Dos claveles y una rosa

Deseos

- Todo es por mi culpa, soy un maldito cobarde, si no lo hubiese tratado así, si no hubiese hecho todas esas cosas despreciables. Realmente, soy un idiota, un idiota. – se lamentaba James mientras estaba sentado en los fríos escalones de la lechucería, donde había estado hace varias horas, esperando alguna respuesta sobre el estado de Lysander. Al joven lo habían tenido que trasladar al hospital principal porque en la enfermería no podían darle los cuidados adecuados. James se abrazó las rodillas y escondió el rostro entre ellas, mientras su hermano intentaba consolarlo de alguna manera, cosa realmente extraña para él, pero tratándose de una situación tan delicada como esta, las preguntas estaban de más, era cierto que Albus tenía mucho que decirle sobre su amigo, pero, sabía que ya habría momento para explicaciones. James no se había querido mover de aquel lugar por la promesa que Teddy Lupin le hizo de enviarle una lechuza apenas supiera acerca del estado de Lysander, pero hace horas que habían partido y aun no tenía noticias suyas, salvo una lechuza que llegó momento después que se llevaran al rubio y solo se trataba de palabras amenazantes que Lorcan juraba hacer realidad si volvía a encontrarse con James. A estas alturas el mayor de los Potter sentía que merecía todas las desgracias del mundo.

- Deberíamos bajar al comedor, está empezando a hacer frío. Si alguna lechuza llega estoy seguro que irá directamente a tu habitación – dijo Albus con el tono más tranquilo de voz que tenía.

- No, puedes adelantarte si gustas, no tengo ganas de comer nada de todos modos.

- Él se recuperará, ya verás.

- Sé que es fuerte... siempre lo ha sido. Sobrevivió a una terrible maldición hace un tiempo, por eso perdió un año de escuela ¿lo sabías? Él es demasiado bueno para mí, hasta en esa ocasión... hay algo que nadie sabe Al, él me hizo jurar no decir nada pero creo que ya es hora que todos sepan que él me salvó la vida. Esa enfermedad que tuvo no fue tal, fue una maldición e iba dirigida a mí.

- ¿Qué estás diciendo James? –dijo sorprendido Albus.

- Hace un tiempo, en vacaciones, unos mortifagos nos atacaron en el bosque, eran dos, personas que estaban obsesionadas con Voldemort y obviamente, odiaban a cada Potter existente en el mundo. Nunca había escuchado de esa maldición, por lo que pensé que no era gran cosa y quise enfrentarme a ellos, pero, Lysander siempre ha tenido un sexto sentido, uno de ellos lo tenía sujetado de los brazos y el otro venía por mí, no recuerdo bien los detalles, solo sé que el tipo lanzó un conjuro con la varita y de repente Lysander estaba frente a mí recibiendo el golpe. No sé cuándo se liberó del otro sujeto, ni cómo llegó tan rápido, solo sé que recibió de pleno toda la fuerza del hechizo. Después de eso llegaron conocidos y gente de la zona y esos tipos se largaron. No queríamos preocupar a nadie y Lysander nunca mostró nada fuera de lo común después de aquel ataque, no hasta después de un par de meses...

- Cuando su propia magia se volvió contra él, como si lo devorara poco a poco – dijo Albus con voz entrecortada.

- Él sufrió mucho, cada ataque era doloroso... pero sus padres hicieron de todo para que se curase, yo siempre estuve ahí, le prometí nunca dejarlo solo. Pero no pude Albus, me sentí tan culpable que no podía soportarlo, esperaba que no regresara a Hogwarts, que se marchara con su familia a los Estados Unidos, que terminase la escuela junto a su hermano y todo estuviera bien. Pero él regresó, regresó por mí y solo pude tratarlo mal, tan mal como podía para que me odiara y se alejara para siempre.

- Él te ama James, solo quería estar a tu lado, ¿no lo comprendías? Lysander no merecía ese trato.

- ¡Obvio que no lo merecía! Pero sentí que no tuve otra alternativa, sé que los Potter siempre seremos odiados por los magos oscuros, si tan solo se hubiese alejado de mí. Lysander sufrió todo ese tiempo por mi culpa, y al regresar a Hogwarts sé que sufrió más por mi desprecio, y ahora no sé qué pasará... aún se recupere, él no me recordará jamás ¿verdad? Debería estar feliz por él, porque ahora podrá seguir con su vida cuando salga del hospital.