Capítulo Dos : Polos Opuestos

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Lo primero que sintió al abrir los ojos fue el horrible dolor de cabeza producto de la resaca. ¿Cuánto había tomado? No lo recordaba. Ni siquiera lograba entender por qué había hecho semejante acto de imprudencia. Por supuesto tampoco sabía cómo había logrado llegar a su departamento sin problemas. Era obvio que alguien lo había traído, la pregunta era saber quién. Eso no le importaba, solo quería quitarse el dolor de cabeza y de estómago, sentía náuseas y una terrible hambre. Se levantó con dificultad y se arrastró hasta el comedor, allí arriba estaban las medicinas que dejó Sarada, tomó las pastillas y las tragó con fuerza.

Media botella de agua fue a parar a sus riñones. Al soltar la bocanada de aire satisfecho, no pudo evitar eructar en contra de su voluntad, se tapó la boca al sentir el olor a alcohol. Era el turno de asearse, cepilló sus dientes como si nunca lo hubiera hecho y peinó sus horribles cabellos desastrosos. A veces deseaba tenerlos lacios y así evitaba que el peine se atasque. Todavía tenía puesto la ropa de anoche, así que se la quitó y se la cambió por una limpia. Una camiseta blanca holgada y un pantalón de buzo negro. Se calzó las botas, pues iría a entrenar para despejar la mente. Estiró su cuerpo hacia adelante y guardó su billetera. En el camino comería algo.

Bajó las escaleras del edificio a varias zancadas y al aterrizar, pegó un último salto debido a la inercia. La tienda de conveniencia más cercana quedaba a unos cuatrocientos metros del edificio. Soltó varios soplidos y comenzó a trotar, para aumentar la velocidad segundos después. Empezaría con algo relajado, tenía que mejorar su velocidad y practicar la nueva técnica que había mejorado e inventado en el último entrenamiento. Corrió de manera pausada con ritmo hasta el minimercado, ahí se detendría para poder desayunar algo sencillo.

Se quedó trotando mientras esperaba a que las puertas de vidrio se abrieran hacia los costados, al dejarle el paso, ingresó caminando. Se acercó a la heladera para buscar una bebida refrescante y luego se fue hasta las góndolas. Buscó un mini bento bastante completo, con onigiri, sushi y algo de tamagoyaki. Prefería la comida grasosa. Miró la bandeja con hambre y la tomó sin pena. Cuando estaba por ir a pagar, se cruzó con ella. Sarada estaba comprando algo de verdura, parada frente a la góndola, sin poder decidirse de cuál lechuga escoger. Tenía puesto un quipao escotado, con una venda que cubría sus pechos, una bufanda amarilla, unas calzas negras acompañadas con unas botas hasta las rodillas. Se veía atractiva, debía admitirlo. Tragó saliva. ¿Era correcto hablarle? La veía muy concentrada escogiendo los productos. Hacia mucho que no se veían y por alguna extraña razón, no se reconocían, eran como dos completos desconocidos. No lo pensó más. Se acercó con cautela y se posicionó a su lado, inspeccionando las verduras.

-Yo que tu escogería las que menos podridas estén-dijo con sarcasmo.

Sarada dio un respingo hacia atrás y soltó un grito del susto. Al voltearse hacia la voz comprobó que era el rubio, Boruto Uzumaki, por un instante vinieron sus caricias y su beso apasionado. ¿Cómo olvidarlo? No había logrado pegar un ojo en toda la noche por su culpa y por eso estaba de malhumor. Apretó sus dientes y lejos de responderle con el mismo sarcasmo, le propinó un fuerte golpe en la cabeza. El rubio se sujetó la cabeza al recibir el impacto, ¿qué le pasaba de repente? La miró furioso:

-¡¿Por qué me golpeas?! ¡Solo te di un maldito consejo!

-Deberías haber tomado con moderación-lo regañó-. ¡Porque seguro ni te acuerdas lo que me hiciste anoche!

Boruto levantó una ceja en señal de total desconcierto, ¿anoche? ¿qué había pasado anoche? Solo recordaba las copas que se había tomado, las bromas pesadas de Metaru y de Mitsuki, y haberle escupido en su ropa. Nada más. ¿Qué más había pasado? Sintió terror al empezar a atar cabos y darse cuenta que había sido llevado hasta su habitación, ¿cómo llegó hasta ahí? Alguien lo llevó, eso era claro, pero ¿quién? Tragó saliva con fuerza,¿y si era Sarada? Estaba borracho, podía haberle hecho cualquier cosa, sabía que perdía la cordura cuando se pasaba de copas. La miró esperando una respuesta de su parte, pero la chica solo lo ignoró y siguió su compra, directo a la caja. El la siguió, necesitaba saber qué burrada había hecho o se quedaría con la intriga. La pelinegra lo evadía, no quería dirigirle la palabra. Terminó de pagar su compra y luego le siguió el rubio, no tardó en seguirla, necesitaba responder a sus preguntas.

Océano Escarlata (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora