- ¡¿Has dicho Tom?! - la voz de mi madre resuena a través del auricular, captando la atención de los pasajeros más cercanos. En cuanto me cercioro que las miradas indiscretas de los fisgones se han ido decido responderle.
-Sí, surgió algo de improvisto, y no, no puede esperar para otro día - hasta yo misma estoy impresionada con lo convincentes que están sonando mis palabras.
- ¡¿Qué clase de asunto puede ser tan importante como para requerir que estés a estas horas de la noche en un barrio tan peligroso?! - una sonrisa irónica se dibuja en mi rostro
- ¿Desde cuando consideras al barrio de Tom peligroso?
-Responde la pregunta, Elizabeth - su tono lacónico me hiela la sangre al instante.
- No entiendo cual es el problema de ir a visitarlo, no es la primera vez que lo hago, a ti te encanta charlar con su madre - guarda silencio durante un par de segundos, lo cual puede ser señal de que al final la he convencido.
-Has estado actuando muy extraño todo el día, primero la cortada en tu mano, y ahora esto. Tienes que decirme lo que está pasando, hija, te lo suplico. - hay una extraña mezcla de aflicción y cansancio en sus palabras. Cierro los ojos un momento, realmente estoy tentada a decirle la verdad, pero sé que al hacerlo no solo no calmaré sus inquietudes, sino que además la incertidumbre en la que se verá sumergida desbaratará por completo el esfuerzo realizado hasta el momento. Inhalo profundamente y respondo
-Ya te lo dije, no es nada, no tienes por qué preocuparte, lo digo totalmente en serio. Solo tengo que arreglar los detalles de un proyecto en los que estoy trabajando, es todo. - al otro lado de la línea puedo escuchar su respiración afectada por la ansiedad - Además... - abro los ojos, mi voz se torna a una un poco más traviesa - ¿No quieres que te cuente como me fue con él? - puedo percibir su semblante descomponiéndose, lo sé porque rápidamente agrega entre balbuceos
-Bueno, cariño, yo... - misión cumplida
-Entonces no se diga más, pasa por mí a las nueve, me llamas, no, mejor yo te llamo, te quiero ¡Adiós! - a pesar de que he separado el oído del celular aún puedo escuchar un ultimo grito por parte de ella
- ¡Elizabeth Gardner, que ni se te ocurra... - presiono el botón de finalizar llamada. Me reclino en el asiento al tiempo que lanzo un suspiro de abatimiento. Estoy segura que las cosas podrían ser mucho mas sencillas, podría simplemente olvidar todo, continuar mi vida tal y como estaba el día anterior, pero los oscuros recuerdos se aferran con fuerza, como una mancha en el cristal.
El vagón del metro está prácticamente vacío, con excepción de unas cuantas personas desperdigadas. Afuera puede verse a la luna flotando como un relicario en el cielo, proyectando reflejos nacarados sobre los edificios que conforman la zona sur de la ciudad. Lo único que puede escucharse es el traqueteo de las ruedas sobre los rieles de acero agitando suavemente toda la estructura de metal que nos rodea. Sin embargo, es precisamente en aquel momento que alguien suelta
-Eso en definitiva salió bastante bien, ni a mí se me hubiera ocurrido una mejor excusa para convencer a mi madre. - la anuencia que expide esa voz es casi condescendiente. Tras recorrer la mirada rápidamente esperando localizar el origen de esas palabras logro verlo a pocos metros, recargado en el cristal de la puerta más cercana, con la mirada fija en un periódico arrugado del día de hoy. Inclusive la postura en la que se encuentra me resulta extremadamente arrogante, sin tratar en lo más mínimo de sonar amable le replico
- ¿Acaso no te han enseñado que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas? - puedo escuchar una risa socarrona sonando por lo bajo
-Para apenas habernos visto el día de ayer has perdido muy rápido la confianza. Veo que en verdad no te agradó salir conmigo. - una vez dicho esto levanta lentamente la cabeza hasta que sus ojos se encuentran con los míos, la sensación es equivalente a recibir un balde de agua fría sobre la cabeza, ahora puedo ver con mas detenimiento su aspecto. Cabello quebrado color cobrizo con un corte juvenil, ojos grandes y oscuros como el cielo, labios medianos y carnosos, nariz ancha y un poco alargada, sobre ella descansa un par de gafas de armazón grueso, su cuerpo alto y esbelto metido en un elegante traje hecho a la medida. De no ser por su mirada taciturna habría quedado embelesada, justo como la primera vez.
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Elizabeth I: El chico en la ciudad
FantasyLa noche que Elizabeth se fue a dormir jamás imaginó que terminaría adentrándose en la enigmática Garadot, una ciudad donde el sueño se convierte en realidad, y los peligros pondrán a prueba su vida. Ahora en su búsqueda por volver a su mundo Elizab...