CAPÍTULO 11 : DÍA 5 (2° parte) - NUEVA MISIÓN

223 68 7
                                    

Mientras el agua de la ducha me golpea la espalda, las lágrimas caen de mi rostro sin poder detenerlas.

¿Por qué me siento así? ¿Por qué he sido tan débil? ¿Por qué mi corazón se había dejado engañar?

Siento que no me puedo permitir una cosa así.

— ¡Giuly!! ¡Apúrate!! Hace media hora que estas en esa ducha, vas a gastar toda el agua caliente— me apuró Carla sacándome de mis pensamientos.

Señor—oré en silencio—saca de mi corazón estos sentimientos. Ayúdame a volver a enfocarme en el propósito de este campa. Dame una oportunidad de hablar con Amber y acercarme a ella.

La reunión de la tarde comenzó con un hermoso tiempo de canciones. A medida que fuimos cantando una y otra canción mi corazón se fue aquietando y mi humor fue cambiando.

Dios estaba respondiendo a mi oración. Su Espíritu Santo me estaba inundando de paz y confianza. <Señor mi vida está en tus manos, mis sentimientos, todo los que pienso, calma mi corazón, toma el control de estos nuevos sentimientos hacia Enzo, tu eres todo lo que necesito> oré mientras terminábamos de cantar "Jesucristo Basta".

El mensaje de Matías era sobre la vida de José. Como Dios había permitido tantas cosas difíciles en su vida, cosas que le hicieron sufrir, cosas que fueron injustas. Terminó en un país extranjero, siendo el esclavo de Potifar y luego en la cárcel acusado injustamente de acoso sexual. Sin embargo en todo momento la Biblia dice: "Y Dios estaba con José".

Matías hablo de momentos muy duros que le tocaron vivir cuando niño. Dijo que dos veces habían abusado sexualmente de él, y esto le llevó a la droga en la adolescencia, y hasta a cuestionar su propia sexualidad.

Todos nos quedamos en un denso silencio. Nadie imaginaba que una persona tan espiritual y madura como Matías había pasado por todo ese calvario.

—Todo lo que viví me llevó a odiar a mi madre y a Dios— dijo con lágrimas en los ojos— a mi madre porque ella era quien me dejaba a cuidado de esa persona que abusaba de mí, y hacia Dios, porque yo quería la muerte de quien me hizo daño, y esa persona aun vive.

Matías nos terminó contando que quiso suicidarse y antes de que pudiera hacerlo, una luz brillante inundó su habitación y escuchó una voz que le dijo: "Estoy a tu lado, siempre he estado a tu lado, te amo".

—Al escuchar aquella voz, caí rendido al piso de mi pieza y llorando le pedí a Cristo una nueva oportunidad. Le pedí que le diera sentido a mi vida. Desde ese día, les puedo asegurar que el vacío de mi alma se llenó, las cadenas de odio y rencor se cayeron y fui una nueva persona.

Mientras terminaba de predicar y hacer la invitación, vi a Enzo salir casi corriendo. Sus ojos estaban rojos. Clamé a Dios por él. Sabía que la historia de Matías le demostraba que otras personas han pasado muchas cosas peores que él. Y aún así Dios le ama y ha estado a su lado durante todos estos años de lucha con su padre alcohólico y depresivo.

Damián salió detrás de él.

Matías terminó el mensaje y busque a Amber entre el grupo de chicos.

Ella también estaba llorando.

Me acerqué aprovechando que todos se levantaban y le pregunté como estaba.

Una simple pregunta que desató un mar de lágrimas.

La abracé y para que pudiéramos hablar tranquilas la llevé hasta una biblioteca pequeña que estaba en un costado del salón.

— ¿Querés contarme que sucede? —le dije mientras sacaba unos pañuelos de mi bolsillo y se los daba.

— No puedo decirlo...

— Amber, puedes confiar en mí. Solo quiero ayudarte.

— No lo entenderías...

— Necesitas hablar con alguien, porque tienes un dolor muy grande y una carga muy pesada y sola no puedes llevarla...

Un llanto desconsolado volvió a surgir.

— Amber... no le diré nada a nadie... lo prometo— dije para darle la tranquilidad de que podía confiar en mí.

Ella levantó su rostro como analizando la situación.

— Te escucho— afirmé para que comenzara.

—Yo no quería... no quería...

— ¿Qué te pasó? ¿Alguien te obligó...? ¿Qué es lo que no querías?

— Me... obligaron a... abortar...—soltó entre llantos—mi madre y mi padrastro, dijeron... que era muy joven... que me iba a arruinar la vida... me llevaron a un lugar horrible...

—Lo siento Amber...

—Fue todo tan feo... me dolió tanto...—susurró llorando— soy una asesina... maté a mi hijo... Giuly... debí haber muerto... ¡quería morir!

No sabía que decirle.

No estaba preparada para escuchar una confesión así.

La abracé. Lloré con ella.

Hubiera deseado que mi madre estuviera en ese momento conmigo, seguramente ella seguramente ella sabría qué decir, como consolarla y que aconsejarle. ¿Qué iba a decirle yo?

<Dios dame palabras>

—Dios lo sabe —agregué tratando de consolarla—Dios sabe que te obligaron. No es tu culpa.

La abracé más fuerte y acaricié sus cabellos. No imaginaba el terrible dolor que había en su alma.

—Solo Dios puede sanar tu corazón y ayudarte a seguir adelante. ¿Quieres que oremos?

Ella asintió con su cabeza y comencé a orar.

No podía hacer otra cosa. No tenía más palabras de consuelo, no tenía consejos que darle, y mi experiencia era cero en todos estos problemas. Pero podía ver su dolor. Podía palpar la culpa y desesperación. Y sus ganas de morir me preocupaban mucho. Temía que ella pudiera cometer una locura.

No podía decirle nada a Damián y Victoria, porque se lo había prometido. Solo podía estar cerca de ella y animarla a buscar ayuda en personas adultas y con más experiencia.

Cuando llegué a la pieza aquella noche, me sentí tan tonta por mi preocupación del día. Yo estaba angustiada por enamorarme de un "chico malo" como si fuera algo tremendo, cuando Amber tenía esta "Gran Mochila de Plomo" sobre sus hombros.

Caí a la cama rendida. Solo puede elevar una oración de humillación y agradecimiento... Dios me había regalado una niñez tranquila y segura, rodeada del amor y contención de mi familia.

Sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.

MISIÓN Campamento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora