Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

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Cristian había estado fumando todo el día pero no tenía remedio, le gustaba volar.
Quería más. Aunque disponía de dinero no había logrado quién le vendiese ahí adentro.
Un tonto. Si quería fumar y no encontraba quién le proveyera bastaba con pedirle al mismísimo Antín. Se la hubiese regalado.

Pero no.
No pidió. En cambio se sentó a esperar. Había caído la noche y un trago de alcohol lo hubiese calmado.

Del otro lado del patio Diosito hablaba con César. Cuchucheaban. Parecían dos colegiales fumando tabaco, copiándose en un examen. Eran, sin embargo, invisibles a la masa. Eran materia translúcida, figuras de arena en el desierto.

Esa noche se estaba cumpliendo el primer mes de Cristian en prisión.
Durante la cena, lo planearon todo.

"Hay que bautizar al pibe", dijeron. Darle el premio.

Cuando Cristian se despertó en medio de la madrugada, abrió los ojos pero vio poco: apenas la silueta de Diosito se recortó entre las penumbras.

-Shhh, no hagá' ruido pendejo y seguime -le dijo el rubio murmurando. Todos dormían en la celda. Cristian, creyó que serían cerca de las 3.

Fueron a un pasillo que comunicaba a un lugar abandonado de la cárcel. Para llegar había que cruzar el patio sin que los vieran.

Ni bien llegaron Diosito abrió un vodka. La botella estaba escondida, empezada; ya había rastros en el lugar de que antes habían estado ahí. Papel, unas frazadas, la espuma de un colchón inmundo y un espejo. A Cristian fue lo que más le llamó la atención.

-¿Y esto? preguntó.
-Esto lo ponés así por la ventana. Es para ver que nadie venga. Vení, tomate un trago-. Diosito se sentó en el colchón pero Cristian dudó un poco y se tiró sobre una de las frazadas. El olor ácido y violento lo mareó un poco. Todo olía a pis, a humedad, y a cosas que nunca había olido. Tomó un trago.

-¿Qué vamos a hacer?
-Vamo' a charlar un poco, mirar la noche, tomar este escabio.
-Ah.
-¿No te gustó venir? Toda una adrenalina cruza' el patio, viste?
-Puede ser, estaba un poco dormido.
-No te tiene que ver nadie igual, si no...
-Si no ¿qué? -preguntó el más chico tras la pausa.
-Y, si te ven venir para acá con alguien te tratan de puto, después sos la hembra de todos, re verga me entendé'. Mirá te voy a explicar. Acá lo único que nos salva es coger. En eso todo' 'tamos de acuerdo. En el sexo sos libre, me entendé'? Hay libertad en cada sacudida de pija, en cada embestida, en cada chorro de chele. En ese momento somos más libres que Tarzán en el medio de la jungla. No importa con quién cojás, lo importante es que no te vea todo el mundo.

-¿Pero... y lo de las duchas? ¿No tenías miedo que nos vieran?
-No, no iba a entrar nadie ese día pero ahí de última la camuflás con el baño.
-¿Y el foso de los placeres?
-Nosotro' no fuimo' al foso todavía. Olvidate por ahora de ese lugar. Fuimo'al cortijo. Ahí está todo bien pero es más para cuando hay fiesta.
Acá este lugar es para estar más tranquilos, lo conocemo' un par nada más. Es pa' festicholas más privadas.

Diosito sonrió al pronunciar la última frase. El claro de luna se afiló refinada en su sonrisa deformada. Cristian se sintió más seducido que nunca y se acercó un poco con la excusa de pasar la botella. Veía en Diosito una suerte de amigo, sentía admiración por esa personalidad enigmática. Si en los mitos griegos que le habían enseñado en la escuela tuviera que haber habido un monstruo erótico nacido desde el barro, un anti Adonis; sin dudas, hubiese sido como Diosito.
A Cristian, Diosito le causaba por momentos cierto rechazo pero automáticamente le parecía atractivo, era raro; un sentimiento difícil de describir. No podía dejar de (ad)mirarlo. No sabía si era el encierro, el saber que era más grande y experimentado, su cuerpo extremadamente bello, la fealdad de su sonrisa, la belleza de su rostro, su virilidad, el tamaño casi imposible de lo que le colgaba entre las piernas, sus tatuajes, su manera de haberlo hecho gozar o qué pero le era sumamente inevitable no sucumbir a sus encantos.

-Me gustaría ir a ese foso a mí. Me gusta el nombre, me gusta el placer -dijo Cristian desviando un poco la mirada. En ese momento sintió el brazo de Diosito en sus hombros y una mano en su entrepierna. Fue un abrazo normal pero había brío en ese abrazo. Le gustaba recibir ese tipo de gestos, aquellos modales licenciosos, ese desprejuiciado contacto, típico de la complicidad, (manejo de reo) hacía que se sintiera parte de la manada.

-¿Ehh está ansiosa la pichila? Bancá un toque que ya viene la acción -dijo
Diosito manoseándolo un poco. Luego miró por el espejo.
Cristian sentía cómo se terminaba de erectar su miembro. Necesitaba sexo, gozar, caer perdidamente en el placer. No supo cómo accionar en ese instante y pensó en arrojarse al pozo: besar a Diosito desenfrenadamente y hacer que le chupase los huevos deliciosamente como en las duchas. El solo recuerdo de tremenda chupada lo ponía más al palo. Se pensó a ellos mismos tocándose mutuamente hasta acabar. La imagen mental se rompió apenas comenzó a formarse.

-Ahí vienen -dijo Diosito.
Cristian miró y vio entrar a César, el pibe del patio, con una hermosa travesti apenas vestida.
-Y cómo va? Ya calentaron la pava putitos? -bromeó el recién llegado.
-No pelotudo, estábamos esperando acá, escabiando un rato. No le dije nada de la sorpresa.
-No somos putos -acotó Cristian con poca simpatía.
-No pasa nada pá, acá no juzgamo' a nadie-. La respuesta de César careció de ironía. Fue noble y desprejuiciada.
-Pero no somos putos, tiene razón el pibe. Puto es el que se viste de mujer en todo caso -dijo Diosito tratando de acomodar sus ideas.
-¿A ver, qué le quieren hacer a este puto vestido de mujer? -dijo la travesti con una suave voz impostada. Morocha y bonita, se llamaba Jennifer; era un convicto por robo a mano armada con un procesamiento en suspenso.

-Te vamo'a hace' de todo mamita. Vení que te manoseamo un rato perra, te sacamo' la ropita -dijo Diosito trayéndola hacia el colchón.

La travesti quedó en el medio de ellos. Cuando Diosito empezó a desvestirla dos enormes tetas quedaron expuestas. Los pezones eran duros y oscuros. Se mojaron automáticamente con la baba de Dios.
Cristian sintió que lo tocaban, le desnudaban la verga ya dura como un mastil. Y lo pajeaban. Miró a la travesti: sus dos manos estaban en Diosito. Lo miró a éste. Diosito le guiñó un ojo y empezó a besar a Jennifer.

-Vení pibe, arrimate al fogón -dijo Diosito hablando entre los besos.
-Estoy bien acá -respondió César desde un costado, mientras se metía una línea por la nariz-. Me gusta mirar. Su verga empezaba a cobrar rigidez y la sacó por una de las aberturas del short hecha una tabla. Empezó a tocarse sin perderse detalle.

Vió entre sombras cómo Diosito le amazaba las tetas y cómo Cristian se las chupaba un poco. Vio a Diosito tocar la pija de Cristian y como pasaba a la de Jennifer. Vio cómo la sacudía y la frotaba: era enorme y un poco doblada a la derecha. La calentura se le desparramaba por el cuerpo. Vio las ratas en los techos. Vio a Cristian vestido, con su erección guardada, venir hacia él a meterse una raya. Lo vio quedar sobre las frazadas, lejos del colchón, cerca de sus piernas. Su placer empezaba a potenciarse por todos lados. Sus venas se colmaban de voluptuosidad y sacudidas internas.

Era buena la merca, lo que Cristian no sabía era que de cierta forma la pagaba su papá.

-¿Ustedes no eran enemigos? Le preguntó Cristian a César, haciendo alusión a la conocida enemistad que este tenía con Diosito.
-En un tiempo, pero para estas cosas no. Acá somos íntimos. -Sonrió. César era morocho, hermoso, de estatura baja, tenía un cuerpo bien proporcionado y tenía la más perfectas de las sonrisas.

Cuando César vio a Diosito chupar la verga dura de Jennifer, se acercó a la pareja y dijo decididamente:

-Ahora sí bebé. Al César lo que es del César.
-Y a Dios lo que es de Dios -acotó el rubio. Ambos rieron.

Cristian se quería masturbar en esa intimidad que le daban las frazadas y la oscuridad de ese rincón pero algo lo distrajo. Sus enormes ojos se agrandaron aún más de asombro no cuando vio a César metiéndole el pene en la boca a Jennifer para que lo chupara sino cuando vio a Diosito montado a Jennifer y a punto de ser penetrado.

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