Capítulo 7- ¿Se aproximará una tempestad?

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Con la llegada de un nuevo día, algo en Zefra había sido restaurado...

Ya se podía ver de nuevo la concurrencia fluida de gente, los negocios abiertos, comerciantes alegres vendiendo sus especias en el mercado de la villa, las mujeres barriendo en las entradas de sus hogares, y los niños jugueteando llenos de energía.

«Los pequeños liberados de la prisión del sueño». Almas puras no fueron ultrajadas para actos de vanidad y retrasar lo inevitable.

El joven del abrigo negro iba caminando por la calle principal, gente que lo veía pasar lo saludaba. Balak comentó:

—Todas estás personas te quedan viendo con simpatía y respeto. ¿Debes ser un guerrero de bastante renombre? ¿No?

Berk tardó un momento en contestar, pero al final terminó respondiendo:

—Casi fuimos atrapados por esa ilusión debido a un descuido, debemos eliminar la presencia de nuestros Greil...

Balak solo asintió a la sugerencia de su compañero desde las sombras, ambos desde ahora eliminarían la presencia de su Greil...

—Aunque... Después de todo, nunca podrás esconder por completo tu Greil... —masculló por último Berk.

Ya estaban a punto de llegar a la salida de Zefra. Cuando se escuchó la voz de una mujer que gritaba el nombre, «Berk».

Berk al darse la vuelta la reconoció de inmediato, era la dueña del orfanato. Una mujer de piel morena, cabello ondulado no tan largo, con un vestido de color verde esmeralda y llevaba colgando un crucifijo en su cuello. Ella iba acompañada por varios pequeños.

—¡Espera, por favor...! Hemos salido del orfanato hasta aquí para... —dijo, todos jadeaban.

Berk solo observaba.

—Para agradecerle... —concluyó—. ¡Le doy las gracias de parte de todos!

Aquella mujer hizo una reverencia bajando la cabeza un poco, y los niños no se quedarían sin decir nada, gritaron alegremente:

[—¡¡Gracias por salvarnos!!]

Berk asintió a la muestra de agradecimiento con un breve bajón de cabeza. Sin decir algo les dio la espalda a todos y siguió caminando.

Un pequeño rápidamente salió corriendo de entre los demás hasta estar encontrarse a una distancia bastante cercana a Berk. Este gritó con entusiasmo:

[—¡Derrótalos a todos!]

De nuevo, Berk se detuvo. El niño lo observaba con una mirada llena de admiración en el rostro.

Berk tomó su zurrón mediano de cuero y buscó algo entre los objetos que llevaba dentro. Ya cuando al parecer lo había encontrado, se acomodó otra vez el zurrón en el hombro izquierdo, y caminó hacia donde el niño.

El joven peli castaño se agachó hasta estar a la misma altura del niño. 

Observándolo con aquel rostro serio y ese mechón de cabello que ocultaba su ojo izquierdo colocó algo sobre la cabeza del pequeño.

Esa algo resulto ser su sombrero negro. Aquel objeto aún era demasiado grande para la pequeña cabeza del niño, tanto que se resbaló y cubrió sus ojos.

Los niños se miraron entre ellos y murmuraron:

—El ensombrerado oscuro...

—Supongo que ya me apretaba un poco la cabeza. Así que... necesitaba tener un nuevo dueño —dijo Berk, para luego dedicarle una sonrisita al pequeño.

Ocre: la travesía de un guerrero enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora