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Al despertarse estaba mareado y sentía que la cabeza le palpitaba.

—Stiles, Dios mío —escuchó la voz de su mejor amigo, pero lejana.

Trató de enfocar la mirada y por fin lo vio. Estaba en el mismo sitio en el que había estado un rato antes el hombre.

Espera.

¿De verdad había sucedido? ¿O lo había soñado?

—Ha estado aquí un chico... —dijo con la voz ronca tras haberse echado una larga siesta.

—¿Un chico?

—Tenía los ojos verdes y el pelo oscuro. ¿Sigue aquí?

Scott lo miró con el ceño fruncido, como si no entendiera nada. Se acercó a la camilla para ponerle una mano en el hombro.

—Tío, ¿estás bien?

—Me duele un poco la cabeza.

¿O sea que solo había soñado con él? ¿Qué significaba eso? Tenía clarísimo que lo que había pasado en el combate no había sido un sueño, que había visto a ese hombre en algún momento y que él era el causante de que estuviera tan destrozado.

—Voy a llamar a la médica, ¿vale?

Stiles asintió porque lo único que le apetecía era estar un rato a solas.

Nunca había estado tan desorientado.

A los pocos minutos llegó una mujer con bata blanca que se quedó plantada a su lado.

—¿Cómo te encuentra, Stilinski?

—Creo que puedo irme a casa.

—Es posible que en unas horas —comentó mientras negaba ligeramente con la cabeza—. Todavía estamos esperando el resultado de unas pruebas. ¿Es mucho pedir que descanses hasta entonces?

Stiles bufó. Estaba harto de descansar. Le dolía todo, sí, pero solo quería marcharse a casa y poder analizar bien el día que había vivido. Con todo, aceptó y la mujer se fue.

—Me voy a quedar en el sofá mientras duermes —dijo Scott—, por si necesitas algo. He traído algunos libros de la universidad para estudiar.

Ni se molestó en decirle que podía irse, porque eso no pasaría. No con Scott.

Cerró los ojos y volvió a dormirse.


Cuando volvió en sí, un par de médicos estaban en la habitación, hablando en voz baja con su padre. Scott había desaparecido.

—Ya se ha despertado —dijo entonces uno de ellos, acercándose a él—. ¿Cómo estás?

Se sentía pesado, pero dijo que estaba bien. Al parecer, las pruebas habían salido todas negativas y podía marcharse a casa. Le habían ordenado reposo absoluto, o sea que ya se iba olvidando del tema de entrenar. Y ya ni imaginarse en un combate.

¿Qué iba a hacer tres semanas sin moverse?

Su padre lo guio hasta el coche y le pidió que esperara un momento mientras él iba a recoger las recetas para las pastillas en la recepción del hospital.

—Tu pulso se va a acelerar en tres, do... —Stiles dio un salto en el sitio y se giró deprisa—. ¿Tan rápido, Stilinski?

Otra vez estaba ahí. Y se estaba burlando de él.

—¿Se puede saber qué quieres? Deja de aparecer en todos lados.

—¿Sabes que estando como estás eres solo un niño indefenso?

—Todavía me puedo defender —le contradijo.

No tenía ninguna intención de achantarse por mucho que intentara asustarlo. Sí que era verdad que le faltaba poco para echarse a temblar y que su corazón latía desbocado, pero era el mejor disimulando sentimientos.

El hombre se sonrió, como si se acabara de acordar de un chiste y le hiciera gracia. ¿Qué le pasaba?

—¿Te puedes defender de esto?

Entonces se abalanzó sobre él y Stiles soltó un grito. Notó cómo se le incrustaban unos colmillos en el costado y cómo caía al suelo. Temblaba cuando dejó de sentir el dolor, pero entonces este se agudizó y soltó unos quejidos.

¿Qué era eso? ¿Qué acababa de hacerle? Miró hacia abajo y, pese a haber visto muchísima sangre durante su vida —era parte del trabajo—, esa le aterró tanto que estuvo a punto de desmayarse. Volvía a estar solo, pero esta vez con la camiseta agujereada y con una herida entreviéndose. Y no podía moverse.

Hit Me [STEREK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora