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Stiles había vuelto a dejar inconsciente a Garret, pero esta vez no había nadie alrededor para pararlo.

Y él ni siquiera se lo planteaba.

Estaba completamente fuera de sí. Si bien Garret no era el único culpable de que reprimiera cualquier tipo de sentimiento romántico hacia quien fuera, era la causa principal, el que había marcado un antes y un después en su vida. Todo había empezado con él.

Stiles no parecía tener intención alguna de frenar en algún momento, y aún no se le habían pasado por la cabeza las consecuencias que vendrían más tarde.

Hasta que, de repente, Stiles escuchó un aullido que dejó su brazo suspendido en el aire. No le dio tiempo a reaccionar porque solo unos segundos después sintió un impacto que le hizo caer al suelo.

Tenía algo pesado encima que no le permitía moverse, pero eso no era lo que lo enfadó.

Lo habían apartado de Garret, le habían quitado el momento en el que por fin estaba dejando salir todo lo que había estado conteniendo, y mientras intentaba tomar aire para respirar, se dio cuenta de lo que acababa de suceder. 

Eso fue lo que le enfadó, ver de lo que él mismo era capaz de hacer.

Hizo un esfuerzo para tratar de levantarse y comprobar que Garret se encontraba bien o que, al menos, respiraba. ¿Por qué se había dejado llevar así? Por mucho que Garret le hubiera hecho sufrir, él nunca había pensado que sería capaz de volver a hacer algo como eso. Lo primero que le había dicho a sus padres después de que su madre le ofreciera hacer boxeo fue que no quería pegar a nadie. Sí, en esos momentos de su vida pegaba a la gente y sí, disfrutaba haciéndolo; pero solo en el ring, nunca se había imaginado en una situación como esa de nuevo.

—Ah... —se quejó cuando se dio cuenta de que incorporarse era demasiado difícil.

Abrió los ojos y ahogó un grito al encontrarse con los ojos verdes que lo habían arrastrado al desastre.

—De... Derek... —Se movió con incomodidad. Tenía al hombre sobre él y no daba señales de que fuera a apartarse—. Derek, quítate.

—Has estado a punto de matarlo.

—¿Me he desmayado? ¿Estoy imaginando cosas de nuevo?

Derek se apartó y se quedó arrodillado mientras veía cómo Stiles se apoyaba en los antebrazos para mirarlo.

—Deja ya de decir estupideces.

Stiles miró a Garret.

—¿Se encuentra bien?

—Sí —dijo Derek—. Yo me ocupo de él.

—¿Qué?

Derek se puso de pie y le tendió la mano a Stiles para ayudarlo a levantarse.

—Ibas a ver a alguien, ¿no? Márchate y no te preocupes por él.

—Pero... ¿Qué va a pasar?

—Nada. Tranquilo, ¿vale? Me encargo yo de esto.

—Pero tú no has hecho nada... El error ha sido mío. Deja que...

—Mieczy —dijo, cogiéndole del brazo que el menor había levantado en dirección a Garret—. Hazme caso.

Stiles se quedó unos segundos pensando en si era lo correcto. No lo era, claro que no. Además, si todo esto eran imaginaciones suyas, ¿qué iba a sucederle a Garret? Probablemente moriría.

Derek lo soltó y le dio un suave empujón hacia la casa de Scott.


Esa noche, al llegar a casa, fue directo a la mesita de noche de su padre, donde guardaba todos los folletos de las clínicas. Tenía toda la casa para él, así que bajó al salón y extendió los papeles por la alfombra. Él se sentó en el medio y se quedó observándolos durante varios minutos.

Sin embargo, no estaba leyendo ni una sola de las palabras. Estaba pensando en Scott y en cómo, cuando le había dicho que se asomara a ver si todavía había alguien, le había dicho que la calle estaba desierta. Después le había preguntado si él conocía a Derek y si creía en los hombres lobo.

Scott se lo tomó como una broma y se rio, así que Stiles tuvo que fingir que no sucedía nada.

Se dio varios golpes en la cabeza para centrarse de nuevo en su tarea y menos de una hora después, cuando su padre abrió la puerta de la casa y entró en el salón, Stiles señaló un folleto y alzó la cabeza hacia el hombre.

—Necesito que llames aquí.

Hit Me [STEREK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora