La ira de Dios

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Cuando Diosito se enteró que César había llevado a Cristian al foso de los placeres su enojo fue tremendo. Ese hecho en sí implantó una semilla de bronca. A muy largo plazo, esa bronca germinaría en odio y desencadenaría después, más allá de los confines de esta historia, en una venganza fría y amarga.

Pero ahora era la bronca.

La ira.

Diosito fue a buscar a César pero como no pudo discutir sobre el tema apenas se fueron a las manos. Apenas, porque los separaron. La sub21 cuidaba a su líder y no permitía que nadie fuera de arrebato.

-No le pude decir nada. 'Taba la gilada escuchando to'o. Lo voy a mata' al hijo de puta -Diosito estaba lleno de ira.

-¿Por qué te preocupas tanto? -preguntó Cristian-. Todo el mundo estaba ahí. Los mismos que estábamos en la fiesta nos fuimos yendo para el foso, sin saber quiénes iban. O sí, no sé bien cómo es.

Diosito pareció tropezar con las palabras. Estaba afligido. Había dolor en su hilo de voz.

-Sí, pero no todos. Algunos saben nada más. Además yo tenía los ojos tapados, yo no sabía que estabas ahí. A vos te quería llevar yo, entendes? Hay que explicar cosas, no es ir y nada má', así como así, moco.
-¿Qué tengo que saber?
-Por qué vamos. Que lo que pasa ahí ahí se queda, nadie habla afuera del foso. Todo lo dejás ahí, cuando cruzas la puerta.
-Y por qué van? ¿No se puede hacer lo mismo en los baños?
-No, no se puede. Nos escondemos para pasarla bien porque ahí nadie te juzga. También porque nadie se banca ser libre. Libre de acá ¿entendés?, de la cabeza. Libre de la pija. Incluso en el encierro. Si gozás afuera del foso tiene que ser con una mina y si no sos puto, y no está bien visto eso. Si so' puto sos el cachivache de todos después. Hasta te pueden hacer boleta. En cambio adentro no. Todo vale en el foso. Porque todo lo que tenemos es nuestro placer para ser libres. Eso no nos lo saca nadie. Es lo más cerca que podemos estar de la liberta'.

El silencio quebró el instante como un piedrazo en un espejo. Fue un segundo fugaz con el más amargo de los matices. Los motivos para undirse en los pensamientos más profundos fueron muchos. Cada uno de ellos tenían su endeble y tenaz argumento. Débiles y fuertes, todos allí eran soldados de sus ideas y de sus hechos. Cristian y Diosito también.

A lo lejos los internos se gritaban. Una gresca parecía esbozarse sin demasiada contundencia. Era así, el mismo telón de fondo para cada tarde.
Bullicio neurótico.
Ruido blanco de sus días.

Cristian tenía ansiedad.
Diosito sentía algo parecido a la traición.
Se pararon y empezaron a caminar a la par, mientras fumaban. La idea inicial era estar juntos siempre. La mala idea de haberse separado en la fiesta del cortijo había sido de Diosito. Por eso César pudo tomar ventaja.
Le dolía esa jugada sucia.
"¡Qué hijo de puta!".
En su fuero interno, se culpaba por eso.

-Yo quiero ir.
-Que decí' Moco. Ese lugar no e' para vos. Vos sos joven, tenés novia, podé' buscar el disfrute en otro lado.
-Ya no tengo novia. Mi vida es esta ahora.
-Pero... y el amor que le tenías? La extrañabas, ¿te acordás? -El rubio estaba extrañado, no le entraba en la cabeza que alguien pudiese desenamorarse de un día para el otro. El amor para él (para la mayoría allí adentro) era un tesoro de un valor gigante. Nadie despreciaba al amor-. El amor es todo, Moquito.
-El sexo también es todo. El amor va y viene en las personas, en cambio el deseo no. Es intrínseco al ser humano.
-Qué poronga sinifica eso.
-Jajaa me lo dijo un profesor de filosofía. Que es propio de nosotros, que viene con el ser humano. El deseo está desde que uno nace.
-Ah sí, como los bebés que se toquetean el pitito, 'tan todo el día metiéndose mano hasta que se la ponen durita. Yo también, desde chiquito no má' me frotaba contra todo lo que encontraba. Alto pajero era, jajaa. El deseo estaba conmigo.

Cristian sonreía. Sus mejillas se encendieron. Eran dos tomates rojos en ese rostro tan blanco y suave. La mirada con la que miró a Diosito pareció cautivar a este último.

-¿Y vos? -preguntó el mayor. Se detuvo, arrinconó a Cristian lejos de las demás miradas. Un policía vigilaba un portón a lo lejos pero no los molestó. Los Borges estaban tranquilos en ese sentido, podían caminar la cárcel sin que "les respiraran en la nuca".
-¿Yo qué?
-¿Te pajeabas mucho de chiquito?
-Sí. Y también me pajeo ahora. Pienso en las cosas que vi y se me re para al toque.

Los ojos de Diosito miraron la entrepierna del más chico. Un bulto tieso crecía en su pantalón. Diosito lo miró con ganas, casi se le cerraron los ojos de tanto erotismo. Se le mezclaron todos los sentidos. Se acercó para sentirlo mientras lo rozó un poco. La diferencia de altura hizo que sintiera el bulto de la verga henchida sobre sus muslos. Estaba caliente y el frote los incendió a los dos.

-Dale, Dios. Quiero participar. Recordá que tengo guita y que acá adentro tengo que pasarla bien. Por fa...
-Sos un hijo de puta pendejo. Dale, me convenciste. Esta noche. A las 12. Esta noche vamo' a jugar todos. Todos vamos a ser amos. Necesitamos un esclavo. Preparate.

En seguida se tomó el palo, como decía él. Dejó a Cristian con su verga también al palo y se fue.

Tenía la cabeza a mil. Tenía que arreglar todo para que Cristian tuviera una experiencia inolvidable, en su primera participación activa en el foso de los placeres.

-Che Diosito, recién me vino a ver Pardo, quería hablar con vos -lo interceptó Mario en el corredor.
-¿Que quería el pesado ese?
-Asegurarse de que lo estemos cuidando, y de que al pibe no le vayan a romper el orto.
-Uh. Menos mal que no vino mañana.
-¿Qué estás murmurando vos?
-Nada, Marito, nada. Que se quede tranquilo.
-¡Ojo con el pibe. No la cagues... ¿Que andás con la pija dura vos?
-No, no nada que ver, e' así de grandota no más. Queré' ver?
-Andá pelotudo, sacá esa comadreja muerta de acá.



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