14. Error.

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Emilio:

Estaba completamente pasmado, no sabía en qué momento mi papá se había colado por el pasillo para justo habernos encontrado en aquella situación, que por supuesto, no era en lo absoluto mala, sin embargo, lo conocía bien, y estaba seguro de que no lo había tomado como algo insignificante.

Joaquín y yo nos miramos una última vez antes de empezar nuestro recorrido hacia su oficina. Era evidente el miedo en sus ojos, y me extrañaba que aunque era obvio que estaba nervioso, no me sentía tan preocupado como él, probablemente era porque siempre le restaba importancia a muchas cosas, en específico a aquellas que no se me hacían un gran problema, y estar enamorado de un chico y coquetear con él como cualquier otra pareja normal lo haría, no se me hacía nada del otro mundo, aunque si tenía que admitir, que me confundía bastante en algunos aspectos.

El haber salido del set para terminar en su auto sólo por esa simple razón, me tenía completamente extrañado, más porque él no solía llevar a su oficina a cualquiera y mucho menos a mí por tonterías como esta.

Porque al menos yo estaba consciente de que no había hecho nada malo.

Mi padre hacía que el ambiente se tornara denso, y podía notar su mirada irritada y molesta por el retrovisor. No pude evitar hacerle una mueca y sacarle la lengua como un niño pequeño cuando dejo de mirar hacia nosotros.

Al parecer Joaquín había notado lo que hice y me dio un golpecito en la mano que tenía posicionada sobre el asiento, los dos nos encontrábamos sentados en cada esquina, pero cuando el señor productor nos quitó su mirada de encima no perdí la oportunidad de deslizarme unos centímetros más cerca de él.

Le sonreí y él volteó su mirada hacia la ventana de inmediato. Ya iba a empezar con sus desplantes para disimular, y eso sólo me hizo rodar los ojos con molestia.

Después de unos cuantos minutos silenciosos dentro del auto, por fin llegamos a su dichosa oficina, que ya llevaba tiempo sin visitar, porque en cierto modo no me convenía, ya que siempre que se pasaba por ahí e iba a verlo, se encontraba de mal humor.

Subimos las escaleras del edificio y entramos al lugar como si nada, él tomó su silla y se sentó detrás de su escritorio dejándonos a Joaquín y a mí parados y sin dirigirnos la palabra.

—Entonces...¿Qué es lo que necesitas hablar con nosotros?—dije con un tono ligeramente nervioso mientras me mordía el labio inferior.

La respuesta era obvia, pero mi tonto subconsciente no encontró otra manera de romper el silencio en ese momento y algo dentro de mí tenía la esperanza de que estuviera molesto por otra razón, pero era claro que ese no era el caso.

—Emilio, Joaquín, lo que sucedió hace unos momentos no es algo que me pueda tomar a la ligera, ¿Cómo es posible que se estuvieran besando? Es que no me cabe en la cabeza, Emilio, tú no eres gay.—dijo él levantando sus brazos con desdén y entrecerrando los ojos con irritación.

—Papá yo...—Y antes de que pudiera siquiera explicarle, dijo lo que tanto anhelaba no volver a escuchar en mi maldita vida.

—Al parecer llevarte con psicólogos para corregir tu condición no sirvió de nada.

Cuando soltó esas palabras no puede evitar pasarme una mano por mis rizos con desesperación, mientras cerraba la otra en un puño con todas mis fuerzas posibles.

Camine acercándome a donde estaba y puse mis manos encima del escritorio. Para después subir mi mirada y mirarlo con resentimiento.

—Te he dicho tantas veces que no vuelvas a mencionar eso de nuevo, y siempre que se te presenta la oportunidad, lo haces, ¡Ya estoy harto! ¿Cuándo vas a aceptar que no soy como los demás y que nunca seré como tú quieres que sea? Es mi vida, ¿Sabes? Y yo decido qué hacer con ella.

¿Puedes sentir mi corazón? | Emiliaco |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora