Como Empezó

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—Puedes explicarme de nuevo porque es tan necesario que te vayas —pregunto mientras juego con el pequeño collar que lleva puesto, el cual tiene mi inicial.

—Porque quiero seguir la universidad —escucho como ríe, tratando de memorizar cada detalle de tan gloriosa melodía—, sabías que esto pasaría... pero descuida, haremos lo posible por hacer que funcione a distancia.

Así es, es la última noche que pasaré junto a mi novia, Meghan, antes de que se mude a 4 horas de donde yo estaré. Había tratado de mentalizarme con esa idea desde que me dio la noticia de que la aceptaron, estaba feliz por ella, realmente quería ingresar a esa universidad para estudiar negocios internacionales. Sin embargo, no podía evitar molestarme un poco con la idea de separarnos, en especial porque, gracias a la presión de la universidad, no podremos vernos tan seguido. O en absoluto.

Es casi media noche, sé que debo irme, pero siento como si estuviera adherido al suave edredón beige que reposa sobre su cama. Meghan está sentada mientras yo reposo recostado sobre sus piernas, mi cabeza queda en su entrepierna mientras ella juega con mi cabello.

—Pudiste haber elegido una universidad más cercana —suelto después de un rato de silencio.

Oigo como deja salir un suspiro.

—Ya hablamos de esto, no cambiaré de opinión. Y no todos queremos quedarnos acá cuando podemos irnos lejos —sus ojos buscan los míos.

—Sabes que me gusta acá, es un lugar tranquilo, ya conozco a la mayoría de personas, los lugares cercanos, me queda cerca de casa...

—No sales de tu zona de confort —Meghan cambia su postura en la cama, lo que hace que yo deba moverme igual así que decido sentarme y estar frente a ella —. No puedes quedarte en lo que te hace sentir seguro siempre, no es bueno.

—No dije que fuera para siempre —trato de mantener la vista enfocada en sus ojos. El azul intento de los mismos siempre consigue atraparme.

Ella es hermosa desde donde la veas, no sé si deba a su nariz más delgada de lo usual –que le sienta muy bien–, o de su extensa melena ondulada de un café oscuro, lo que realza lo ovalado de su rostro. Separadas estas cosas serían banales y sin chiste, pero combinadas en Meghan son perfectas.

Repaso con la vista aquellas zonas donde su pijama no cubre su delicada piel blanca mientras escucho sus quejas sobre mis bajos niveles de osadía. La situación es todo un ciclo en repetición. Siempre que tocamos el tema acaba de la misma forma. La acuso de querer irse, ella me acusa de nunca hacer algo desconocido, al final no llegamos a un acuerdo y todo se soluciona con una dosis de besos y sexo.

—Esta era tu oportunidad de salir de acá, no digo que sea la última, pero era una de las mejores —la chica me da una mirada tierna. Amo esa mirada, la forma en que sus ojos se ablandan un poco, frunce levemente sus labios y ladea la cabeza. Simplemente me encanta—, solo me preocupo por ti.

Sonrío ante lo que hace.

—Pues deja de hacerlo y mejor aprovechemos el poco tiempo que nos queda —digo mientras corto la distancia, para finalmente darle un beso.

Al principio es tierno, pero poco a poco la intensidad sube y se vuelve uno profundo y apasionado. Puedo notar la desesperación de ese beso, es como si fuera el ultimo. Ninguno de los dos desea que acabe. Es una necesidad la que se ha desarrollado.

Antes de percatarme, nos vamos inclinando poco a poco, mi cuerpo va quedando sobre el de ella. Siento la presión de nuestros cuerpos chocar cuando tocamos el colchón finalmente. Sus manos se aferran a mi espalda. Nuestros movimientos involuntarios de caderas empiezan.

AnárquicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora