11. Día nevado

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-Y Mike me encontró...

Al acabar el relato pareció que el mundo se congeló, o al menos desde mi punto de vista. Sus miradas preocupadas y apenadas se reflejaban en mí como su fuera un animal que acababan de atropellar. Moví mis manos a mí cara para luego darme cuenta, que en algún punto de la historia empecé a llorar ya que mis mejillas estaban algo mojadas.

-¿Dana, estás... bien?- Preguntó sorprendentemente Susan.

Pensé que seguía enfadada conmigo, pero se ve que mi historia ablandó su corazón. En ese momento comprendí lo que había hecho. Jamás se lo conté a nadie, ese recuerdo me pertenecía aunque no quisiera. Era la primera vez que lo contaba y nunca me dí cuenta del peso que aquello conllevaba. Sentí libertad, como si me hubiera liberado de unos pesados grilletes de plomo en los pies, era la primera vez que podía confiar en alguien que no fuera yo misma. Lo único malo de todo aquello fue que después de tantos años recordé con todo detalle lo que sucedió esa noche, y es que ese trauma tan severo nunca se olvida, solo se oculta. 

-Después de contar todo esto y haberlo recordado...- Comencé a decir en voz baja.- La verdad es que no lo sé.

Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo de mis ojos, los cerré con fuerza evitándolo. Pero sentí algo cálido al rededor de mi cuerpo y un olor dulce y maravilloso. Mía me abrazó.

-Estamos contigo...-Susurró en mi oído.

Empecé a temblar y a respirar entrecortadamente. Las demás se unieron al abrazo sintiendo que podían protegerme de cualquier mal. 


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Después de unos diez minutos más en la cafetería salimos con el odioso frío de invierno dándonos en la cara. Para olvidar todo aquel extraño día en el que esos tan raros y diferentes sentimientos se vieron las caras. Decidimos ir a la montaña más cercana para así disfrutar de la hermosa nieve que se formó en apenas unos minutos.

Una vez allí todas transformadas sentí un frío intenso pero agradable en mis almohadillas. El crujir de la nieve bajo las patas a cada paso. Como los copos se derretían en mí pelaje. Simplemente era una gozada.

Me encontraba saltando como un cachorro pisando los cinco centímetros de nieve, pues era la primera vez que podía hacer eso al menos en mi forma lobuna. Las demás me veían divertidas observando mi reacción.

-¿Nunca has estado en la nieve en esta forma, no?- Preguntó Lucy.

Yo negué con la cabeza. Ya había nevado otras veces, pero como estaba siempre con Mike y Lily nunca pude hacer esto. Me revolqué notando el frescor tocar mi piel.

-¡Arrrh!- María saltó encima mío sorprendiéndome.

Empezó a morderme juguetonamente mientras se le iban escapando pequeñas risas. Yo le seguí el juego a la Omega mientras las demás Alfas nos observaban divertidas.

Finalmente entre risas ambas nos cansamos, pero finalizó el "combate" no sin antes atreverse a lamerme la mejilla. La miré sorprendida por el acto, y ella simplemente comenzó a reír. Mis ojos la miraban como dos platos casi totalmente redondos.

Al parecer eso era frecuente en ella, pues las demás no se sorprendieron. En cambio pude oler algo que me recordaba a la incomodidad, pero este fue tan momentáneo que no pude identificar de donde procedía.

Me levanté del suelo al igual que María y de nuevo fuimos con las Alfas.

-Oye, - Dijo Mía.- ¿que os parece si jugamos al escondite?

Querida Alfa [COMPLETO] {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora