Capítulo 31: "♫La gata que ladra a las dos Lunas♫"

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Una temperatura inusual iba en auge frente al trono de Galeo, y no se trataba de un calor propio del ambiente, sino que tenía algo que ver con un ser en común, es decir: un humano. El individuo que soltaba semejante temperatura por sus poros, tenía el nombre de Léa Milenios, y vale aclarar que ella estaba ahora tan nerviosa, que la sangre de sus venas se había removido hasta sus mejillas. Por otro lado, desde la posición del castaño, él había logrado trasladar para esas alturas su espada muy cerca de la garganta de la rubia, quien aún dudaba de su accionar.

—Te llegó la hora, heredera del reino de Shion —anunció el joven príncipe, y entonces amagó para dar su estocada, sin embargo, algo pasó que lo detuvo. Antes de que la muchacha fuera atravesada desde su cuello, una melodía completamente inesperada, se plantó en el ambiente silencioso del lugar, invadiendo así los oídos de los allí presentes, quienes se inquietaron, no solo por la incomprendida tonada, sino que también por la voz que le siguió a este ritmo de guitarra.

—¡Oh! ¡Compatriotas, no entiendo el motivo de su lucha! ¡Por eso creo que es mejor cantar! —haciendo sonar aún más el instrumento que sostenía entre sus garras, la misteriosa voz se dejó por fin ver.

—¡Ahí, en el balcón! —señaló un guardia.

Inmediatamente un poncho color rojo con negro, se vio ondear entre las cortinas albinas junto al trascendental viento, y dicho tapado, tenía un estilo rustico gauchesco, que iba acompañado de una hermosa guitarra que reflejaba como espejo la luz de la peligrosa noche. En cuanto a la coronilla del intruso, o más bien, de la dama, se destacaba un sombrero de paja que era abrazado por unos listones fusionados en celeste y blanco, con los que naturalmente, también jugaba el aliento de la madre tierra. Sus botas (sin ser lo último) estaban atrapadas en su jean bien ajustado, y una camisa que era escondida por su improvisada capa; había aún más cosas que llamaban de igual forma la atención, por lo que podemos mencionar la ausencia de sus ojos, que no se discernían por el sombrero, aunque tampoco hay que olvidar sus bien armados y grandes rulos añiles, que podían confundirse con las sombras.

—¡Quién eres! —exigió saber el príncipe Galeo, pues le restó importancia a su venganza por aquella intervención.

—¡Soy Diamant Stelar! ¡Nya! —ella bajó su guitarra, y con un dedo elevó su sombrero, dejando al fin ver sus esmeraldinos ojos—. ¡He venido a encontrarme con mi amo!

—¿Amo? —murmuró confundida Léa, pero a la vez preocupada.

—¿De qué hablas? ¡Gata estúpida...! —exclamó el príncipe y empezó a sermonearla, no obstante, él no sabía que la gata, sí, aquella mujer que ahora mostraba sus orejas después de ser llamada por lo que era, revisara con sus ojos la habitación en busca de lo que deseaba, pero al no encontrarlo, decidió que era mejor ganar algo de tiempo.

—¡Mi amo aún no llega, nya! ¡Entonces a bailar nya! —dijo enérgica, y con un gran talento, al alzar su instrumento volvió a tocar. Enseguida, ante su folklore y zapateo, unos hilos de araña fueron cayendo sobre los cuerpos presentes, quienes no tuvieron chance a la hora de esquivarlos, pues se transformaron en las víctimas de la intensa chacarera.

¡Nya, a bailar amigos!

¡Que aquí llegó Diamant para alegrar la noche!

♫Luchando con ratones, ratas y zancudos,

¡Grandes se creen los señores, oh Dios los perdone!

Relatos de arañas, pues su veneno poderoso es,

¡Grandes son las moscas que estos aportan, pues enemigo de los terribles Dioses son!

Note Max ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora