Papis, por favor, no lloren. En cuanto me desperté supe que no me quedaba mucho tiempo de vida. El doctor me explicó que papá no se separó de mí desde que me
internaron, y que los llamaría a ambos para que pudiéramos vernos una última vez.
Le dije que no. Perdónenme, pero no quería que el último recuerdo que tuvieran de mí fuera triste y horrible. Prefiero que me recuerden con vida, y no acostado en una
camilla de hospital. Fue mi decisión y de nadie más. Quiero que no se preocupen por mí, yo ya estaré lejos para cuando lean mi nota. No se sientan tristes, yo estoy
feliz. Me dieron algo que nunca tuve. Me dieron una gran familia a la que querer y por la cual ser querido. Gracias.
Quiero que se queden con mi libro favorito, y también con Pavorotti. El libro que estaba escribiendo era un regalo de cumpleaños para Kurt. Lo siento, quería pasar ese
día junto a ti, papi. Solo espero que mi libro te guste. Tal vez algún día puedas leérselos a vuestros hijos.
Me gustaría que mi cuerpo descansara en el lago al que fuimos la primera semana que pasé con Blaine. Kurt, tal vez nunca llegué a ser tu hijo legalmente, pero no
necesito unos papeles para que lo seas. Tú fuiste, eres y vas a ser mi padre, tanto como lo es Blaine. Por eso quiero que mi lápida tenga el apellido de ambos.
Espero que puedan estar juntos otra vez. Manden mis besos para la abuela, los tíos y la tía, y díganles que los quiero. No quiero que lloren, no me gusta verlos llorar.
Les prometo que siempre voy a estar con ustedes.
Los quiero con toda mi alma.
Su hijo, Leif Anderson-Hummel.
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+ - Blaine bajó la hoja y se aferró más al cuerpo de su novio. Kurt había estado llorando en silencio mientras leían la carta. El menor enterró su rostro en el cuello de
Blaine, y este lo abrazó por la cintura, sin importarle que Burt lo estuviera mirando desde la puerta, sin importarle nada. Lo único que le importaba en ese momento era
aferrarse a la persona que más amaba en el mundo y no dejarla ir. Ya no más. Ya quería dejar de pretender que todo estaba bien, cuando la realidad era otra.
Su mundo se había destruido. Toda la felicidad que había sentido en los últimos días se había evaporado como una voluta de humo. Quería desmayarse, perder el
conocimiento y huir a un mundo sin dolor, quería irse junto con Leif. Por eso se aferraba a Kurt. Él era su salvación, su ancla. Kurt lo traía a la realidad, él era el
recordatorio de los momentos felices, él era su felicidad. Cerró los ojos y se apretó a su cuerpo. Kurt lo abrazó más fuerte, ambos queriendo fundirse en el otro. Ambos
queriendo dejar de llorar, sin éxito. Ambos solo queriendo traer a su hermoso hijo de ojos azules de vuelta con ellos, sin poder hacerlo.
Escucharon como otros pasos se adentraban en la habitación. Blaine levantó la vista, y tuvo que parpadear varias veces para sacarse las lágrimas de los ojos, para así
poder ver. El doctor Robins, desconecto los aparatos, y una enfermera lo ayudó a extraer las finas agujas de las muñecas del niño. Kurt apartó la mirada, sin poder
soportar la idea de que Leif ya no estuviera con ellos. Se sentía temblar con descontrol, y lo único que lo mantenía con las suficientes fuerzas para no desmallarse eran