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Irene corría alegremente en el patio junto a sus compañeras, estaba persiguiendo a Seulgi ya que habían propuesto un juego grupal. Wendy las miraba atenta desde un rincón, luego de lo sucedido el día anterior, la castaña no sabía cómo acercarse a Irene, la pelinegra no había mostrado señales de querer acercarse a ella de nuevo. Wendy se notaba algo desanimada por ello, creía haber arruinado su primera amistad con alguien de allí, mirando con desánimo en medio de su soledad, notó que Irene dejaba de correr luego de haber atrapado el brazo de Seulgi.

Al fijar atentamente la acción posterior de ambas chicas, se levantó de su lugar y con su peluche de Olaf, decidió seguir a las otras dos. Viéndolas salir del patio e ingresar nuevamente al salón, como era de esperarse, la maestra estaba desinteresada en lo que fuera que hicieran, hablando tranquilamente con otra adulta mientras tomaban café. Wendy, sin importarle ser vista, siguió los pasos de Irene.

La pelinegra tiró de la mano de la otra castaña y la guío debajo de la mesa. Wendy al verlas entrar y esconderse, se detuvo y miró a su peluche sobre su pecho.

De repente, se sentía decaída... casi triste. Se debía al observar a Irene hacer lo mismo con alguien más, o mejor dicho, se debía a que parecía que la pelinegra mostraba amor a cualquiera. Sin importarle mucho si quedaba bien o mal con lo que pensaba hacer, fue hacia la mesa donde ambas chicas se ocultaron, espió al levantar ligeramente el mantel y pudo notar que estaba en lo cierto.

Irene le estaba dando un beso, cuando pensó que el contacto sería sencillo o más mínimo luego de que la pelinegra lo diera por terminado, notó cómo la otra niña ponía sus manos sobre los hombros de Irene y volvía a besarla. La sorpresa en el rostro de la pelinegra era notoria, no obstante, trató de seguirle y a los segundos, hasta Wendy pudo ver bien la lengua de Seulgi entrar en la boca de la pelinegra, Irene dejó de hacer movimientos y abrió sus ojos sin saber qué hacer mientras la otra niña seguía invadiendo su boca con inexperiencia, pero podía notar que solo se trataba de sus instintos.

Al reaccionar, Irene se separó de ella y la miró extrañada y desconcertada, no sabía cómo tomar ése contacto, era la primera vez que alguien la besaba así y no se sentía como una muestra de amor como las que solía compartir. Irene, notando toda la saliva alrededor de su boca, se limpió e hizo un gesto de desaprobación mientras torcía sus labios.

—Lo siento —se disculpó con verdadera pena Seulgi. Limpiando su propia boca también, notando que no había sido una buena idea y tampoco le había gustado—, ayer vi a mi hermana ver una película y hubo una escena donde dos personas se besaban así, pensé que podíamos intentarlo —admitía la castaña mientras miraba a Irene avergonzada, la pelinegra sabía que la hermana de Seulgi era mayor que ella, por lo que no se extrañó tanto ante la explicación de la otra niña.

—No pareció un beso de amor —espetó Irene, algo decepcionada con la idea.

¿Significaba que los besos habían dejado de ser una muestra de amor?

¿Por qué no le había gustado?

No se sintió lindo, ni tierno, ni agradable. ¿Habían besos en los que se incluía la saliva y la lengua?

La cabeza de la pequeña pelinegra empezó a crear un sinfín de preguntas luego de lo sucedido. Miró a Seulgi intrigada, capaz ella tenía las respuestas.

—¿Qué más viste? —la pelinegra solo podía pensar en que si habían otras maneras de demostrar amor, debía saberlas para ponerlas en práctica.

Después de todo, Irene amaba entregar amor.

Seulgi se mantuvo pensativa para luego encogerse de hombros.— No pude ver más, mi hermana me vio y me echó de su habitación —suspiró mientras cruzaba sus brazos, medio molesta por recordar aquéllo.

—Bueno, no importa —despreocupada comentó—. Me gusta más dar amor así —y dio un ligero beso en los labios de la castaña, Seulgi asintiendo de acuerdo luego de concluir con el contacto.

Las tres escucharon el llamado de la maestra hacia sus compañeros, diciendo que ya era tiempo de regresar nuevamente dentro del salón para leer una historia. Al notar el griterío de los otros menores al volver dentro, Seulgi fue la primera en salir de debajo de la mesa. Irene pensaba seguirle pero cuando se volteó para ello, notó a Wendy justo frente suyo.

—Wendy —dijo apenas hizo contacto visual, le dio una pequeña sonrisa y continuó—: ¿También quieres amor?

La castaña se mantuvo con la mirada perdida, dejó su peluche de Olaf a un lado en el piso y se acercó a Irene.

—¿Qué sabes del amor? —se aventuró en preguntar, totalmente curiosa. La pelinegra solo le miró con duda pero parecía feliz por la pregunta.

—Es dar cariño, ser buena —comentó con seguridad, guiándose por lo que recordaba de las películas animadas o historias clásicas de princesas—. Los besos son una muestra de amor, es la más conocida.

Wendy escuchaba atenta a la pelinegra, luego de comprender sus palabras le terminó asintiendo de acuerdo, Irene sonaba tan convencida que la castaña simplemente no podía imaginar otra respuesta mejor que la que ésta le dio.

—También quiero dar amor —con esa típica timidez suya, reveló la menor. Irene sonrió en grande al escucharla.

—Está bien —con precisión se acercó aún más a Wendy—, puedes darme amor —afirmó, esperando recibir un beso de parte de la castaña.

Sin embargo, la menor solo se quedó estática e insegura. Con manos nerviosas negó con la cabeza y miró hacia al piso, evitando la mirada de Irene para no sentirse mal por lo que pensaba decir.

—Quiero... quiero darle amor a Joy —susurró, la castaña no parecía muy orgullosa de admitir aquello a otra persona, ya que se podía percibir lo evadida que se mantenía con respecto al contacto visual.

—Pero puedes darle amor a todos —dijo la pelinegra, cruzó sus brazos y miró con extrañeza a la otra niña.

—No quiero darle amor a todos, solo a Joy —se volvía a especificar y esto por alguna razón lograba irritar a Irene.

—¿Por qué solo a ella? —no dudó en articular su duda con algo de fastidio. Irene pensaba que el amor se tenía que dar a todo el mundo, la preferencia de Wendy la confundía y le hacía enojar un poco.

La castaña se encogió de hombros.— No sé —soltaba—, es que ella es linda... y se ve tierna, creo que por eso quiero darle amor —confesaba Wendy, reconociendo que solo prefería darle amor a Joy porque sentía que se lo merecía, simplemente por ser ella misma.

Irene no muy satisfecha con esa respuesta, volvió a hablar:

—Yo también lo soy —decía de manera algo arrogante si lo escuchabas pero la niña sentía que solo estaba siendo honesta—. ¿No quieres darme amor también?

Wendy le miró durante unos cuantos segundos para después negarle con la cabeza.— No, a ti no. Solo a Joy —revelaba con simplicidad, después de todo, era verdad. La castaña no tenía intención de querer compartir un beso con nadie más, parecía nacerle únicamente esa sensación y necesidad de querer realizar aquella acción con la otra pelinegra antes nombrada.

Más había una niña que no estaba encantada con la noticia, y ésa era Irene. Con un notorio rostro de molestia pintando sus delicadas y pequeñas facciones, se retiró de debajo de la mesa para dejar a Wendy sola.

Lo que la castaña no sabía era que la pequeña pelinegra había decidido huir al baño para llorar allí, era la primera vez que alguien le negaba el amor que podía dar y aquello parecía entristecerle más de lo que se esperaría.

As she pleases ; WenreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora