Capítulo 25

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—Cuatro años después—

Cómo hacía dos años, Kiha y Boit participaban en el Kok'ta Kanat'ma, lo cual había mejorado mucho su relación como pareja, y familia.

Luego de que Umie cumpliera su primer año, ambos habían decidido darse una oportunidad. Y las cosas marchaban bien. Hasta ella estaba esperando a sus nuevos bebés.

Kiha había quedado embarazada de mellizos hacía tres meses, y que mejor ocasión que la festividad de Kanat'ma, para agradecerle todo lo que les estaba dando.

Y mientras Kiha preparaba con las mujeres la comida tradicional de aquella noche, Boit había salido con su hija a dar un paseo. Sabía que ese año, habían hecho un evento especial.

Una feria estaba cerca del asentamiento de familia, así que el muchacho, había decidido llevar a la niña.

Iba hablando con ella, que estaba sentada en sus hombros, cuando pasaron por un puesto que tenía colgados varios peluches en sus paredes.

—¡Papi! ¡Yo quiero ese perro! —chilló—. Por favor papi, se parece a Hammie.

¿Podía existir algo más hermoso que la voz de su hija? Amaba poder escucharla hablar, tenía un tono de voz tan dulce, que podría conseguir lo que quisiera, con sólo pedírselo.

—De acuerdo, vamos a ver si puedo conseguirlo —sonrió caminando con ella hasta el puesto.

Umie se mantuvo sobre los hombros de su padre, y observó al hombre del puesto, curiosa, ya que tenía un ojo de cada color.

—Cinco intentos, por favor —le pidió con una sonrisa Boit.

El tipo recibió su pago, y le entregó cinco aros a Boit, que debía embocar en unas botellas. El castaño bajó a la niña de sus hombros, y la tomó por debajo de los brazos, acercándola al mostrador.

—¿Me ayudas?

—¡Sí! —exclamó emocionada, tomando un aro rojo.

—¿Ves la botella del fondo? Debes embocarla allí.

—Pero está muy lejos, papi.

—Yo confío en ti —sonrió—. Tú puedes.

La pequeña lo miró inseguro, y luego giró su rostro para ver la botella. Tomó el aro con firmeza, y lo arrojó, ni llegando a rozarlo.

—Te dije —murmuró bajando sus orejitas.

—Sólo fue uno, mira, hay cuatro más —la alentó Boit con una cálida sonrisa—. Intentémoslo de nuevo.

—Pero no puedo sola.

—Entonces yo te ayudo —sonrió.

Umie tomó el aro, y Boit la tomó de la muñeca, antes de moverla suavemente de atrás hacia adelante, y arrojarla, rozando la botella.

—¡Casi lo logramos, papi! —exclamó emocionada, viendo como se tambaleaba la botella.

Boit río bajo, y volvieron a intentarlo, sin poder conseguirlo. Y luego de comprar más intentos, recién en el octavo pudieron embocarla. Y Umie no podía más de emoción.

—¡Ese, señor! —le dijo señalando al perro.

El tipo lo descolgó, y apenas lo tomó en pequeñas manitos, lo estrujó entre sus brazos, completamente feliz. Boit sonrió, y la tomó nuevamente en brazos, para luego colocarla sobre sus hombros, recorriendo la feria.

—Papi ¿Qué eso de colores? Yo quiero —le dijo curiosa, viendo como los niños lo comían.

Y ni siquiera sabía si iba a gustarle o no, pero de sólo ver cómo los otros pequeños se lo devoraban, a ella también se le había agua la boca.

KihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora