Primera noche

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Cuando Diosito llevó a Cristian al foso de los placeres, la fiesta ya había empezado. Las chicas bailaban entre sí tocándose las tetas, la cola, calentando a todos.

-Esto es hermoso pendejo, es como si fuera tu primera noche, pasá. Mirá esas pedazo de yeguas. Cómo te la paran ¿no?

-Están re buenas, sí.

Cristian estaba algo preocupado por su situación penal, sus días ahí adentro, su futuro. Todo eso enmarañado en su cabeza no lo dejaba soltarse del todo.

Tenía el seño fruncido cuando entró, la mirada cargada de rabia. En aquellas circunstancias, el miedo no lograba dejar de anteponerse a todo lo demás. Todo quedaba reducido a esa oscuridad mohosa y húmeda de aquel encierro espantoso. Las cucarachas parecían no soportarlo tampoco y corrían a buscar calor en las diminutas grietas. Si hasta el humo se percibía distinto, pesado e intenso ahí adentro.

-Que, ¿no te gustan? Uh mami mirá como se te asoma toda la burra, me re calienta eh -dijo Diosito en un tono mimoso, mirando a una de las chicas que pasó acariciándolo. Volvió a mirar a Cristian y le ofreció de su cerveza.

Cristian tomó un trago y le devolvió la botella. Unas luces tenues ponían el lugar en penumbras. La atmósfera le pesaba en ese instante aunque sólo le llevaría a Cristian unas noches acostumbrarse a la prisión y apenas un par de horas, no querer irse de allí por mucho tiempo.

-Vení, sentate. Estás tenso pendejo. Tomate otro trago, la idea es que la pases joya, viste? Por eso te traje acá. Allá es medio choto a veces pero acá es re piola. Este es el foso de lo' placeres. Acá podé' chupar, merquearte, cojé', que ta todo bien, entendé'?

-Sí, eso es lo que más extraño. Hace como dos días que no la pongo -dijo Cristian cerrando los ojos y apoyando su cabeza en la pared en un suspiro-. Extraño a mi novia.

-Bueno, acá no la vas a extrañar, te traje estas chichis para eso.

-¡Dejá de mentir pedazo de pinocho a carretel que las pibas las puse yo! -manifestó, desde un costado, Mario. Su hermano solía escuchar sus conversaciones, era costumbre en él meterse y corregirlo. Diosito no lo dismintió.

-Uy me está re calando e'te. Metete en tus cosas Marito, que yo le 'toy enseñando al pibe -dijo gritando sin mirarlo y continuó-. No le des bola. Nosotro' sigamo' mirando. Podemos estar un rato largo así. Todo lo que queramos y de última si no nos dan bola nos curtimo' entre nosotro... Tomá, tomate otro trago.

Diosito sonreía pero Cristian no.

-Lo de curtir no da pero escabiar me re gusta. Además lo recontra necesito- respondió Cristian.

-Igual, no importa que seas cheto, en el fondo somo' todo' putos. Me lo dijo el psicólogo, quedate tranquilo-. Cristian lo miró confundido. Diosito, midiéndolo acotó -Te estoy jodiendo, bola.

-Quedate tranquilo que en un rato no sé lo que me va a gustar. Por ahí me gusta tu pelo, no sé.

-Mi sonrisa... jajaja. Relajá, no pensé' en nada. Cuanto más actúes adentro como actuarías afuera peor es. O mejor. Eso lo ves vo' viste?

Finalmente Cristian sonrió asintiendo.

La música sonaba fuerte y las cervezas y el vino desfilaban entre los convictos. Todos, a excepción de Cristian, sabían cómo iba a terminar esa noche. Contando las chicas eran menos de 13, pero el número alcanzaba y sobraba para que todo tomara un tenor de fiesta oscura.
El cortijo (más tarde Cristian descubriría que el lugar en donde estaba puntualmente no era precisamente el foso de los placeres) era un sector para el ocio, destinado meramente a sus más despreocupados placeres. Aunque no todos los presos solían ir allí puesto que algunos ni siquiera lo conocían, no había lugar entre esas paredes para pasarlo mal.

El Marginal XXXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora