Wɪʟʟ VI

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Para cuándo Will volvió a mirar el calendario, ya estaban a 16 de julio. Los días pasaban tan rápido para él, que le costaba trabajo recordar con claridad lo que había estado haciendo. El TDAH era de gran ayuda cuando lo que menos deseaba era pensar; tan pronto hacía una cosa como otra. Sus días se iban entre el hospital y Tom.
Lo que en verdad no quería era admitir que estaba molesto. Ya varios de sus colegas se lo habían hecho notar, incluso Tom había dicho algo al respecto, no queriendo entrometerse tanto en el asunto. Esa era una de las cosas que le gustaban de él: dejaba que fuera Will quién hablara cuando se sentía listo. Pero en esta ocasión no lo estaba y no sabía si hacerlo.

La verdadera causa de su malestar, era que estaba dolido. Era algo más allá del dolor que sintió cuando Nico se fue, y eso ya era decir demasiado.

Will estaba herido.

Sí, la impresión de ver al hijo de Hades después de tanto tiempo —sobre todo por la forma en que desapareció— había sido un golpe muy duro, pero, el conocer a su hija, lo destruyó.
Podía recordar perfectamente las veces en las que el castaño y él hablaban sobre el futuro. Lo que pasaría cuando Will terminara la escuela de medicina, sobre las ansias que tenía de casarse con él y formar una familia. Nico siempre se mostraba reacio a aceptar lo último, alegando que era demasiado peligroso arrastrar a un pequeño a ese mundo, donde no sabían si vivirían lo suficiente para ser adultos.
Will le concedía la razón al final siempre, pues en verdad era un mundo hostil; pero, en el fondo, guardaba esperanzas de hacerlo cambiar de parecer.

Pero ahora, al verlo tan feliz con su hermosa hija, mil preguntas atacaban su mente: ¿Esa fue la razón por la que Nico lo dejó? Al final, ¿sí quería hijos? O tal vez (esa era la que más le atormentaba) no había querido formar una familia con... Él.

Ese pensamiento dolía tanto, que debía tomarse un minuto para controlar su respiración, secar el sudor de las palmas de las manos y componer la sonrisa que tanto le caracterizaba.

Después de su pequeña y –lamentable– crisis existencial, el resto del día y la semana transcurrieron sin ningún problema. Para finales de mes, ya estaba casi tan relajado como siempre, o al menos todo lo que la vida en el hospital le permitía.

Una tarde de miércoles, regresó a casa luego de un muy alborotado día en el hospital y el olor que lo embargó nada más abrir la puerta, llamó su atención. Dejó sus cosas en el sofá y fue directo al lugar de donde salía tan delicioso aroma, encontrando a Tom metiendo un recipiente en el horno.

—Hoy es mi día de hacer la cena —dijo como saludo, antes de acercarse al castaño y abrazarlo por la espalda.

—Will, hola —respondió con una enorme sonrisa y se dio vuelta entre los brazos del rubio para besarlo —. Lo sé, pero, es una ocasión especial.

Will trató de recordar si era su cumpleaños, o aniversario, pero nada se le vino a la mente. Tom, al ver su desconcierto, rió y añadió:

—No has olvidado nada. Tengo una sorpresa para ti —dicho esto, se separó del abrazo y comenzó a sacar más cosas de la nevera.
El rubio lo observó en silencio mientras trabajaba y por curiosidad, se asomó por la ventanilla del horno.

—Preparaste mi comida favorita —su voz sonaba cautelosa. Abrió la nevera y confirmó otra sospecha —. Y has comprado en mi pastelería preferida... Bien, ¿qué rompiste esta vez?

Se cruzó de brazos y se apoyó en la barra, comenzando a mentalizarse sobre lo que pudo pasar. La última vez que Tom lo hizo, había roto –sin querer– el ukulele de Will. Pasó una semana entera disculpándose con él y cada día le traía un pastelillo distinto, hasta que éste le dijo que no debía preocuparse más y que posiblemente le daría diabetes si seguía con eso.
La mirada que Tom le dio en esta ocasión no se veía para nada culpable, así que eso le hizo sentir menos preocupado.

—Vamos, prometo que no voy a enojarme.

—Nada. No he roto, tirado o perdido nada —aclaró el castaño con una sonrisa y siguió cocinando —. Al menos nada importante —agregó.

—Tom... —sabía que bromeaba o al menos eso esperaba.

—Tendremos invitados, así que ve a cambiarte.

—¿Qué? ¿Quién es? —no le había dicho nada antes —. ¿Viene tu hermano? ¿Mi madre?

—No, Arthur vendrá para año nuevo y a tu mamá la veremos en Acción de Gracias. Ve a cambiarte.

No lo dejó continuar con las preguntas, lo sacó —a empujones— de la cocina para que se cambiara, pues pronto llegaría su invitado. Will decidió tomar una ducha rápida y cuando estuvo cambiado y listo, regresó a la cocina, donde ya todo estaba listo. Ayudó a su novio a poner la mesa mientras éste se cambiaba y al menos pudo saber que esperaban a tres personas.
En eso cavilaba, cuando escuchó a Tom en la habitación.

—De verdad ¿no vas a decirme de quiénes se trata? —puso su mejor cara de cachorro y se acercó a él.

—No hagas eso, William —el joven desvío la vista, tratando de no ceder, pero no pudo. Sonrió y lo abrazó por el cuello—. Me caes muy mal.

—No es cierto —dijo triunfante y le dio un beso, sabiendo que había ganado.

—Cierto —admitió —. Bien, si quieres arruinar tu sorpresa, está bien —eso no funcionaría con el rubio, lo sabía bien. Suspiró antes de responder —. Vendrán los Di Angelo.

Si Thomas le hubiera dado un golpe, no se habría sentido tan sorprendido como con la noticia. Se sintió mareado y de no ser porque el joven lo sostenía, se habría caído.
No estaba listo para esto. Fin.
Podía soportar el que Nico estuviera de vuelta, hasta el hecho de que tuviera una hija, pero conocer a su... A la madre de la pequeña, eso no. Iba más allá de lo soportable y no sabría qué hacer. Y llorar no era una opción.

Tom no pudo ver su cara, porque se distrajo con el sonido de la alarma que había puesto para el horno. Fue un alivio quedarse sólo, porque necesitaba tranquilizarse y no echar a perder la velada. Sería una larga noche, ya estaba sufriendo y eso que aún no comenzaba.

Se metió al baño antes de que su novio volviera y se echó agua helada en la cara. Todo iba a estar bien. Todo... ¿Acaso los Dioses no se cansaban de reírse de él? Pediría una audiencia con Afrodita la siguiente vez que visitara el Olimpo y esta vez iba a oírlo.

Iba entrando al recibidor, cuando el timbre sonó y Tom salió de la cocina para abrir la puerta.

—Están aquí —dijo emocionado, sin imaginar que lo que Will estaba sintiendo.

Iᴛ·s ʙᴇᴄᴀᴜsᴇ ᴏғ ᴀ ᴘʀᴏᴍɪsᴇ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora