Capítulo 9

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—¡Ya déjenme! —exclamó exasperada, quitándose de encima a las siervas que estaban maquillándola y arreglándola.

No podía ser cierto lo que estaban diciendo ¿Boit? ¿Boit había regresado? Salió rápidamente de su habitación, y luego de su casa, directo al jardín delantero.

Y en medio de la tribu, una gran multitud estaba rodeando a alguien.

—¡Quítense! ¡Denme lugar! —exclamó molesta, logrando que se apartaran—. Boit.

El joven castaño se giró, y al ver esa hermosa mujer frente a él, sonrío emocionado.

—¿Sula?

—S-Sí eres tú —le dijo en un tono tembloroso de voz, antes de abrazarse a él—. Estás aquí, volviste.

—Sí —sonrió cálidamente, abrazándola.

Era la primera cara conocida con la que se encontraba. Sus padres aún no estaban en la tribu, y le alegraba que al menos Sula, lo recordara.

—Ven, ven conmigo —le dijo con lágrimas en los ojos, tomándolo de una de sus manos.

—¿A dónde?

—A mi casa, hay tanto por hablar —sonrió, secándose los ojos—. No puedo creerlo, como has cambiado, y has crecido tanto —rio bajo.

—Y tú también —sonrió—. Estás hermosa.

Lo miró a los ojos, y luego sonrió.

—Hay tanto por hacer.

***

—Un mes después—

Se encontraba por la frontera de la tribu del norte. Había escuchado que cruzando el mar, habían unas tierras heladas, donde nunca hacía calor, y caían pequeños pétalos blancos y fríos del cielo, durante todo el año.

Y ella quería conocer aquellas tierras, quería saber que había allí, quizás hasta podría ser su nuevo hogar, si lograr llegar primero.

Observó el mar, y sonrió suavemente, cerrando los ojos, sintiendo como la brisa chocaba contra su rostro. Se sentía bien aquel lugar también, ya llevaba algunas semanas viviendo allí.

Aguas cálidas, suave arena, tal vez podía quedarse un tiempo más allí, antes de comenzar su travesía hacia aquellas tierras heladas.

Luego de varios minutos de estar tomando sol, se puso de pie para volver a su casa. Últimamente se la pasaba con mucho hambre y cansada.

Dos sensaciones que le impedían moverse con rapidez como antes. Prácticamente, si no estaba comiendo, se la pasaba la mayor parte del día durmiendo.

Tomó un cesto que había tejido con hojas de palmas, y llevó algunos mejillones y cangrejos que había atrapado para su almuerzo, regresando a su hogar.

Pero a pocos metros de su casa, se detuvo, oliendo el aire. Sus pupilas se afiliaron, y observó cómo dos grandes machos salían de su hogar.

Al verla a ella, la observaron sorprendidos, y luego uno de ellos, sonrió con arrogancia.

—¿Es una Eritmita?

—No puede ser, es muy pequeña para ser una de ellas.

—Mira su cola entonces —sonrió, hablando uno con el otro.

Kiha conocía muy bien el peligro de salir de Eritma, o el desierto. Muchos habitantes de la tribu, consideraban que las personas de Eritma, eran sangradas, por ser descendientes directos de la diosa Kumi'et, que tenía cola y orejas.

Sólo los de la tribu de Eritma compartían estás características con su diosa, es por eso, que muchas veces corrían riesgo de ser utilizados en sacrificios u otro tipo de rituales.

—¿Qué haremos?

—¿Es una broma? ¿Cuántas veces tendrás la oportunidad de estar con una hembra de estas?

—Sí, pero-

—Yo no pienso desaprovechar esta oportunidad —gruñó.

Miró a Kiha, y la joven dio un paso hacia atrás. Si hubiera sido sólo un macho, se habría enfrentado sin temor. Pero eran dos, maduros, que no les costaría nada reducirla.

Debía escapar, o terminaría muerta.

Intentó hacer un segundo paso hacia atrás, y el tipo que habló primero, se abalanzó hacia ella, corriendo. Kiha se giró, y comenzó a correr, trepando uno de los árboles para intentar escaparse.

Cuando quiso saltar de una rama, hacia otro árbol, la tomaron de su tobillo, haciéndola caer de frente al suelo, jadeando.

—¡Suéltame! —gruñó dándole una patada, logrando que la soltara... Y se pusiera más furioso.

Se arrastró sólo unos centímetros, y antes de poder ponerse de pie, sintió el enorme cuerpo de uno de los tipos, el mismo que la había tomado de tobillo, cayendo de lleno sobre ella, aplastandola.

—No te vas a escapar, vas a ser mía —rugió.

Su compañero negó con la cabeza, y se alejó lentamente de allí. No le parecía correcto tomar a alguien tan pequeño a la fuerza, por más que no volviera a ver a una hembra como ella, él no sería parte de eso.

—No ¡Sal! ¡Suéltame! —gritó desesperada, sintiendo como le separaba los muslos.

—¡Cierra la boca! —rugió apretándole la mejilla contra el suelo.

Cuando sintió que él se levantó un poco de ella, le dio un codazo en las costillas, logrando que la liberaba un poco más de su peso.

Kiha intentó escabullirse, arrastrándose antes de ponerse de pie y salir corriendo. Pero al enorme tipo no le costó nada llegar hasta ella, tirándose encima de su pequeño y delgado cuerpo para atraparla.

La jovencita gritó al caer al suelo, con el cuerpo de él encima, aplastándola, sin poder respirar. Esperó unos segundos, y se levantó, para girarla y tenerla de frente, tomándolo del rostro.

—¿Ahora sí dejarás de forcejear? —gruñó.

Le dolía demasiado el tórax, el vientre, y no sabía si era por el golpe reciente, pero no podía respirar, sólo estaba llorando.

El tipo le separó los muslos, y antes de poder hacer algo, la joven castaña comenzó a temblar, antes de gritar de dolor. La miró con rabia, y le dio un cachetazo, para que se callara.

—¡Qué cierres la boca te dije!

No, algo no estaba bien, y Kiha lo sabía. Estaba sintiendo dolores horribles en su vientre bajo, y ya no le interesaba que fuera a hacerle ese tipo, sólo que ese dolor se detuviera.

Se arrodilló entre sus muslos, y se bajó el pantalón. Kiha cerró los ojos, sin poder moverse o forcejear, ya que una de sus manos la estaba sosteniendo de las muñecas.

Sintió que le corría la parte inferior de su vestido, y volvió a gritar, apretando sus manos entre sí, debido a ese dolor punzante.

Y él estaba por volver a darle otro golpe para que se callara, cuando vio que ella comenzaba a sangrar.

—¿Q-Qué?

Kiha gritó una vez más, retorciéndose en el suelo, y el sangrado pronto comenzó a ser mayor, por lo que el tipo la soltó y se alejó de ella aturdido.

No había llegado a penetrarla, ni tocarla ¿Por qué estaba sangrando de ese modo?

La jovencita se hizo un ovillo en el suelo, temblando y llorando, sin saber que es lo que estaba pasando, porque dolía tanto... Sólo quería que se detuviera.

...

Ustedes quisieron un último capítulo...
Pd: Estamos casi a mitad de la historia 👀

KihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora