CAPÍTULO 6 : DÍA 1 - CONOCIÉNDONOS

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La mayoría de los chicos que estaban en el campa me resultaban conocidos. Seguramente los había visto en la iglesia los domingos o en la reunión de adolescentes los sábados.

Pero no conocía todos sus nombres, y menos la vida de cada uno.

Mientras Damián daba las indicaciones en aquella ronda, miraba a cada uno pensando: ¿Cómo serán sus vidas? ¿Tendrán problemas? ¿Serán felices?

En general, las personas cuando nos miran, piensan que porque somos jóvenes no tenemos problemas, no sufrimos, no nos sentimos mal. Pero en estos días de "crisis espiritual" Dios me había mostrado que las realidades que vivían muchos de ellos eran duras... como Renata y Enzo... hasta Carol, que luchaba contra sus padres por venir a la iglesia.

Tenía que conocerlos.

De alguna manera mi misión en este campamento era poder ayudar a la mayor cantidad de chicos posibles.

—En los carteles verdes, están los equipos de trabajo que deben lavar, poner la mesa, servir y demás actividades, y en los afiches naranjas están los horarios—agregó Damián— vamos a tratar de respetar las horas de comienzo de las actividades para poder organizarnos. Nadie puede andar solo fuera de los límites del campamento y cualquier duda o consulta me preguntan a mí o a Vicky.

—La primera reunión es a la tarde—agregó Vicky—Matías, el predicador vendrá después de medio día. Así que ahora tienen tiempo libre hasta el almuerzo.

Caminé hasta donde estaban los grupos de trabajo y revisé la lista de integrantes. Carla estaba en otro equipo. Nunca estábamos juntas en las tareas y juegos.

<Oh, Oh> Enzo.

Allí estaba él... En mi equipo.

Parecía un mal chiste.

Si bien mi propósito de ayudar y acercarme a los chicos era firme y estaba convencida de que Dios me estaba llevando en esa dirección, mi relación con Enzo estaba al margen... o eso creía yo.

Desde aquel incidente con el teléfono, yo había evitado cruzarme con él y mantener una charla.

Siempre era odioso y cruel conmigo. Y suponía que el descubrir que atendí la llamada de su madre no sería más amable.

—Tienes suerte "geniecito" estaremos juntos todo el campamento—murmuró en mi oído.

Voltee para encontrarme con su cuerpo casi pegado al mío.

—Sí, tengo suerte—respondí con ironía.

Enzo soltó una carcajada.

¿Cómo iban a reaccionar Renata, Enzo y el resto de los chicos cuando no respondiera de la manera habitual? Veo que te molesta mi presencia...

Y entonces, cuando iba a responder: "Si, claro que me molesta, eres insoportable, me fastidias, me peleas..." Mi mente se centró en las palabras del texto que me había martillado toda la semana. Respiré profundo y elevé una corta oración pidiendo a Dios autocontrol y sabiduría para responder.

—No me molesta tu presencia, es más, creo que podríamos llevarnos bien, hasta quizás ser amigos.

Su rostro cambió de burlesco a serio. Frunció sus cejas y se quedó observándome en silencio por unos segundos.

— ¿Tu y yo amigos?

—Sí, ¿porque no?

—Porque no soy el tipo de persona que quieres tener como amigo... ¿A caso tiene algo que ver con la llamada que atendiste de mi celular el otro día?

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