18. Renacimiento

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ESTABA EN un espacio totalmente oscuro, no podía ver mi cuerpo, era como estar en el espacio pero sin poder mover nada. No había ni paredes ni suelo, solo negro.

De repente frente a mí apareció un rayo de luz blanca, pero podías mirarla directamente ya que está solo te transmitía paz. Tiré de ella cada vez sintiéndome más plena, pero justo cuando en blanco iba a sobreponerse totalmente al negro, algo pasó.

-Yo tambien te quiero.- No logré identificar la voz, fue demasiado bajo y había mucho eco.

La sobrecogedora luz se fue desvaneciendo poco poco y la oscuridad me fue arrastrando, tiraba de mí con tanta fuerza que no podía evitarlo. No quería irme de ahí, estaba en paz y agusto.

La luz se desvaneció del todo, ¿y luego? El silencio, el más absoluto silencio. No sabría definir si era relajante o de lo contrario tenebroso.

Tampoco podría decir con seguridad cuanto tiempo estuve así, cinco minutos, una hora, un día... El caso era que ya podía sentir mi cuerpo.

Mis ojos estaban más pesados que nunca y no tenía fuerza suficiente como para mover alguna otra parte del cuerpo. Mi vista estaba borrosa y había demasiada luz en la habitación, que por cierto, no reconocía. Fue en ese momento en el que me di cuenta de que estaba viva.

-Mh...- Fue lo único que pude decir nada más despertar, un murmullo.

Una vez mi vista vuelta a la normalidad miré a mi alrededor. Había una ventana a mí izquierda y dos puertas a mí derecha, estaba en una cama blanca con el brazo izquierdo escayolado y notaba una gran gasa en mi cuello.

Una de las puertas se abrió de repente mostrando la figura de Mía, tenía el pelo más largo a diferencia de la última vez que la vi, pero aún conservando su mecha roja. También estaba algo más alta y no iba tan abrigada. Había estado durmiendo por lo menos durante un mes.

Ella al verme sus ojos se volvieron rojos y cristalinos, no tardó en venir corriendo hacia mí para darme un abrazo. Notaba su corazón latir con fuerza.

-No me creo que estés despierta...- Esa afirmación me hizo poner los pelos de punta.

-¿C-cuanto tiempo he estado dormida?- Ella me abrazó con más fuerza.

-Un mes...- Mía se separó de mí sentándose al lado en la cama.

-¿Que ha pasado mientras tanto?- Cada vez que hablaba más la garganta me raspaba muchísimo.

-Bueno... Intentaron rehabilitar Terry pero se niega a ceder, está mucho más agresivo y corre el peligro de que lo condenen a la pena de muerte.

-¿Dónde están...?- Mi frase no pudo ser terminada, ya que dos personas entraron también en la habitación.

-Hija...-Lily me llamó hija y no por mi nombre, eso hizo que mi corazón se ablandara. Ella al igual que Mike vinieron tambien a abrazarme.

-Mamá, papá, os he echado de menos.- Había decidido que ya iba siendo hora de que los llamase por lo que eran, mis padres, y eso me hacía igual de feliz como que me llamasen hija.

-Nosotros también cariño.- Ambos se separaron.

-Voy a llamar a las demás para decirles que estás bien, dejo que habléis.- Mía se levantó de la cama y abandonó la habitación junto con su teléfono.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de todo lo que estaba pasando. Había peleado contra mi hermano que había secuestrado a mis padres y ellos me vieron con mi forma de loba. Todo eso sin contar que casi acabo muerta.

-Bueno, creo que tendré que ir comprando carne para tí o vais a acabar engordando con tanta hamburguesa del restaurante.- Lily dijo eso con una sonrisa divertida aunque en el fondo sabía que le daba pena comprarlo.

Querida Alfa [COMPLETO] {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora