Corona de Vergel |H.S|

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Hace cuarenta años exactos en los que habían nacido un par de gemelos, Santiago y Salomé.
Después de juntas reuniendo a los reyes y al consejo, se decidió que cualquiera de los dos podría heredar el trono, siempre y cuando estuvieran casados y con un primogénito.
19 años después, cuando los príncipes disfrutaban de su juventud, el príncipe Santiago se casaba, se había adelantado a su hermano, mientras Salomé no le interesaba, quería de todo menos responsabilidades y una corona, era bastante responsabilidad para él.
Un año después, el Rey Humberto coronó al príncipe Santiago sin necesidad de un primogénito, fue la muerte del príncipe Salomé quién le dió el trono sin pedirlo. El reino estaba de luto, ahí acabo el linaje del príncipe Salomé.

O bueno, eso se creía, cuando dos años después, llegó una mujer al castillo, pidiendo hablar con la antigua reina Esperanza, la madre del Rey Santiago.
En brazos tenía a una niña morena, de ojos grandes y despiertos que encantaron a la reina Esperanza, la mujer que fue en algún tiempo aventura del príncipe Salomé, mostró papeles oficiales en donde Salomé le daba su apellido a la niña y también la bautizo con nombre de Guadalupe Onofre, no falta decir que le dejo su herencia o bien, el derecho a ella. La antigua reina vio el parecido con su hijo fallecido, por supuesto que la iba a aceptar en su castillo, solo faltaba hablar con su hijo, el Rey, que en unos días se convertiría en padre, tendría a la heredera de México, el trono estaba seguro para Elizabeth, estaba, por qué Juana, la aventura del rey Salomé y madre de Guadalupe había salido a la luz, nada más y nada menos, que para exigir el derecho que Salomé le había dejado a su hija, la corona.

Cuando Elizabeth nació, claro que la antigua reina la vio, le encantó pero alguien más había robado su corazón, Guadalupe. Así que convocó a una junta dónde se decidiera quién de las dos niñas tomaría el poder en un futuro.
Por una parte estaba la Antigua reina, con sus argumentos de que Guadalupe había nacido primero que Elizabeth y eso hacía justa su coronación. Sin embargo, el Rey Santiago se adelanto y refutó su argumento, pues según el acuerdo habían dicho que el que tomaría el poder, sería el que se casará y tuviera un primogénito, lo cual su hermano no cumplió, tuvo una hija, pero no estuvo casado y contando que murió y eso lo corono a él.
"Tengo una esposa, que además, cumple con las normas del trato con Estados Unidos, tengo a mi hija que aunque nació después de la hija de mi hermano, es hija del rey en turno y le corresponde la corona"

Así el Rey Santiago pudo ganar partido, pero no completo, el consejo decidió otra cosa.

"Dada las circunstancias en las que desarrollaron las cosas, debemos hacer algo justo para las dos, así que nos parece conveniente hacer el mismo trato con ellas, que con el Rey Santiago y el difunto príncipe Salomé.
Que en resumidas palabras y acabar de una vez con estas juntas que se han desarrollado durante años, la heredera al trono, será aquella que se case primero y tenga una alianza que nos beneficie a todos, aquella que tenga a su primer hijo dentro de matrimonio y por último, aquella que demuestre ser lo suficientemente inteligente y capaz para llevar la corona"

Los años pasaron hasta que Elizabeth cumplía sus diciocho y Guadalupe sus veinte años. Elizabeth por su parte, ese mismo año se le comprometió con el príncipe Harry de Estados Unidos, cumpliendo la parte del trato que tenía con Estados Unidos. Por su parte, a Guadalupe no le fue bien, nadie quería comprometerse con la usurpadora, tal y como la llamaban entre las clases, ni aunque la antigua reina ofreciera dinero para conseguir un partido con trono para su nieta, ya todos tenían un compromiso.

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A la mañana siguiente, Elizabeth se encontraba de nuevo en su Castillo, a su lado venía Eleazar y del otro lado se encontraba un Harry desconcertado, la había acompañado, quería librarse por unos días de Amaranta y su madre.
Su madre y su padre los recibieron en la entrada y a un lado de ellos estaba sus abuela Esperanza.
Elizabeth sabía que lanzarse a unos cuantos golpes con una señora de sesenta y cinco años, no era correcto y menos si era su abuela, pero la paliza si se la tenía bien merecida.