Blaine entró a la casa con una leve sonrisa en el rostro. Chequeó alrededor y vio que Kurt no estaba por ningún lado, así que supuso que estaría en la habitación. Subió
las escaleras, y su sonrisa desapareció. El menor estaba sentado en el borde de la cama, rodeado de sus pajaritas. Los ojos del morocho se detuvieron por un segundo
en el cajón vacío de su cómoda, la expresión dolida de Kurt, y el sobre blanco que había en sus manos. El estómago se le retorció al encontrarse con los ojos aguados
de su novio.
Con expresión malhumorada se puso a juntar todas las pajaritas, y a meterlas con brusquedad en el cajón. Kurt no se movió ni un centímetro, y se limitó a observarlo.
- ¿Desde cuánto tocas mis cosas? – preguntó, enojado. El castaño permaneció en silencio, hasta que Blaine hubo metido todo dentro, y cerrado el cajón. El morocho se
quedó frente a él, con los brazos caídos a los costados. – Kurt…
- ¿Por qué no me lo dijiste? Recibiste esta carta en enero y estamos en agosto. – Subió la miraba, y la clavó en Blaine con enojo. - ¿En estos seis meses no pudiste
decirme que te habían aceptado? ¿Por qué la tenías escondida? Pensé… pensé que…
- Kurt. – Blaine se arrodilló frente a él, y se coló entre sus piernas, lo tomó del rostro, y lo obligó a que lo mirara a los ojos. – Kurt en enero no estábamos juntos, y no
quise poner más presión al contarte. Luego… luego tú viniste a vivir conmigo, y todo se volvió perfecto, y sabía que decirte iba a arruinar las cosas. La tenía escondida
porque no quería que lo supieras, por lo menos no por ahora. – Kurt soltó una lágrima, que fue rápidamente borrada con un beso de Blaine. – No pienso irme de aquí.
Me quedaré contigo, no te voy a abandonar.
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+ - El morocho lo abrazó y Kurt permaneció en silencio, devolviendo el abrazo con creces. Cerró los ojos y dejó que dos espesas lágrimas cayeran por su rostro. No, él no
tenía miedo de que Blaine se marchara a Nueva York y lo abandonara. Él tenía miedo de ser la razón por la cual Blaine no fuera, y el mayor, sin pretenderlo, se lo
acababa de confirmar.
16:00 P.M Miércoles.
Kurt y Blaine habían ido a la casa de Burt a buscar las últimas cosas que quedaban en su habitación. Luego de meter todo en el auto, Carole los había invitado para que
se quedaran a cenar, y ambos habían aceptado con gusto. Kurt permanecía más callado de lo normal, de vez en cuando miraba a Blaine con expresión culpable, y
seguido de eso sus ojos se llenaban de lágrimas, sacudía la cabeza como si quisiera deshacerse de un pensamiento molesto y soltaba un suspiro de derrota, volviendo
su vista al suelo.
El morocho lo había visto hacer lo mismo desde la noche anterior, cuando lo había encontrado con la carta de Julliard en las manos. Le había prometido que no se iba a
separar de él, pero eso no parecía haberlo convencido en absoluto, o por lo menos eso pensaba cada vez que Kurt hacía esos gestos. La cena de la noche anterior había
sido extrañamente silenciosa, y al irse a dormir Kurt no dejó que lo abrazara. Le había dolido, pero no había insistido ya que sabía que el menor debería de sentirse mal