Capítulo IV.- Buscando respuestas.

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Desde que Meryl inició con sus bromas pesadas, Ethan decidió emprender un viaje a casa de su padre.

Casi nadie en el Colegio estaba enterado que el padre de Ethan era en realidad el Rey de Redova, y que él era, naturalmente, un príncipe. Sólo los directores del Colegio y uno que otro profesor lo sabían.

El Rey había hecho eso para proteger a Su hijo de los enemigos. Sólo podían hacerse saber quiénes eran cuando enfrentaban alguna batalla o se celebraba algún Consejo Real.

En cuanto llegó lo recibió en la entrada su hermana mayor, Christine. Era la de en medio. Chica de estatura mediana, cabello castaño lacio hasta la cintura, y ojos color café intenso.

— ¿Qué ocurre hermano? ¿Han terminado ya las clases?— le dio un abrazo.

— No hermana. He venido porque necesito su ayuda. De mi Padre y hermanos.

— ¿Tienes algún problema en el Colegio?

— El de siempre. Meryl.

— ¿La hija del ministro sigue comportándose como una tirana?

— Sí, y está haciéndole la vida imposible a una pobre chica.

— ¿Y qué podemos hacer nosotros?

— Ponerle un alto a Meryl. Y no como personas, sino como príncipes.

— Meryl siempre se ha comportado de esa manera, ¿por qué el interés repentino de ayudar a una pobre chica?

— Me he enterado de que es huérfana. Nuestro Padre siempre nos ha dicho que debemos socorrer a los afligidos y a los huérfanos. Además, tengo la impresión de que ésta chica no es común y corriente.

— ¿Qué quieres decir?

— Tiene sangre noble. La he observado lo suficiente como para darme cuenta de que no pertenece al mundo normal.

— ¿A la Realeza, quieres decir?

— En efecto. Ningún noble debe ser tratado de esa manera.

— ¿Pero no me dices que es huérfana?

— Cualquiera que sea lo suficientemente observador puede darse cuenta que Coraline no es hija de los profesores Mercy.

— ¿No querrás decir...?

— Sí, me da la impresión de que podría ser así. Necesito que tú y Hazim me ayuden a descubrir la verdad. Porque de ser así, es nuestro deber que se descubra.

— Nuestro Padre ha llevado años esa búsqueda, ¿qué te hace pensar que debe continuar?

— Hermana—la tomó de los hombros—En el Palacio está una silla vacía. Esa silla le pertenece a alguien, y es a nuestra hermana perdida.

— De cualquier modo, no tenemos manera de comprobar de que esa chica que dices sea la hermana que estamos buscando. Hace años que Namhaid, el enemigo de nuestro Padre la raptó, y la llevó lejos. Bien pudo venderla como esclava, regalarla o qué se yo. O lo que es peor, pudo haber terminado con su vida...

— Sí, como también podría ser que la hayan encontrado unos piadosos ancianos que vivían en un pueblo apartado. Además, sus ojos se parecen mucho a los tuyos.

— Muy bien, ¿y qué propones hacer?

— Traer a Coraline al palacio, y hacerle todas las pruebas correspondientes. Y cuestionar también a su madre adoptiva.

— Pero debemos hacerlo con suma discreción. No podemos dejar que algún espía o enemigo se entere de lo que pretendemos. Porque de saberlo, se encargarían de que Coraline muriera en menos de unas horas.

La historia de una princesa, que no sabía que lo era.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora