7:00 A.M. Miércoles.
Kurt estaba de mal humor, tan simple como eso. Blaine no había apagado el maldito despertador y le había taladrado la cabeza hasta que se había levantado él para
apagarlo. La noche anterior se había olvidado de elegir la ropa que se iba a poner, y ahora tenía que cortar su cuidado de la piel para hacer un conjunto. Bajó las
escaleras con su mejor cara de perra, y fulminó la sonrisa de Blaine. El morocho frunció el seño al verlo tan enojado, pero no dijo nada. Kurt le agradeció mentalmente
eso, porque estaba seguro de que si abría la boca él lo iba a callar de manera desagradable. Lo peor que podían hacer era molestarlo cuando estaba enojado.
Abrió la puerta del baño de un tirón, y la cerró de un portazo. Soltó un bufido, sacudió la cabeza, y dio un paso. Su pie pisó la toalla, haciendo que se resbalara y cayera
el piso. No logró agarrarse con nada y su cabeza chocó contra el piso de forma fuerte.
- ¡¿Kurt?! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? – El menor apretó las manos en dos puños, se puso en pie, haciendo una mueca al sentir el dolor en su cabeza, agarró la toalla y
abrió la puerta del baño bruscamente. Blaine estaba en la puerta con cara de preocupación. - ¿Estás bien?
- ¡No! – le gritó. Le tiró la toalla en la cara, dándole un empujón brusco, haciendo que el morocho retrocediera unos pasos tambaleante. - ¡Tú y tu estúpida toalla me
tienen harto! ¡Me rompí la cabeza por tu culpa! ¡¿Tanto te cuesta colgarla?! – Lo empujó una vez más y salió hecho una furia escaleras arriba. Sintió los pasos de Blaine
seguirlo, pero no volteó a verlo. Abrió el armario, empezando a buscar algo que ponerse.
- Lo siento, déjame verte… - hizo una ademán de tocarlo, pero su mano fue desviada con un manotazo.
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+ - - ¡No me toques, Anderson! – Exclamó.
- ¡Solo trato de ayudar! – replicó el morocho. El castaño se volteó y lo encaró con cara de enojo.
- No quiero tu ayuda ¡Por tú culpa me golpee! – el mayor hizo una mueca, y bajó los ojos. – No te hagas el inocente. Te dije que me molestaba, y lo seguiste haciendo.
Ahora vete de aquí, estoy enojado y no quiero verte. – le gruñó. El morocho frunció el seño con enojo.
- Es un hábito que tengo desde siempre, y no voy a dejar de tenerlo de un día para otro. Y tampoco te hagas el perfecto, porque tú sabes perfectamente que no soporto
la luz cuando tengo sueño y a ti no te interesa mantenerla encendida mientras buscas un estúpido conjunto para el día siguiente, cuándo yo estoy cansado y tengo que
trabajar temprano.
- ¡Oh, por favor! Tú no sabes lo que es tener que levantarse todos los días y recibir un Slushie en el rostro al pisar el colegio, no sabes lo que es tener a Sue gritándote
en el oído con el megáfono mientras intentas mantener el equilibrio sobre una pirámide, no sabes lo que es quemarte la cabeza en una materia que no entiendes, y
sufrir por cada ejercicio que te sale mal. No todos somos unos muy ocupados actores, con un profesorado, una banda y un genio en cada puta cosa que haga. En lo
único que realmente destaco es en mi apariencia, y me gusta cuidarla.
- ¿Sabes qué? No, no sé lo que es que te tiren un Slushie en el rostro, pero sé lo que se siente ser golpeado hasta la inconsciencia mientras escuchas los gritos de dolor
