Capítulo #12

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Domingo 17 de marzo del 2019

Observo el dibujo que Paige me regalo años atrás cuando era tan solo uno niña por un tiempo indefinido. En el dibujo todos sonreímos. Todos estamos felices; en el dibujo aún estamos todos.

― ¡Alden se nos hace tarde! ¡La misa empieza en tan solo unos minutos! Grita Marcella quien me conoce también y ya sabe que estoy en la oficina.

Yo también la conozco si no salgo en tres minutos ella entra angustiada y me busca con su ojitos quienes suspiran de alivio en cuanto me miran; me levanto sin cautela y me coloco detrás de la puerta con la intención de sacarle un buen susto, esta se abre al minuto y Marcella me busca, pero no me encuentra se lleva la mano al pecho y antes de que pronuncie mi nombre la sujeto con fuerza en mis brazos, ella me abraza con fuerza, se aferra a mi cuerpo y esconde su cabeza en mi hombro. ―Aquí estoy Marcella ―. Aquí estoy ―digo mientras tomo su rostro en mis manos, sus ojos están humedecidos y sé que se esfuerza demasiado para no romper en llanto le sujeto la mano y juntos nos vamos a la misa anual que se celebra en honor a nuestra querida Paige.

Estoy sentado en las primeras filas, el padre habla y una estatua de bellas facciones esta erguida en el altar frente a mí. Es un cristo con una corona de espinas y lágrimas en los ojos, el cual me recuerda a todas la chicas del caso inspirando una de mis primeras teorías sobre algún tipo de secta religiosa o anticristiana responsable de los asesinatos, siendo víctimas no más de un simple medio para representar alguna singular o particular creencia, se investigó a todas y cada una de las sectas del área, pero ninguna era las responsable, me costó casi un año aceptarlo, la vida de un oficial, múltiples traumas psicológicos, una demanda por parte de las autoridades dueñas de tales organizaciones, casi me cuesta la vida y tuve que perder el resto del años en firmando actas en los que prometía no hablar de muchas de las actividades que se llevaban a cabo en tales instituciones, por lo que ahora centrare mi búsqueda aun solo asesino.

Salgo de iglesia tomado de la mano con Marcella, afuera el sol ilumina las impotentes estatuas de los ángeles de miradas tristes, el olor a flores inunda las fosas nasales de todos los que con paso cansado caminamos entre la tierra de los muertos.

Juntos llegamos a nuestro destino me detengo en secó a tan solo unos centímetros de la tumba y solo observe a Marcella colocar las flores favoritas de Paige en la lápida, aquella escena derrite cualquier glaciar que se congelo en el alma. A los minutos Marcella se levanta se seca alguna que otra lagrima y camina con la cabeza en alto se detiene frente a mí y sonríe.

Yo estiro mi mano y ella la toma. Y juntos caminamos lejos de ahí, es a mitad del camino que una mujer de pequeña estatura, pero de mirada dura y profunda aparece de repente y pregunta ― ¿Alden? ¿Alden Smith? La observo por unos segundo antes de contestar y noto que su respiración esta entrecortada y sus mejillas están rojas lo que me indica que posiblemente corrió una considerable distancia para estar ahí, nos detenemos en seco, mi ceño se frunce y con vos gruesa replico. ―Alden Smith criminólogo. ¿Necesita algo?

―Soy Rachel Horney psicólogo clínica ―dice de forma precipitada mantengo mi semblante serio y reprimo el impulso de querer abrazarla.

―Lamento mucho su perdida, pero solo acepto consultas durante la hora laboral ―. Si me permite ―digo por ultimo y comienzo a caminar, pero rápidamente ella se coloca frente a nosotros una vez más.

―Soy la madre de Rachel, no vengo por una consulta ―, yo quiero ayudar a encontrar al asesino. Dice con firmeza, mi corazón se encoje sabía que era la madre de Rachel en cuanto dijo su nombre como le explicaba que me dolía no saber quién había matado a su hija y que por eso no quería escucharla hablar.

―Le recomiendo que entonces hable con el cuerpo de policía. Yo no estoy autorizado para permitir que entre al caso y mucho menos para compartir información recuerde que mucha de esta es confidencial. Digo con fingida indiferencia.

Lo hice hable con ellos, pero no necesitan más personal. Me explica.

― ¡No puedo ayudarla! Exclamo y su mirada se apaga.

―Pensé que me entendería. ¿No es por su hija por quien termino involucrado en este caso? ―cuestiona.

¿Le gusta la lasaña? Pregunta Marcella sonriente y la mujer la mira confundida para luego asentir con la cabeza como símbolo de afirmación.

Me alegra así nos acompaña a cenar y mientras preparo todo Andrew y usted discutirán el casó.

Los ojos de ella se iluminan y yo no discuto.

Las raíces de un sauce llorónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora