Siete mil quinientos millones de personas en el mundo y él me quiere a mí. A mí que soy un completo desastre, un caos de esos que no se ordena así nomás y frente al cual cualquiera se rendiría fácilmente. Me quiere aunque en ocasiones ni yo misma me quiera, aunque me sabotee y me pierda entre tonterías que tienen solución, aunque tenga gustos simples y me sienta completa con poco. Me adora a mí que soy un constante ovillo de penas a desenredar.
Tantas manos que tomar, sueños que cumplir, regazos en los que descansar, seres a los que amar; tantas vidas en las que podría vivir y se queda en la mía a mi lado y a pesar de todo. Tal vez lo merezco, no lo sé. Me gusta creer que si, que soy una mujer con suerte, que el universo quiso regalarme toda la felicidad que existía y entonces lo puso en mi camino y que él hizo el resto mejor de lo que cualquier otro podría.A veces pienso que es un loco y casi siempre que es un valiente, porque se lanza al ojo del huracán de frente como Don Quijote ante los molinos de viento y desarma con su cariño la catástrofe que era inminente. A veces sospecho que no tiene idea en lo que se mete pero igual se mete, porque no le importan ni la paz ni la guerra, mientras sean conmigo luchando o sonriendo, haciéndonos más fuertes.
Él y yo, como si el destino nos hubiese escrito desde antes. Su amor aquí llenando mi vida de colores, como si mis heridas lo hubiesen esperado desde siempre. Tantos seres y sólo él es mi héroe, mi bien, mi luz y mi eje. Mi héroe sin capa, mi persona especial sin poderes.
Tiene todo un mundo y me quiere.
Tengo todo un mundo y lo quiero.
Y es que no con todos se puede ser, y nosotros somos. Nos tenemos entre miles de millones.