La espada

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Me puse manos a la obra. ¿Cómo podría robar todo aquello sin tener problemas? Siempre he sido una señorita, he estado en mi castillo, y nunca me ha faltado de nada. Todo cuanto quería lo tenía, o si no solo tenía que pedirlo.

Esta bien, está bien, empezaremos con la comida... Miré la taberna y sus alrededores. ¿Cómo podría adentrarme en la bodega sin que se dieran cuenta? Mmmm...  Me quedé absorta en mis pensamientos mientras miraba la bodega.

-Hey! ¿Necesitais ayuda?- dijo una mujer

-emmmm.... ¿Qué?, perdonad, me había quedado pensando.- dije un poco ansiosa.

-Tengo un poco de estofado de sobra, iba a tirarlo, ya que se iba a poner malo, si gustáis.

De repente me rugió el estómago. Por lo que no pude intentar ser cortés con ella, ya que se percató y me sonrió condescendiente.

-Anda pasad, ¡no os vais a arrepentir!-me dijo sonriendo.

Entre en la taberna, un poco asustada. Olía bastante a sudor, seguramente de la concentración de caballeros fatigados y extenuados que había allí, los cuales estaban esperando su cerveza y su tazón de estofado, después de duras batallas o expediciones. Pero a la vez olía a comida, la cual se veía deliciosa.

-ehhhh bella dama, a ver si os venís conmigo y con mi amigo.- dijo un caballero bastante mayor sentado, el cual se notaba que estaba bastante ebrio.

-¡No deberiais de hablar así a una dama¡ ¡Rufian! Además, tenéis otras mujeres en la taberna que se irían con vosotros por unas monedas, así que chitón!- dijo la tabernera mientras les golpeaba la mesa.

Estaba hambrienta, y agotada. Llevaba sin comer... ya ni me acuerdo, solo recuerdo huir, huir, huir. Correr, en la espesa nieve, caerme mil veces, temer por mi vida, temer porque el bastardo me encontrara.

-Aqui tenéis vuestro plato, disfrutadlo. -dijo sonriéndome.

No dije nada del hambre que tenía, lo engullí tan bestialmente que no se como no me partí un diente sin querer comiéndome hasta el plato.

-Teniais hambre ¡eh!-dijo riéndose y poniéndome una gran jarra de cerveza sobre la mesa.

-¿Esto es para mi?-dije viendo la cerveza.

-Claro, disfrutadla!-dijo sonriéndome.

-Muchísimas gracias. -dije sonriéndo le a más no poder.

Nunca había tomado cerveza. Mis padres y mis doncellas siempre me habían enseñado que eso no era de damas, que era sólo cosa de hombres, y caballero que se lo habían ganado. Yo nunca había pensado que eso era así, y menos ahora con la sed que tenía. Me bebí la jarra de un trago.

-¡Tened cuidado! ¡No os queráis emborrachar! ¡Y menos aquí!-dijo riéndose.

-Muchas gracias, enserio.- le dije sonriendo.

-Nada, nos tenemos que ayudar entre nosotras, si no ¡nadie lo haría!-dijo sonriendome.

Asentí con la cabeza. La tabernera me puso otra jarra, y se fue de mi lado a atender a otras personas. ¿Cómo iba a robarle? Me puse a pensar sobre ello. Ha sido buena conmigo, y no sería justo que yo le robase. Pero, es que necesito hacerlo, necesito provisiones mínimas para llegar a salvo al castillo negro. ¿Qué hago? ¿Hago lo que sería... justo? ¿O soy egoísta y miro por mi? Creo que siempre he mirado por los demás, y eso me ha traído aquí, a siempre estar mal, a que otras personas me maltraten psicologica y físicamente. Ya era hora de hacer algo por mí, así que, asi pues, me decidí a robar.

Aprovechando que la tabernera se había ido y para nada podía verme, me metí en la puerta que estaba detrás de la barra, la cual supuse que daba a la bodega. Y así era, después de meterme ahí, con mucha cautela, vi todo tipo de comida y brebajes. Me percaté que en la pared, colgado en un gancho, había convenientemente una bolsa de tela. La cogí, y metí lo mínimo para sobrevivir, pan, queso, agua, etc...

Una vez terminé de coger los víveres, mire por la rejilla de la puerta y la tabernera seguía sin aparecer. Así que rauda y veloz, y sujetando fuertemente la bolsa, salí de ahí y fui hacia la herreria.

-Hey! ¿Como va todo?- dijo Gendry.

-Ya tengo la comida y bebida justa para sobrevivir hasta el castillo negro.-dije sonriéndo le.

-¡Eso es muy bueno!-dijo contento.- ¿Pero sabéis que es mejor?-dijo sonriendome algún más.

Me quedé mirándo sus preciosos ojos verdes esperando su respuesta.

-Tachan!!-dijo mostrándome la espada.- lo mejor de todo, es una preciosa mujer con una preciosa espada.-dijo admirando su obra a la vez que me la daba.

Era una espada preciosa, de un solo filo, una cimitarra preciosa.

La cogí y la usé, un poco torpe, era bastante buena con el arco, pero con la espada me defendía poco.

-Mi señora... no podemos partir así, nos matarán nada más salir.-dijo riéndose.

-¡No seáis tan cruel! Si tuviera un arco y un flecha, no te reirías tanto.-dije de broma pero con cierto rencor.

-No niego que seáis buena con el arco, pero ahora mismo tenéis una espada, debéis aprender a manejarla.- dijo con tono de educador.

-¿Y vos me enseñareis?

-Claro, no solo se forjar, también pelear.-dijo cogiendo un martillo de guerra, el cual se veía bastante pesado.- Os enseñaré lo básico, ya con lo demás... os lo tendréis que arreglar vos solita, aunque claro, estaré con vos para que eso no llegue a pasar.-dijo sonriendome.

De repente, me lanzó un golpe alto, el cual me costó bastante parar, pero lo hice.

-Muy bien, tieneis reflejos, ahora solo os queda dejaros fluir, y parar y contraatacar.

Estuvimos hasta que anocheció practicando. Hasta quedar exhaustos ambos.

-Muchas gracias Gendry. - dije mirándole a los ojos.

-No tenéis que darme las, merecéis llegar al castillo negro y estar a salvo, para ser feliz. ¡Lo merecéis! -dijo Gendry con entusiasmo.

Le di un beso en la boca, mientras acaricie su nuca.

-¿Pero?

-Shhh... solo quiero que me enseñeis que no solo sabéis forjar.

Me dejé llevar por la pasión y felicidad del momento, por sus ojos verdes y brillantes que no me dejaban de mirar con deseo y admiración.

Baje mis manos a su pantalón mientras le besaba, y se lo quité.

-Sabeis... Tengo algo que contaros...-dijo Gendry bastante nervioso.

-¿Qué sucede?-dije extrañada.

-Soy... soy... ¡Soy virgen!-dijo avergonzado.

-Sois más lindo...-dije con ternura.

Le seguí besando y le desvestí completamente, tirandolo después al suelo lleno de heno en una habitación al lado de la herreria.

Me desvestí lentamente delante suya. Podía ver cómo me miraba, como observaba cada parte de mi cuerpo, y como deseaba cada una por separado y todas a la vez.

Me puse encima suya y besando lo empecé a moverme, cada vez más rápido.

-Sabeis... me alegra que mi primera vez sea con vos. Me parecéis una mujer... admirable y muy... fuerte- dijo entre gemidos.

Cogí sus manos y las puse en mis pechos, ayudándole a tocarlos.

-Son... perfectos...-dijo Gendry extasiado.

Nos seguimos besando y cada vez me movía más rápido y más rápido. Y finalmente acabamos los dos completamente agotados y durmiendo en el heno.

Al día siguiente me desperté con el sonido de varios cuervos. Observé el lugar y vi que Gendry ya estaba despierto de antes.

-¿Ya se despertó la princesa?-dijo Gendry riéndose.

-No me llames así, nunca he sido eso y menos ahora.

-Bueno, bueno... ¡Qué carácter por la mañana! -dijo riéndose. Venga date prisa, tenemos que aprovechar que es temprano, así nadie nos verá salir con las cosas.

-De acuerdo.

Preparamos todo rápidamente y empezamos nuestro camino hacia el castillo negro, en busca del bastardo de los starks.

Sólo somos salvajes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora