Capítulo 11- Arribando, y problemas: «¡La hora de caza empieza!»

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Bajo la resplandeciente luz del sol Berk pronto llegaría al pueblo Ion. Pero de repente, el joven del abrigo negro detuvo su caminar.

—Parece que tú también lo has sentido —dijo Balak desde las sombras.

—Sí... En aquella dirección... 

Berk comenzó aligerar el paso.

Una vez llegó a la entrada del pueblo, observó... mientras avanzaba cadáveres de hombres con un peculiar escorpión rojizo bordados en las espaldas de sus camisetas estaban tirados en el suelo.

—¿Estos son...? —musitó Berk.

—Parece que se ha estado librando una batalla por aquí —indicó Balak con aquella voz grave y siniestra—. Aún siento energía Greil... hay cinco diferentes... tres van bajando poco a poco... y dos más... Una de esas dos es considerablemente fuerte.

Berk pasó por una edificación destruida, miró al suelo, y un chico con el cabello violáceo y orejas puntiagudas se arrastraba moribundo. Sus ropas estaban rasgadas y poseía múltiples heridas en su cuerpo:

—Debo... ayudar a la jefa... 

El joven del abrigo negro se agachó, y apoyó la cabeza del chico en su antebrazo. 

—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó Berk observando el deplorable semblante que poseía aquel chico. 

—Necesito... salvar a la jefa... —dijo agonizante, para luego perder la conciencia en el acto.

Berk lo agarró de los brazos y lo arrastró hacia un pedazo de lo que quedaba de una pared destrozada, ahí lo recargó... Este buscó algo en su zurrón. Revolvió los objetos y los encontró, de el sacó lo que parecían ser pequeños trozos de papel en forma cuadrada.

—¿Papel? ¿Qué es lo que planeas hacer con eso? —inquirió Balak.

Berk ignoró las palabras de Balak y colocó uno de los trozos de papel en el brazo derecho del chico. El trozo de papel se adhirió a su cuerpo, extrañas escrituras yacían escritas en el papel formando un círculo. Luego por unos segundos, un resplandor verdoso envolvió el cuerpo maltrecho del chico.

—Sus heridas... se han curado —musitó Balak, observando como aquel trozo de papel iba deshaciéndose poco a poco.

—Bien. Con esto bastará —dijo Berk poniéndose de pie.

—¿Qué es lo que acaba de pasar?—musitó Balak desconcertado.

—Como ya habrás notado, ese trozo de papel no era un trozo de papel ordinario... Aquel era un trozo de pergamino sellado más conocido comúnmente como Unominorio... —contestó Berk.

«—Inventores de distintas razas desde hace tiempo descubrieron la manera de sellar técnicas en estos objetos.

—Umm... Ya veo... —dijo Balak dejando su estado de esfera invisible.

Balak le arrebató con rapidez los tres Unominorios que aún quedaban en la mano de Berk. La calavera se tocaba el mentón y los miraba de cerca con mucha curiosidad.

—¡Oh...! ¿Así qué Unominorio, eh? —dijo Balak

—Y bueno, han resultado ser objeto de muchas utilidad para los Escram... Y... —dijo Berk—. ¡Traé acá! —espetó arrebatándole los Unominorios a Balak.

—Calma... Tan solo me parecieron interesantes esos objetos —declaró Balak

—Sí, así pude ver —respondió Berk.

Ellos desviaron sus miradas hacia el centro del pueblo, en aquel lugar era donde el Greil con mayor intensidad permanecía.

—Una de las dos energías de por allá está bajando poco a poco... —indicó Balak

Ocre: la travesía de un guerrero enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora