12. Si mi papá se entera.

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Emilio:

Me encontré a mi mismo buscando por toda la ciudad. Preguntando a cada persona que se cruzara en mi camino sobre si habían visto a un chico con las características de Joaquín, muchos me ignoraron y otros no pudieron darme ninguna respuesta concisa.

Llevaba horas vagando en mi auto sin un rumbo en específico, sin saber exactamente hacia dónde mirar, tratando de no perder ni el más minúsculo sitio que mis ojos pudieran ver, sólo para poder encontrarlo. La preocupación me carcomía por dentro, el saber que él podría estar perdido en algún lugar o el estupido pensamiento de que tal vez intentara hacer alguna locura en contra suya, esa simple e errónea idea, me tenía con la cabeza dando vueltas sin parar.

Estaba cansado, el día se iba oscureciendo cada vez más y yo seguía sin encontrar ninguna señal que me dijera que se encontraba bien, que por fin podría respirar tranquilo, simplemente todo se mantenía en nada, y mi estrés iba en aumento.

Continué en el camino con la postura de que si no lo veía pronto, llamaría a sus familiares, yo ya no podía hacer esto sólo y mucho menos en medio de la noche.

Al decidirme pasar por un parque muy lejano a las residencias donde me encontraba horas atrás, pensé que por pura suerte, tal vez Joaquín se encontraría ahí. Jamás había pasado por ese lugar, pero no se veía tan solitario, sin embargo, si lograba sentir una vibra no muy buena por parte de las personas que rondaban por las calles, y no podía negar, que eso me había intimidado un poco, incluso aunque yo me encontrara dentro del auto.

En cierto momento paré el auto cerca de un Oxxo, que era lo único que iluminaba el parque frente suyo, me dediqué a divisar lo más que pudé entre las personas, ya que mi vista no era la mejor del mundo. De pronto sentí como si el alma me hubiera regresado al cuerpo haciendo que mi corazón diera un salto totalmente inoportuno.

Y todo aquello se debía a que había logrado ver a Joaquín.

Él se hallaba tratando de cruzar la calle, con esa mirada triste que no salía de mi cabeza desde el instante en el que se levantó de esa mesa con lágrimas cayendo por sus mejillas y yo empecé a andar a toda velocidad.

Me detuve casi frente a sus ojos, causando que él diera unos pasos hacia atrás con una cara entre sorprendida y angustiada.

Bajé lo más rápido que pude, y lo estreché entre mis brazos con toda la fuerza que tenía dentro de mí, aunque hubiera querido detener el impulso, simplemente no habría podido, ya que no aguantaba más, y la felicidad que me causaba el haberlo encontrado por fin, salió sola sin avisar.

Sentí los delicados brazos de Joaco rodeándome con todas sus fuerzas por igual y no pude evitar el ponerme a llorar. Algo que no me esperaba en lo absoluto, era el hecho de que probablemente, él lo haría también.

Continuamos abrazados por minutos, hasta que estuviéramos seguros de que cada uno pudiera calmarse para por fin poder hablar.

El pequeño ser que se encontraba entre mis brazos se decidió por separarse de mi, causando que por alguna razón extrañara el ligero calor de su cuerpo.

Tomó mis cachetes con sus dos manos de forma gentil, y empezó a analizar mi rostro ligeramente sin apartar la mirada ni un segundo, causando que la situación le creara una leve sonrisa, contagiándome a mí de la misma, gracias a ello, me decidí por soltar las primeras palabras.

—No sabes lo preocupado que estaba por ti, te busqué por todos lados, no entendía porque no te habías presentado en el trabajo hoy, y estaba tan desesperado.—Dije tratando de que mi voz no se quebrara en el intento—Nadie me decía nada, y entonces y...

¿Puedes sentir mi corazón? | Emiliaco |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora