Capítulo 17

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Bajó con suaves besos por sus pechos, y al llegar a su abdomen, observó unas marcas que tenía al costado de las caderas. Y al parecer, eran recientes.

—Linda ¿Qué te pasó aquí? —le dijo tocando con delicadeza, parecían moretones.

—... Nada —pronunció alejándolo de ella, reincorporándose en la cama.

—Kiha-

—No me pasó nada —le dijo molesta, saliendo de la cama, dejando desconcertado al castaño—. No empieces con tus desplantes, Boit, no soy una niña.

—No quise ofenderte, pero...

Ella entró al baño, y lo dejó hablando solo. Boit miró hacia abajo, y se sentó en el borde la cama, suspirando. En serio lo estaba intentando, porque quería que funcionara... Pero comenzaba a dudar que la relación tuviera futuro.

La semana anterior, en su día de descanso, ella había estado muy ausente. Apenas habían intercambiado palabras, y no había querido salir de la casa.

Boit había tenido la esperanza de llevarla a la selva, de pasar un día juntos. Pero Kiha había preferido quedarse en la cama, mirando películas.

Ya tampoco le interesaba estar con él. Las veces que el castaño había intentando hacer el amor con ella, Kiha lo había rechazado, simplemente diciéndole que no tenía ganas de hacerlo.

Y ya no sabía que hacer, él no quería perderla, pero ella tampoco quería hablar con él, decirle que le pasaba, que le molestaba para intentar solucionarlo.

Se acercó hasta el baño, y golpeó la puerta.

—Linda ¿Quieres-?

—Ya te dije que no me llames así —pronunció molesta.

—Tienes razón, lo siento... Kiha ¿Quieres... Quieres hablar? ¿Contarme por qué estás molesta?

Esperó a que ella dijera algo, pero sólo escuchó el sonido de la ducha, del agua correr.

—Es por mi ¿Verdad? ¿Estoy haciendo las cosas mal?

Se apoyó contra la pared, mirando el techo, sin saber cómo sentirse, más que afligido. Ni una relación podía mantener... Nadie quería estar a su lado después de todo.

—¿Quieres que me vaya?

Escuchó que el agua dejaba de correr, y respiró profundo al sentir los pasos de ella.

—Kiha-

—Sí.

—¿Sí? ¿S-Sí a qué?

—Quiero estar sola.

Respiró profundo, y sintió sus ojos humedecerse. Pero no le dijo nada, no le reprocharía nada. Se secó las lágrimas, y fue hasta el armario, para buscar su ropa, sólo algo para vestirse.

Se cambió rápidamente, y salió de la habitación, sin poder contener su aflicción. Se acercó a Hammie, y le colocó su correa, antes de salir ambos del departamento.

Le daría su espacio, su tiempo, y dejaría de insistirle. Había comprobado que de nada servía al fin de cuentas.

***

El autobús frenó frente a él, y cuando el conductor vio que estaba por subir con Hammie, lo detuvo, mirándolo con el ceño fruncido.

—No pueden subir animales aquí.

—Él no es peligroso, se lo aseguro. Y si le preocupa que vaya a ensuciar, no lo hará.

—Lo siento, pero los animales no pueden subir.

—Está bien —le dijo bajando los dos escalones que había subido.

Él no iba a dejar Hammie allí, y muchos menos solo. El autobús se fue, y Boit acarició la cabeza y el cuello del cachorro, sonriendo con tristeza.

—Descuida Hammie, estaremos bien —le dijo comenzando a caminar nuevamente.

No sabía la hora exacta, ya que su celular se había apagado. Pero estaba seguro que era más de media noche. Llevaban horas caminando con el perro, y aquella había sido la última parada de autobús de la zona.

Ni siquiera sabía dónde iría, estaba completamente solo... Solo no, con Hammie que parecía ser el único que no le molestaba su compañía.

—Oye —le dijo mientras abría una barra de cereal, y se la daba al perro color café, antes de abrirse una para él también—. Si las cosas se ponen peligrosas, tú debes irte ¿De acuerdo? No quiero que me defiendas —pronunció mordiendo la barra.

Antes de salir del asentamiento, había comprado algo de provisiones, al menos, hasta encontrar un lugar donde quedarse. Ni siquiera conocía la isla para saber dónde ir.

***

No le había importado que él se fuera, y no volviera en la noche, porque había imaginado que era porque le estaba dando tiempo.

Tampoco que no volviera al día siguiente, creyendo lo mismo. Y Kiha no sé sentía mal por eso, se sentía nuevamente libre, sin ataduras... No estaba preparada para el compromiso, y luego de vivir casi tres meses con Boit, lo había comprobado.

Pero las últimas dos semanas con él, había aprendido también, que el problema era Boit. Era Boit quien la asfixiaba, quién le molestaba con su actitud tan sobre protectora, como si ella fuera una niña, o una humana inútil.

Era Boit quien no podía entenderla, y la trataba de esa forma tan cuidadosa y suave, como si fuera a dañarla sólo por ser un poco más brusco, como ella quería.

Era Boit quien no lograba satisfacerla, y que con su simple presencia, la ponía de mal humor... Ahora comprendía a aquella mujer de la serie.

Pero desde que lo había visto por última vez, habían pasado dos semanas, y Kiha comenzaba a preocuparse, porque ni siquiera lo había encontrado en su trabajo.

Él ya no trabaja allí.

Nadie sabía dónde había ido, y a nadie le interesaba tampoco. Después de todo, en un asentamiento donde el noventa y nueve por ciento eran kanatitas, un humanos más o menos, no era importante.

Escuchó que alguien tocaba la puerta, y fue rápidamente a abrirla, con la vana esperanza de que se tratara de él. Pero no fue así, Giel estaba ahí.

—Oye, sé que te molestaste por qué esa chica-

—Largo de aquí —gruñó, intentando cerrar la puerta.

—En serio, sabes que ninguna es importante. Sólo nos encontramos en ocasiones. Yo tampoco sabía que ella iba a estar en mi casa cuando llegamos.

—¡Que te vayas! —rugió empujándolo.

Giel sonrió divertido, e ingresó de todo modos al departamento, cerrando la puerta detrás de sí.

—¿Qué te pasa? No es como si el humano pudiera oír algo ya. Él no vive aquí, puedo olerlo. Ni él, ni el perro sucio ese ¿Cuál es el problema?

—Tú, quiero que te largues.

—¿Temes a que regrese y me vea aquí? —sonrió con sorna—. No lo hará Kiha, se fue llorando como el macho débil que es.

—¿Qué?

—Eso que oyes —rio—. Lo vi saliendo del departamento, llevándose al perro aquella vez. Yo justo salía, para decirle lo delicioso que "comía" —sonrió travieso—. Pero no me miró cuando lo llamé.

—Eres un imbécil —gruñó dándole un puñetazo en el pecho, haciéndolo reír.

—Ey, yo fui sincero, dije que él no se enteraría de nada, y así fue —sonrió.

...

Muy cerquita del final.

KihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora