Capitulo XII. Reflejo (Final)

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Siento un dolor en el pecho, como si lo oprimieran con fuerza, el aire no entra a mis pulmones, mi interior se quema. Trato de gritar, pero nada sale de mi boca, comienzo a moverme frenéticamente y sin darme cuenta doy a parar al piso. Es en cuanto entro en contacto con la superficie de la alfombra que todo ese malestar desaparece con un parpadeo, he regresado al mundo real.

Me encantaría decir que estoy muy asustada, pero eso significaría tener al menos una idea de lo que está pasando, experimentar sensaciones concretas, no, mi cerebro ahora está hecho papilla, mi mente se derrumba como un edificio siendo demolido, creo que estoy por sufrir un ataque.

Imágenes vienen y van con un parpadeo desgarrador, la habitación da vueltas, ahí están de nuevo las náuseas, pero mi cuerpo se niega a reaccionar, se ha bloqueado por completo. Escucho voces en mi cabeza, tratan de hablar al mismo tiempo, provocando así una sinfonía de agónicos lamentos, a estos les sigue el desgarrador zumbido, graznidos metálicos, truenos, gritos pronunciando mi nombre, y entonces... silencio absoluto.

Todo mi ser es liberado de su prisión invisible, permanezco recostada con la respiración entrecortada y sudando a cantaros, el equivalente a todo el peso de un planeta me es quitado de encima. Mi vista comienza a normalizarse, lo primero que aparece en mi campo visual es el tan conocido techo de mi recamara con la lampara colocada en el centro.

Con el aturdimiento todavía sofocándome consigo incorporarme lo mejor posible, solo para cerciorarme de que he despertado por completo en mi habitación, sana y salva. Mi memoria se sumerge en un dilema, todo el lugar que me rodea me es familiar, y aún así me es difícil aceptar que es auténtico, la delgada línea entre la ciudad fantasma y el panorama frente a mí se ha difuminado casi por completo ¿Acaso algo de mi vida es siquiera real? Todo mi razonamiento colapsa, sin aguantar un segundo más me suelto a llorar, ocultando mi rostro en mis rodillas flexionadas, dejo que las lágrimas realicen el intento de arrancar de mi sistema todo el malestar que he vivido esta noche.

Es en aquel momento que alcanzo a escuchar lo que parecen ser pasos acercándose, el primer pensamiento que me viene a la mente es el de intentar esconderme, pero hay dos problemas, aún no encuentro la fuerza necesaria para ponerme de pie, y todavía no me he normalizado por completo.

La puerta de la habitación se abre lentamente dejando a la vista una figura femenina, el recuerdo de la mujer demonio me ataca súbitamente, invariablemente regresa a mí la sensación de asfixia, me llevo las manos al cuello, todo sigue en orden, el oxigeno sigue realizando su curso natural, aún sigo respirando.

Entonces consigo verla con toda claridad, parada en el marco de la entrada yace mi madre, está tal y como la recuerdo, su cabellera negra recogida con una coleta, dejando libre un pequeño mechón rebelde sobre la frente, sus cansados ojos tras unas gafas de armazón grueso, una cariñosa sonrisa, y un cuerpo atlético metido en su impecable traje negro.

-¿Ma....mamá? - suelto con un hilo de voz.

-Cariño ¿Qué haces tumbada ahí en el suelo? - una cálida sensación avanza a través de mis venas, extendiéndose en todo mi cuerpo, su recorrido termina en cuanto llega a mi corazón, de repente el mundo parece llenarse de color, los malestares que me han estado asediando desaparecen con solo verla.

Sin saber cómo lo he hecho me levanto de un salto para después disponerme a correr en su dirección, extiendo los brazos, y sin dar el menor aviso me abalanzo sobre ella hundiendo el rostro en su pecho. Parece tomarla por sorpresa ya que han pasado unos instantes y todavía no me regresa el abrazo, no le doy la menor importancia y me aprisiono todavía más.

-Mami- suelto entre lágrimas y sollozos - Creí que no te volvería a ver - dejo que el llanto expulse todo el episodio que he vivido, sé que con esto voy a asustarla, comenzará a alterarse e interrogarme sin cesar, pero no importa, nunca creí que llegaría el día en el que preferiría mil veces los ataques de pánico de mi madre sobre cualquier otra cosa, pero ahora todo es distinto, no los cambiaría por nada en este mundo.

Elizabeth I: El chico en la ciudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora