Su mirada curiosa estaba fija en mi rostro. El cual seguramente lucía horrible después de haber llorado todo el día. El chico era alto, cabello castaño, y aunque había poca luz pude apreciar que tenia un bronceado perfecto. Realmente era un chico muy apuesto. Portaba un uniforme de los empleados del hotel, así que me imagine que trabajaba en este lugar. Se inclinó hacia abajo para quedar a la altura de mis ojos. Seguía viéndome y sin dejar a un lado su sonrisa por fin hablo.
—¿Tan malo es el servicio de este lugar?— Preguntó, alzando una de sus cejas.— Me quedé en silencio por unos segundos sin saber de que hablaba, hasta que reaccione.
—Oh no, no, no! Ustedes son geniales! Mi llanto no tiene nada que ver con el servicio de este lugar.— Dije limpiando cualquier rastro de lagrimas de mi rostro.
—Bien, entonces no voy a preguntar que es lo que te pasa. No me conoces como para que me lo cuentes y a mi francamente no me gusta meterme en la vida de los demás. Pero, tengo un leve presentimiento que todo esto tiene que ver con ese anillo que tienes en tu mano izquierda.— Dijo apuntando al anillo de diamante que llevaba puesto. Miré mi mano un poco confundida. ¿Como es que sabe que mi sufrimiento tiene que ver con la persona que me entregó este anillo?
—Emm ¿Como?... ¿Que?— Solté toda desconcertada.
—Veras, tu tienes un anillo de compromiso eso significa que te vas a casar. ¿Cierto?— Yo asentí obvia. —Bueno el problema es que yo no te di ese anillo y eso quiere decir que el hombre con el que te casas no soy yo, eso esta muy mal.—Dijo luciendo por primera vez un rostro serio.
Yo fruncí el ceño ¿De que estaba hablando el loco este? De pronto dejó salir una carcajada y al ver que era todo una broma no pude evitar reír con el.
—¿Si sabes que eso fue patético?— Dije disminuyendo mi risa.
—Lo sé pero hubieras visto tu cara. Oh por Dios que risa!— Dijo tomándose el estomago y limpiándose una lagrima que le había corrido de uno de sus ojos.— Ya hablando en serio, mi objetivo era hacerte reír y lo conseguí. Tienes una hermosa sonrisa. Nunca dejes que alguien te la borre, Bonita.
Yo solo pude asentir con la cabeza y darle una tímida sonrisa, no supe que contestarle. Este hombre me había dejado sin palabras.
—Bueno espero verte de nuevo por aquí. Pero quiero que la próxima vez que te vea, tu rostro esté iluminado con esa bella sonrisa que tienes. Esos hermosos ojos azules deberían brillar de felicidad, no merecen ser invadidos por lagrimas llenas de tristeza. Buenas noches Bonita.— Dijo moviendo su mano en forma de despedida. Me sonrió una ultima vez y se dirigió hacia el hotel. Dejándome ahi toda anonadada.
Decidí que también era tiempo que yo regresara al hotel. Extrañamente ese desconocido me ayudó a olvidarme un poco de mis problemas. Me fui a la cama sintiéndome más en paz. Cada que cerraba mis ojos intentando conciliar el sueño, la imagen del chico de la playa se hacía presente. ¿Quien era? ¿Como se llama? Yo también deseaba volverlo a ver.
Me desperté después del medio día. Todos los sucesos del día anterior me habían ocasionado un terrible insomnio y me dormí tarde. Lo primero que hice al despertar fue revisar mi teléfono para ver si Matteo se había dignado a responder algunos de mis mensajes, pero nada. Ni una sola llamada o mensaje había obtenido de el desde que se fue. Más que enojada me sentía decepcionada. Pero no quería quedarme en la habitación llorando de nuevo, no valía la pena. Había pensado regresarme a Buenos Aires hoy mismo pero recordé el frío invierno que ahora invade esa ciudad y preferí quedarme a disfrutar de la playa unos dias más.
Me coloqué mi traje de baño rojo de dos piezas, me puse bloqueador, tome mis cosas y bajé a la playa a tomar un poco de sol. La playa se encontraba tranquila no estaba repleta de gente, era el ambiente perfecto para relajarme y broncearme un poco. Y eso hice por media hora hasta que me aburrí. Justo cuando me levantaba a lo lejos pude ver a un chico que llamó mi atención. Parecía estar dando clases de surf a un grupo de niños. Era el mismo chico de la sonrisa hermosa de la otra noche. No pude evitar clavar mi mirada en el. Creo que sintió mi mirada sobre el o algo ya que levantó su rostro y al verme sonrió.
Tenía que acercarme y hablar de nuevo con el. No sé por qué, pero tenía que hacerlo.
