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Pasadas dos semanas, empezó a sentir su cuerpo extraño. No se había atrevido a hablarle a su padre de lo que había sucedido, pero empezaba a preocuparse de verdad. Para empezar, comenzó a padecer insomnio, él último síntoma realmente importante de la enfermedad. Se esforzaba en disimularlo, pero poco a poco fue empezando a tener dificultades para distinguir los sueños de la realidad. Su cabeza nunca descansaba, siempre estaba pensando en Derek, en el tumor o en la vida que le iba a ser arrancada.

Era injusto. Desde pequeño fue buena persona, nunca quiso hacerle daño a nadie. Había tenido que pasar por momentos muy duros, pero aun así había conservado su esencia. Seguía siendo él, ¿por qué el mundo se empeñaba en hacérselo más difícil?

Por otro lado, Derek no había vuelto a hacer acto de presencia, cosa de la que se alegraba bastante. Quizá eso significaba que su mente iba a dejar de provocarle alucinaciones. Pero, aunque había una sola cosa buena, la mala la superaba con creces.

Durante esos catorce días, Stiles había adquirido una fuerza impresionante y una capacidad inimaginable para escuchar. Debía controlarse durante los entrenamientos, y la mayor parte del tiempo le resultaba casi imposible. Podía oír conversaciones privadas estando a metros de distancia, sin siquiera intentarlo.

Todo ello parecía bueno, al menos el tener un oído tan desarrollado, pero lo verdaderamente malo eran las sensaciones que sentía por el cuerpo. Estas no eran malas en sí, no le hacían ningún daño, pero no entendía por qué estaban ahí. Stiles sentía que se estaba volviendo loco de todas las formas posibles.

¿Esto era lo que sintió su madre?

No podía dejar de pensar que estaba dormido cada vez que lograba escuchar algo a lo lejos, o cada vez que su piel se erizaba, o que hacia trastabillar a Dean de un solo puñetazo. El problema era que sucedía tan seguido, que ya no tenía claro si alguna vez estaba despierto de verdad o si se trataba de un sueño largo.

Esa noche se metió temprano en la cama porque tenía un malestar que no le había dejado atender durante las clases. Quizá durmiendo se le pasaría, al menos eso quería creer. Por esta razón se tapó con las mantas hasta la cabeza, pero el dolor que sentía en la cabeza comenzó a agudizarse.

Cada vez era más intenso.

Hasta llegar a un punto insoportable.

Entonces se incorporó con un aullido y se llevó las manos a la cara. La sentía arder, y cuando sus dedos rozaron el pelo de sus mejillas, estuvo a punto de echarse a llorar ahí mismo, como un niño pequeño. Se levantó como pudo, porque dolía horrores, y se miró en el espejo.

—¿Q...Qué... Qué es esto? —preguntó en voz baja.

Su cuerpo se giró de golpe hacia la ventana y sus ojos impactaron con la luna llena.

No entendía qué, pero algo estaba sucediendo.

De pronto, un aullido como el que escuchó en el hospital puso todos sus sentidos alerta. Esta vez no iba a hacer lo mismo, no iba a salir corriendo en busca de ese sonido.

Sin embargo, la segunda vez hubo algo que lo arrastró a la fuerza. Una parte de él luchaba todo lo posible por negarse a esa orden, pero la otra, la que al parecer era mucho más fuerte, consiguió sacarlo fuera de su casa. Saltó por la ventana y cayó de pie en el césped del jardín. Por unos instantes se miró el pijama que todavía llevaba puesto, aunque pronto a esos pensamientos inútiles le sustituyó la gran pregunta: ¡¿cómo se suponía que había conseguido pegar ese salto sin romperse una pierna?!

Otro aullido.

Todo lo humano que había en él se perdió después de eso.

Stiles corrió a toda velocidad por las calles hasta lograr adentrarse en el bosque. Él nunca iba solo al bosque, y no conocía bien el lugar, pero perderse no le daba miedo a esas alturas. Además, poco a poco comenzó a ir reconociendo la zona.

El puente por el que Derek lo había tirado —o por el que había intentado suicidarse después de imaginarse a un grupo de personas que no existían—, el refugio, que no era más que una casa vieja y destartalada. Y de golpe reconoció a las personas.

A las que había empezado a considerar producto de su imaginación. Pero no, estaban ahí y todo se sentía demasiado real.

Pero claro, también se sintieron reales los anteriores encuentros y eso no significaba nada.

No estaba en sus cabales, pero Stiles creía saber diferenciar en esos momentos una cosa de la otra.

—Mieczyslaw.

Otra vez ese nombre. Solo su madre lo usaba, y desde que murió nadie había vuelto a pronunciarlo. Cuadró los hombros. No dejaban de salir los indicios de que el tumor estaba haciendo acto de presencia de nuevo.

—Ya es el momento de que te unas más a nosotros. Empiezas a inestabilizarte.

No habló, pero Derek se acercó a él y le cogió de la cara. Se miraron durante unos segundos. Stiles no quería apartar los ojos de él, no dejaría que viera sus debilidades y sus miedos. Siempre había enfrentado los problemas de frente, y esta vez no iba a ser menos.

—Déjame en paz.

—No.

Stiles movió el rostro para soltarse del agarre y dio un paso hacia atrás.

—Acompáñame dentro.

—No —respondió.

Derek le ignoró y le cogió del brazo, obligándole a caminar hacia el interior del refugio, seguido del resto del grupo, que no había abierto la boca todavía.

—Subid arriba —les dijo cuando estuvieron dentro, todavía sujetando a Stiles.

—¿Cómo que nos vayamos? —preguntó Isaac—. Cuando hay que entrenar a un nuevo omega tenemos que hacerlo juntos. Son más fuertes de lo que parece y si pierdes el control no estaremos aquí para ayudarte. Tú sabes eso mejor que nadie.

Y tanto que lo sabía. El propio Isaac estuvo a punto de acabar con Derek cuando todavía era un omega sin entrenamiento.

—Con él no voy a perder el control de nada.

—Solo porque lo sientas cercano a ti no significa que sea diferente a los demás —dijo Peter.

—Lo es. Le conozco.

Peter miró hacia el techo de madera y volvió a observar a Derek después de suspirar amargamente.

—Conoces su historia, pero no puedes saber cómo va a reaccionar ante todo esto. El principio no es fácil.

—Que me dejéis a solas con él.

—Nunca entenderé esa fascinación que sientes por este niño —dijo, dándole un golpe a Isaac en el brazo para avisarle de que se marchaban.

Lydia los siguió y abandonaron la estancia.

Stiles entonces se volteó hacia el más mayor.

—¿Puedes decirme ya de qué me conoces? ¿Y de qué fascinación habla?

Derek soltó su brazo por fin y apartó la mirada.

—Nada, Miecz. Vamos a empezar, ¿te parece bien?

—¿A empezar con qué? ¿Puedes explicarme algo? Y deja de llamarme por mi nombre, es muy raro.

—Tu madre te llamaba así.

Stiles se quedó paralizado y dio un paso atrás.

—¿Cómo sabes eso? No la conociste, no has podido escucharlo nunca.

Derek apretó los labios con fuerza y no respondió, sino que se limitó a alejarse un metro y a posicionarse frente a Stiles.

—Vamos a empezar.

Hit Me [STEREK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora