como su relación con el francés. El inglés jamás admitiria en voz alta que eso era amistad, pero muy en el fondo sabe que Francis es su mejor amigo, aunque sea molesto e insoportable, él había sido el único que estuvo ahí para escuchar sus relatos de amor hacia un joven argentino y jamás lo juzgó, contrario a eso le ofreció ayuda y brindó sus sabios consejos.

—Igual, todavía no quiero hacerme ilusiones de nada —Expresó con una sonrisa tranquila y los ojos oscuros—, todavía ni siquiera sé si la "cita" —Hizo comillas— que vamos a tener va a terminar bien.

—¿Qué te hace pensar que saldrá mal?

—No lo sé, capaz terminamos borrachos y cagandonos a palo, uno nunca sabe —Se encogió de hombros y Luciano río con los ojos cerrados.

—Tincho, si necesitas pensarlo, tomate tu tiempo —Tocó su hombro, buscando contagiar su tranquilidad al argentino—, nadie te está pidiendo que tomes una decisión ya mismo.

Martín miró a Luciano, girando un poco su cabeza y sonrió ligeramente, el brasileño estaba intentando relajar sus nervios y en cierta manera lo había logrado, había en la voz del moreno que solía relajar a todos y el argentino no era la excepción.

Mientras tantos, en el otro lugar más lejano, se desataba una discusión extrañamente leve y amigable entre dos viejos amigos. La habitación del galo estaba llena de ropa tirada por todo el suelo y un extravagante olor a prenda nueva abundaba en el lugar.

—Date la vuelta —Pidió el mayor mientras se sujetaba el mentón pensativo, mientras analizaba las elegantes telas de un fino traje de frak abrazando las curvas del hombre de cabellos alborotados.

—Francis, ya te dije que esto es estúpido —Bufó, haciendo caso a las indicaciones del francés.

—Es que no siento que diga: "hazme tuyo esta noche" —Meditó pensativo mientras buscaba otros ángulos del cuerpo esbelto del británico.

—¿¡Qué!? —Se giró exaltado y con el rostro acalorado, buscando algo en el rostro del francés que dijera que esas palabras solo eran una broma.

—Nada, nada —Restó importancia mientras inclinaba su rostro, aún no muy convencido por la apariencia que presentaba su amigo.

—Francis, la última vez que usé un traje él se rió de mí —Dijo apenado, mientras se acomodaba de forma para que quedará su perfil a la vista del francés.

—Es una cita, Arthur, debes aparentar ser atractivo, y ya que no posees esa virtud por nacimiento, al menos trata de aparentar.

Arthur lo miró por el rabillo del ojos con el ceño fruncido, deseando tener la súper habilidad de lazar cuchillas por los ojos y clavarselas en la garganta al sapo engreído.

—No dijo, específicamente, que era una cita, él dijo-

—Cállate —Habló sobre su voz—, te besó y te dijo que su próxima salida debe tener más tintes de cita —Recordó, consiguiendo intensificar el rojo en su rostro—... es una cita —Concluyó.

El inglés suspiró, buscando algo de alivio y sacando todo el aire contenido en su pecho, Francis de levantó de su lugar y acomodó un poco el traje que llevaba puesto el menor, sacudiéndolo un poco en caso de que haya presencia de polución.

—¿Sabes qué? —Habló repentinamente, mientras miraba entre las prendas desparramadas—. Creo que tienes razón, buscaremos algo más tranquilo, que te haga parecer más joven.

—Eres más viejo que yo —Rió, mientras comenzaba a desabrochar el traje que parecía que lo estaba asfixiando.

—Shhh, no nos desviemos de nuestro objeto: hacerte parecer atractivo.

Cartas Anonimas [ArgUK] (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora