Nɪᴄᴏ VII

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Estoy bloqueada y lo odio, porque sé perfectamente qué pasa en los siguientes capítulos y también cómo termina esta historia, pero me está costando llegar a ello.
Voy a tratar de actualizar seguido para que no se me hagan lagunas, lo prometo. En verdad quiero que sepan qué pasa y me han preguntado por la niña, bueno, ella es especial :') y... No, mejor dejaré que lean.

Gracias por la paciencia.



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Eso es todo, señor Di Angelo. Lo veré mañana. Disfrute su cena —se despidió Meg antes de cortar la llamada.

Nico se quedó viendo el aparato unos segundos más antes de guardarlo en el bolsillo de su pantalón. Su asistente acababa de darle los pendientes para el día de mañana y él, a su vez, revisó los del día.
Estaba parado en la acera, fuera del edificio donde Will y su novio vivían, preguntándose porqué Tártaro no había rechazado la invitación a cenar. "Te estás haciendo blando" había dicho su padre en una ocasión y él sólo torció los ojos ante tan ridícula sugerencia; ahora veía que tal vez —sólo tal vez— fuera cierto.
Consultó su reloj de pulsera y vio que eran las siete menos cinco. Tenía tiempo suficiente para huir y llamar a Thomas para disculparse, alegando un imprevisto. En eso estaba, cuando su pequeña hija tiró de su mano para llamar su atención.

—Se hace tarde, Babbo. ¿No vamos a entrar? —la niña le dedicó una mirada en la que le dejaba claro que no podía echarse para atrás.

—Sí, vamos. Estaba pensando en algo del trabajo. —cambió de mano la botella de vino que traía como regalo (porque nunca hay que llegar con las manos vacías) y tomó la de su hija.

Tal como Thomas le dijo por teléfono, la puerta de la calle estaba abierta. Avanzaron hacia el ascensor y pulsó el número 7, que era el piso donde vivían. El joven rió por lo bajo ante la "casualidad" de tal cosa y aprovechó los segundos de espera para arreglar el cabello de la niña. Se sobresaltó un poco cuando las puertas se abrieron y se regañó mentalmente por ello.
Una vez frente a la puerta indicada, volvió a dudar. No sabía que esperar de la noche y eso siempre le había causado malestar.
Fue su hija quien decidió por él, pues al ver que su padre no tenía intenciones de tocar, ella llamó a la puerta. En seguida oyó murmullos al otro lado y la imagen de un sonriente joven castaño los recibió. Trató de no poner mucha atención en Will, quien se encontraba tan —o más — asombrado que él mismo. Debía relajarse, porque no podía ignorarlo durante toda la velada.

Tom —como lo había hecho llamarlo— era un tipo genial. Y eso le hacía sentir bien y mal.
Bien porque Will al fin tenía a su lado a una persona tan alegre como él y mal porque Will ahora tenía a una persona muy alegre. Fin.

Se odiaba por eso.

Penélope estaba encantada con el castaño y él con la niña. Hablaban tanto que durante un momento, Nico y Will se quedaron fuera de la conversación, hasta que el rubio hizo una broma al respecto y entonces fueron incluidos nuevamente.
Todo iba mejor de lo que esperaba. El primer momento incómodo llegó antes de sentarse a cenar.

—Nico —llamó Tom—. Qué descuidado soy, no pregunté antes. ¿Deseas que esperemos a tu esposa?

Nico ya esperaba esa pregunta, así que trató de responder lo más natural posible.

—Sólo seremos nosotros cuatro, Tom. Te lo agradezco —dijo con una pequeña sonrisa, a lo que el joven asintió sin pedir más detalles y entró a la cocina.

El hijo de Hades ayudó a la pequeña a acomodarse en la mesa y levantó la mirada encontrándose con la de Will, quien no se había movido de su sitio. Alzó ambas cejas, en una muda pregunta, pero pudo ver que sea lo que fuera que Will pensaba, no se atrevía a decirlo.
Tom salió con un refractario que despedía un delicioso aroma y poco después ya estaban todos en sus sitios cenando.

Iᴛ·s ʙᴇᴄᴀᴜsᴇ ᴏғ ᴀ ᴘʀᴏᴍɪsᴇ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora