Llena de nervios pero muy decidida, comencé a caminar hacia donde el se encontraba. Mientras me aproximaba a el, pude apreciar mejor lo guapo que era. No llevaba nada puesto más que unos shorts cortos de color azul cielo. Su cuerpo escultural me hacía creer que era un hombre que se mantenía físicamente activo. Su pelo lucía más alborotado que ayer, aunque eso fue en lo menos que me estaba fijando. Mi mirada no se podia despegar de sus fuertes brazos y la forma en la que se le contraían los músculos cuando daba instrucciones a los niños.
La manera en que los niños jugaban y reían con el me causo ternura. Era demasiado bueno con ellos, lo que lo hacía ver aun mas atractivo. Tenía que ser un psicopatía, asesino o algo por el estilo, es que es imposible que sea tan perfecto.
Por fin había llegado a donde estaba y me detuve delante de el. No pude evitar sonreír.
—¿Eres como un multiusos en este lugar? ¿Digo, aparte de doblar toallas también das clases de surf?— Pregunté con una sonrisa burlona. El solo me miró con su rostro lleno de confusion.
—¿Que? Perdón no sé de que me hablas.
—Emm. ¿Tu no trabajas aquí? Ayer llevabas puesto el uniforme de los empleados de este lugar? ¿Si eras tu cierto?— Cuestioné algo confundida.
Oh por Dios! ¿Podría ser posible que me confundí y no sea el? Que vergüenza. Comenzaba a entrar en pánico cuando dejo salir una risa. Era la misma bella y contagiosa risa de anoche, si definitivamente era el.
—Si soy yo y déjame decirte que eres aun más linda de día y sin lagrimas cubriendo tu rostro. Dijo, haciéndome sonrojar.
—Gracias. ¿Pero no entiendo por qué te mirabas tan confundido?
—Es que yo no trabajo aquí, bueno si pero no exactamente doblando toallas. Creo que debo presentarme apropiadamente, soy un mal educado.— Extendió su mano para que la tomara.— Hola, mi nombre es Simon Alvarez. El encargado que en este lugar todo marche bien y también soy el dueño de este hotel.
Mi mandíbula cayó hasta el suelo. No esperaba que siendo tan joven fuera dueño de un hotel. Se me hacía tan humilde que no me pasó por la cabeza que fuera un hombre adinerado.
—Wow! Que vergüenza. Yo diciendo que doblabas toallas y resulta que eres dueño de todo esto.— Dije mirando alrededor.
—No te sientas mal. Digo es normal que pensaras eso ya que llevaba puesto el uniforme de los que trabajan aquí. Pasa que se me derramó un cafe encima y no tenía ropa extra así que tome una camisa de los empleados. Tampoco es que soy un presumido y voy contando que soy el dueño de aquí, por mi mejor que nadie lo sepa.— Asentí sin decir nada con una tímida sonrisa.
—Y bueno. ¿Me vas a decir como te llamas o que?
—Claro que si, perdón. Soy Ambar Smith y es un gusto conocerte Simon.
—Ambar, que lindo nombre. ¿Oye te gustaría ir caminar por ahi conmigo? Yo básicamente terminé con lo que estaba haciendo aquí. Creo que espantaste un poco a mis alumnos y ya se fueron.— Miré donde previamente se encontraban los niños y en efecto se habían ido.
—Perdón.— Dije nuevamente avergonzada.
—Te perdono con dos condiciones. La primera, que dejes de pedirme perdón ya van como tres veces que lo haces. Y la segunda que aceptes mi propuesta de ir a caminar juntos. ¿Que dices?
—Acepto, me hará bien caminar y conocer un poco.
Simon y yo caminamos en la playa por lo que pareció ser horas. Hablamos de todo un poco de nuestras familias y carreras. Teníamos mucho en común. Su familia también tenia dinero pero al igual que yo el también trabajó duro para no ser conocido como el hijo de.