Cuatro dias habían pasado desde que Simon me convenció de quedarme en Cancún. Y estos dias a su lado han sido maravillosos. Yo soy una chica tranquila, no me gustan las actividades extremas al contrario de Simon que es amante de la adrenalina. No sé que poder tiene ese chico sobre mi pero me a convencido de realizar cosas que nunca imaginé que me atrevería a hacer. Cuando Simon me dijo que nos íbamos a tirar de un avión lloré. Le suplique que no lo hiciéramos. No soy muy fan de los aviones y ni de las alturas. ¿Como esperaba Simon que me tirara de uno que funcionaba perfectamente bien? El me juró que no me arrepentiría y que me iba a servir para desahogarme. Según sus palabras sería algo terapéutico. Al final me convenció. Muerta de miedo y maldiciendo la hora en que conocí a ese Mexicano, salté de la avioneta. En mi vida había gritado tanto. Agradecí al cielo cuando el paracaídas se abrió y me relaje un poco apreciando mejor lo asombroso que lucía Cancún desde esa altura. Simon tenía razón al decirme que no me arrepentiría, pero ni loca lo volvería a hacer.
Me prometio que hoy sería un día más tranquilo. El estaba muy emocionado por qué me daría clases de surf. Tan en serio se tomó el tema que me llevó a comprar un traje y una tabla de surf.
Con toda la paciencia del mundo Simon intentaba explicarme como mantenerme de pie en la tabla, pero yo era un desastre. Aparte de lo torpe que soy, no me podia concentrar debido a que mi instructor personal me ponía nerviosa. Ese traje mojado y la forma en la que se le marcaba todo el cuerpo, me tenia mal. Me encontraba en una batalla interna con mi mente. Yo le gritaba que dejara de desviar mi vista a lugares del cuerpo de Simon que son totalmente prohibidos y ella insistía en hacerme ver la parte baja frontal de el. Me sentía como una pervertida.
Me estaban pasando cosas con el, lo que me parecía una locura. No hace ni una semana que lo conozco. ¿Como es que se me acelera el corazon al verlo? Su sonrisa que desde que lo conocí me fascinó, ahora me derretía toda. Siempre que nuestra piel entraba en contacto, un torbellino de emociones se forma en mi vientre. La otra noche después de despedirnos con un fuerte abrazo, me descubrí olfateando mi ropa y sonriendo como estúpida porque su perfume se había quedado impregnado en ella. Aveces me daban ganas de brincarle encima y comerle esos antojables labios carnosos. Por momentos las inmensas ganas que le tenía a Simon lo atribuía a el tiempo que tengo sin sentir ese tipo de afecto por parte de un hombre. No recordaba la ultima vez que sentí ese tipo de emociones con mi prometido o cuando fue que estuvimos íntimamente juntos.
Estaba sumergida en mis pensamientos cuando la voz de Simon me regresó a la realidad.
—Ambar! Bonita ¿Que onda? Te quedaste como en las nubes o no sé.— Alzó los hombros riendo.
—Si, perdón Simon. Me quedé pensando en...
—En que?
—En que soy malísima en esto y nunca voy a lograr ponerme de pie.—Dije haciendo puchero.
—Claro que si puedes.— Se quedó pensando un momento.—Ya sé, vamos a trabajar con tu balance en la tabla pero sobre la arena. Creo que sera más fácil.
Nadamos hacia la orilla de la playa y comenzamos a practicar mi balance. Simon se puso detrás de mi, tomando mi cintura y pegando su cuerpo al mío. Mierda. ¿Como se supone que voy aprender así? Mi corazon estaba demasiado acelerado.
—Pon tu pie izquierdo hacia enfrente y el derecho atrás y alza tus brazos así.—Dijo tomando mis brazos para extenderlos. Dejándolos en el aire para regresar sus manos a mi cintura.
—¿Y es necesario que me sostengas por la cintura?— Pregunté bromeando. Sentí como Simon se tensó ante mi pregunta y me soltó.
—Perdón, si te hice sentir incomoda. Si quieres podemos dejarlo aquí.—Contestó apenado.
En mi intento de aclararle que lo decía en broma quise girarme a verlo pero tomé un paso en falso, causando que me resbalara en la tabla llevándome a Simon al suelo conmigo. Mi cuerpo quedó encima de el. Mis manos quedaron sobre su pecho y las de el volvieron a rodear mi cintura.
—Ouch!— Se quejó Simon.—Te ves ligerita pero si pesas Bonita.—Abrí mi boca indignada y le di un golpe en el pecho.
—¿Me acabas de decir gorda?— Simon comenzó a reír.— ¿De que te ríes? No es gracioso!—Dije enojada.
—Era broma, dale Ambar no te enojes.—No respondía pero tampoco me bajaba de encima de su cuerpo.—Ya dime algo ¿Si? Yo se que tu quieres.—Comenzó a hacerme cosquillas.
—No, no me hagas cosquillas las odio— Dije riendo y removiéndome toda.
—Si me perdonas dejo de hacerte cosquillas.
—Te perdono, te perdono!—Grite casi llorando.
Simon dejó de hacerme cosquillas y nuestras risas disminuyeron. Su mano se dirigió a mi rostro quitando un mechón de pelo, llevándolo detrás de mi oreja. Su mirada se quedó clavada en la mía. Se formó un silencio cómodo entre ambos, lo único que lográbamos escuchar eran nuestras respiraciones aceleradas.
—De verdad que tus ojos son como ver el mismo cielo y pederse en el. Me encantan.— Me quedé en silencio. ¿Que se supone que debía responderle? También dile algo de sus ojos gritaba mi conciencia.
—Y los tuyos con ese color cafe son...
—Como perderse en caca.— Dijo interrumpiéndome.
—¿Que? Por Dios Simon! Iba a decir que son como el chocolate. Pero ahora ya no puedo borrar de mi mente la imagen del emoji de caca plasmado en tus ojos.—Ambos reímos histéricamente.
—Eso es muy romántico.—Rio. Y volvimos a quedarnos en silencio sin dejar de admirar nuestros rostros.
—Todo tu rostro es atractivo pero lo que más me llama la atención es el hoyuelo en tu barbilla. Me provoca querer dejar un beso ahi.—Solté dejándome llevar por el momento. Vi como Simon tragó duro y se sonrojaba por primera vez desde que lo conocí.
—Hazlo—Susurró.
No quería pensar, si pensaba no me iba atrever a hacerlo. Así que tomé su rostro entre mis manos y me acerque a su barbilla. Dejé un tierno beso en el hoyuelo y regrese mi vista a Simon, vi como sonreía ampliamente. Ya sintiéndome más atrevida y sin soltar su cara volví a poner mis labios sobre otra parte de su rostro que al igual que su hoyuelo encontraba atractivo. El pequeño lunar que pintaba debajo de su labio inferior. Sentí un choque de electricidad en el momento que parte de mi boca tocó la suya. Me quedé ahí unos segundos sin querer terminar con ese momento.
Al soltar el beso pude ver como Simon tenía sus ojitos cerrados. Sus manos quietas aun cubrían mi cintura. Tenía una fuerte necesidad de saborear sus labios. Era ahora o nunca. De nuevo estaba a centímetros de su boca. Cerré mis ojos y percibí como la respiración de ambos se tornaba pesada. Nuestros alientos chocaban y sabiendo lo que se venía Simon tomó mi cintura con más fuerza apegándome más a el, si es que eso era posible.
Cuando nuestros labios se encontraban ya rosándose, comencé a ver estrellitas. La causa no fue exactamente el hecho de estar sumergida en un apasionado beso, ya que eso nunca sucedió. Un fuerte golpe en mi cabeza proporcionado por un balón, interrumpió el tan intenso y ansiado momento.
Maldije en voz baja. Un instinto asesino se apoderó de mi y quise ahogar en el mar a la persona que me golpeó. Arruinó el único momento de valentía que tuve con Simon y no sé si eso volvería a pasar. Me había quedado con las ganas de besarlo.