"Gruñó bajo y tiró sus orejas hacia atrás, molesto frente a la sonrisa divertida de su ama.
—Ow, cambia esa carita Maizak —sonrió, intentando tocarle la mejilla, ya que él le apartó la mano—. Sabes que sólo jugaba con él.
Y el muchacho no era estúpido, podía sentir el olor de otro macho sobre el cuerpo de ella, su aroma mezclándose íntimamente con el de otra persona.
La mujer rodó los ojos y pasó junto a él, chasqueando sus dedos.
—Bueno, dejemos el drama y andando, hay cosas que hacer.
Él la observó en silencio, y luego la siguió, sintiéndose tan humillado. ¿Por qué ella ahora buscaba otro macho? ¿A caso él ya no podía complacerla? ¿No era suficiente?
—Maizak, camina —exigió la mujer.
Y el alto rubio de ojos celestes, la siguió por detrás, saliendo de aquel edificio que estaba en medio de las tierras heladas.
—Escucha, creo que ya es momento de-
—¡Un paso más, y abrimos fuego! —exclamó una voz.
La mujer, y su mascota, observaron aturdidos que estaban siendo rodeados por un gran grupo de oficiales armados, apuntándoles. ¿Cómo habían llegado? ¿Cuándo?
—¡Arriba las manos ambos!
Ella levantó lentamente las manos, y esperó a que él lo hiciera.
—Maizak, hazlo —susurró.
Y no, no podían entregarse, le harían daño a ella, por todo lo que había hecho.
—¡Hagan lo que digo o mueren ambos ahora!
—¡Hazlo! —exclamó ella.
El muchacho giró su rostro, y observó esos ojos negros que él tanto... Amaba. Respiró profundo, y ante la atónita mirada de su ama, la tomó en brazos y comenzó a correr en dirección al edificio, que estaba a muy pocos metros detrás de ellos.
Y como les habían advertido, abrieron fuego, recibiendo varios de esos proyectiles por su cuerpo, pero no sé detuvo.
Entró al edificio y comenzó a trepar por las escaleras, hacia el último piso. Miró sólo un segundo hacia abajo, y ella estaba fuertemente agarrada de el, rodeándolo con los brazos y piernas.
No parecía herida, y el único olor a sangre que sentía, era el suyo propio.
Llegó hasta la azotea, y luego saltó, continuando corriendo, lo más rápido que podía por el peso extra que llevaba, y las heridas.
Llegó hasta el puerto, dónde imaginó que ya estarían más de esos tipos, y subió a la mujer que estaba agarrada a su pecho.
—Vete —gruñó.
—¿H-Hablaste?
La miró por última vez, y luego entró al agua con ella, empujando la lancha, antes de encender el motor, y alertarlos.
—¡Vete! —rugio.
Ella se giró, y rápidamente hizo lo que él había dicho, alejándose sin mirar atrás. Y el rubio nadó un par de metros detrás de ella, para intentar ser el blanco, y que no la dañaran.
Y su cuerpo cedió antes los disparos y hemorragias, hundiéndose lentamente."
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