CAPÍTULO 17 : NUEVA MISIÓN

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Cuando estaba cursando el séptimo año de secundaria, la charla que había tenido con Matías en ese campamento dos años atrás volvió a mi mente.

El barco Logos recibía nuevos tripulantes todos los años, y si bien los requisitos eran bastantes y el costo de pasajes y estadía era elevado, sabía que si Dios me llamaba a ir, él se encargaría de que todo el camino se allanara.

Averigüé por internet los requisitos y lugares donde el logos estaría para el mes de septiembre, me lleve la sorpresa que al año siguiente vendría a la argentina, estaría en el puerto de Rosario, Bahía Blanca y Puerto Madero en capital Federal.

La posibilidad de viajar se hacía más concreta cada día.

Mi inglés había mejorado muchísimo en los últimos meses de academia. Con las traducciones que estaba haciendo había ahorrado algo de dinero y mis padres podían ayudarme con el resto.

El traba principal eran mis padres a quienes todavía no les había compartido nada de mi idea de viajar, aunque llevaba orando varios meses.

Temía por cómo reaccionarían. ¿Qué sucedería si no me dejaban viajar? Quizás preferían que cursara una carrera universitaria y obtuviera un titulo antes.

Decidí dejar todo en manos de Dios. Si su voluntad era que viajara, seguramente las cosas se acomodarían y no tendría oposición.

Los dos años transcurridos desde el campamento hasta ahora habían sido llenos de aventuras.

Las misiones continuaron.

Algunas veces con compañeros de la escuela, a los cuales ayudar con un consejo o en un momento de lucha familiar, otras con vecinos de la cuadra que necesitaban quien les haga unas compras o barra su vereda, siempre Dios puso en mi camino personas a las cuales ayudar y a quienes testificarles de lo que Cristo podía hacer en las vidas.

La idea del Barco Logos comenzaba a estar cada día más presente, más cercano.

Lo que había comenzado como una simple sugerencia o charla con Matías en el campamento, hoy era un desafío concreto, un sueño que Dios había fijado en mi corazón.

Aun los mensajes que escuchaba en la iglesia, hablaban de salir, de IR y predicar a toda nación, y eso era lo que podría hacer estando en el Logos.

Cada vez mi anhelo de estar en el barco, era más grande, quería poder conocer esa gran cantidad de personas que forman su tripulación. Poder servir a Dios predicando en cada puerto donde el barco llegara y aprender muchas cosas nuevas.

Ya había investigado en la página web los requisitos para ser voluntaria y había descargado todos los papeles y solicitudes que debía llenar.

Llevaba un par de meses ahorrando también, para que el tema del dinero no fuera un inconveniente.

Pero debía ser valiente en el último paso: decirles a mis padres.

Dejaba en las manos de Dios su reacción, aunque temía que se negaran y mis proyectos quedaran frustrados.

Esa noche, decidí que les diría.

Había estado orando toda la semana por esta charla y su reacción.

Su opinión sería para mí la confirmación de Dios o la rotunda negativa de avanzar.

La cena transcurrió como de costumbre. Mamá preparó empanadas árabes y mientras papá terminaba de comer las últimas decidí que era el momento oportuno para sacar el tema.

— Hay algo que necesito contarles— dije rompiendo un corto silencio que se había producido.

Los dos dejaron lo que estaban haciendo para poner toda su atención a mis palabras.

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