16. Un último aliento

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VALIÓ la pena esperarme más de dos horas a que Dana saliera de casa. Ya tenía vía libre para hacer lo que quisiera.

Había estado toda la mañana haciendo los preparativos y lo que más temía era que Dana se quedase con esos abueletes para mantenerlos a salvo, pero por suerte sus amigas estaban por ahí cerca por lo que ella tendría que salir pronto. Bingo.

Dana salió por la puerta con su ropa de invierno. Ahora estaría lo bastante ocupada como para no interferir.

Me quedé esperando unos veinte minutos más desde que abandonó su hogar y me presenté en éste tocando el timbre pensando que la actuación de ahora tendría que ser de oscar para que se lo creyesen perfectamente.

Me apoyé con un brazo sobre el marco de la puerta con la cabeza baja y "sofocado".

-Anda, Izan. ¿Que haces aquí? Dana no está.

-Y-ya, lo sé... E-es que...- Suspiré pareciendo recuperar el aliento.

-¿Estás bien? ¿Te pasa algo?- Vi como el marido se asomaba tras su mujer para ver que ocurría.

-Y-ya, perdonad es que tenía que recuperar el aliento...

-¿Pero, porqué? ¿Que ha pasado?- Está vez fue el hombre quien habló.

-Bueno, esto es algo embarazoso a decir verdad...- En mi imaginación no pude evitar añadir un "y asqueroso".- Le pedí a Dana tener una cita el otro día, la cual era hoy. Hemos estado hablando un rato y por ser un imbécil toqué el tema de que era adoptada.- Me mostré con el rostro arrepentido. Se lo estaban comiendo con patatas.- E-entonces le ha sentado tan mal que se ha ido corriendo, juro que intenté alcanzarla pero corre demasiado rápido. También la he llamado pero está sin batería... L-lo siento mucho, s-soy un imbécil.

Las lágrimas se cocodrilo funcionaron exageradamente bien. Un tartamudeo y los ojos cristalizados. Todo digno de un oscar. Ellos dos se quedaron escuchando mi relato atentamente.

-Se que este problema lo tendría que solucionar yo por mi cuenta puesto a que soy el culpable, pero siento que si me ve podría huir de nuevo, y pensé que si me veía con ustedes, no sé...- Suspiré pesadamente con la cabeza baja. La anciana me tocó el hombro en forma de apoyo y no pude evitar esbozar una sonrisa de victoria.

-No te preocupes Izan, te ayudaremos a buscarla, no debe andar muy lejos.

Como cuando le enseñas a un niño un dulce, ellos dos me fueron siguiendo por media ciudad. Lo increíble es que confiaban en mí solo por ser educado. Odio a la gente tan ingenua.

-Chaval, creo que no me he presentado- Me dijo el marido poniéndose a mi lado.-, soy Mike.

-Yo Izan.- Le tendí la mano y la aceptó.- Siento que nos hayamos que haber conocido en estas circunstancias...

-Ah no te preocupes.

Detestaba hablar de forma tan políticamente correcta. Mi mundo era vacilar, la ironía, decir palabrotas y tocar los huevos, ¡y me encantaba! Por fortuna estábamos apunto de llegar a nuestro destino y comenzaría la parte más divertida. Divertida para mí claro, para ellos no tanto.

-¡Creo que la he visto!- Sin decir nada me fui corriendo entrando en una vieja nave industrial abandonada.

Me coloqué detrás de la puerta y esperé a que los viejos pasasen por ella.

-¡Izan espera!- Gritó Lily pasando por la puerta seguida de su marido.

Rápidamente cerré la puerta, obviamente se asustaron.

-¿Que haces?...- Preguntó de nuevo Lily. Podía ver desde ahí como le temblaba el cuerpo y su corazón se aceleraba al igual que su esposo.

-Quietos.

Querida Alfa [COMPLETO] {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora