Capítulo 10 (Parte 1)

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NA:  Hola, buenas. Decidí cortar el capítulo en dos porque sentía que era demasiado, pero es que pasan muchas cosas durante la fiesta y no creía conveniente resumir o recortar partes. Es mi favorito de los que llevo escrito hasta ahora, y creo que se debe en parte porque empieza a marcar varias subtramas que estarán presentes en las próximas partes, empezaremos a conocer ciertos lados ocultos de algunos personajes entre otras cosas. Así que espero les guste y pues a darle. //


La fraternidad está a rebosar.

Lo primero que noto al bajar del taxi es que la casa es enorme, tres plantas, estilo griego, grandes jardines y luces de todos los colores posibles iluminando el recinto. La gloriosa casa se divide del mundo mortal gracias a una cerca negra de metal, cuya puerta mide poco más de dos metros.

En la puerta se encuentran dos gorilas, ya saben, esos tipos que cuidan las entradas a los bares. Son muy altos y robustos, capaces de intimidar a cualquiera. Le están pidiendo a todos que muestren sus muñecas, pues la única manera de pasar las puertas de la cerca es teniendo una pulsera de papel naranja. Voy hacia ellos y les muestro la mía, que me he puesto en el taxi, uno de ellos solo limita a asentir, así que avanzo libremente.

La música se escucha hasta donde estoy. Una pareja empieza a quitarse la ropa mientras corren a la parte trasera, de seguro hay una piscina ahí. Veo a uno que otro miembro de equipo de la obra aún con los trajes, mientras que los demás se han cambiado. Yo lo he hecho.

Llevo mi chaqueta negra abierta, dejando visible el estampado de una rosa en llamas de mi camiseta negra. La parte inferior es totalmente negra, vaqueros rasgados y un par de botas.

Termino mi cigarrillo mientras camino a las puertas dobles de la mansión. Me recibe una chica que está por caerse de lo ebria, yo solo me limito a hacerme a un lado para que pase hacia el exterior.

El interior de la casa está saturado. Si así son sus fiestas exclusivas, no me quiero imaginar la cantidad de gente que asiste a las públicas.

Un dj toca sobre una pequeña tarima mientras las luces de discoteca impactan en cada rincón. Los miembros de la fraternidad resaltan, pues tiene puestas chaquetas con las iniciales de la misma. Pensé que los residentes de esta casa eran solo los amigos de Alex, pero hay alrededor de veinte personas portando ropa característica de su sociedad.

La gente está bailando a tope en el recibidor y el living, la música techno hace buen conjunto con el alcohol y otras sustancias. Esto último lo digo porque veo a Darren aspirando una delgada línea blanca de una mesa.

Necesito de eso.

Me muevo entre las personas, sin dejar de ver ni un rostro, caminando decidido hacia Darren y los otros desconocidos. Son dos chicos casi igual de altos que el rubio, pero son de cabello oscuro. Son iguales, por lo que deduzco que son gemelos.

—Dame una de esas —le digo al más alto al llegar junto a ellos.

Darren frunce el ceño levemente. Termina de inhalar bien y me sonríe.

—¿Qué te hace pensar que te daré un poco?

—¿Cuánto vale? Te daré lo que sea, porque, por si no lo sabes, tengo casi tanta plata como ustedes —no estoy de humor para ser político o educado.

—El dinero no es el problema, Cedric —ve a sus muchachos—. Esta es exclusiva para los miembros de la casa... y tú definitivamente no eres uno —me señala de pies a cabeza.

—Ni quien quiera estar en tu puta casa —me agacho y le soplo las líneas que le quedan. Le arrebato la bolsa que tiene en la mano y esparzo el contenido en el suelo.

AnárquicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora