Mi dolor no lleva los restos de algún amante; hace años que acabé con ese castigo que ahora entiendo fue insignificante. Una excusa para no luchar con mis sombras, para matar a mis demonios en nombre del "amor" y llamar fantasmas a las heridas que me robaron la inocencia.
Me he acostumbrado a dormir con esa caricia letal que me estruja el corazón, mientras me envuelvo en mis cobijas como un instinto de protección y me aferro, a lo gélido de las madrugadas para brindar con lágrimas junto a esa pequeña sensación que no encuentra voz.
Esa sensación de asfixia, cuando el reloj marca los segundos; ese maldito tic tac con el que todos avanzan y yo me quedo anclada, con el dolor creciendo. Y aunque he abierto mis venas para que fluya, se queda...solo el silencio, entre los recuerdos y el tiempo.
Vacío, confuso... aunque vivir así es como estar muerto, morir realmente no quiero.
Pero no soy valiente, y he fingido serlo, me he sentido culpable y he flagelado a mis deseos por ello, sin embargo, me he embriagado con la ilusión de abrazar a mi pequeña niña interior, para decirle : se acabó, y sonreír como lo hice en mi primer año, en mis primeros pasos. Pero no puedo, porque aún me duele, justo ahí en el costado izquierdo de mi pecho, donde una astilla perforó mi corazón y se incrustó en lo que intento salvar, mi alma.