- Blaine ¿Dónde demonios estamos? – El morocho se limitó a sonreír con complicidad y no contestó. Kurt rodó los ojos y siguió viendo fascinado como el pasto de un
color verde imponente, junto con árboles y campos pasaban por su lado a gran velocidad.
El morocho lo había hecho despertarse a las cinco de la mañana, cosa que le ganó una buena patada por parte de un malhumorado Kurt, y lo había metido en el auto.
Ahora, unas cinco horas después, todavía no habían llegado a destino y el morocho seguía sin querer soltar a donde iban. El castaño se retorció las manos y estudió el
hermoso paisaje. El día no podía haber estado más hermoso. El sol brillaba en el cielo y apenas había una que otra nube.
El menor soltó un suspiro y volvió su mirada a Blaine, que tenía una leve sonrisa en los labios. Kurt no tardó en hacer el mismo gesto. Se inclinó y le dio un beso en la
mejilla. La sonrisa de Blaine se incrementó y desvió su mirada de la carretera por unos segundos para guiñarle un ojo.
El castaño se puso a responder los mensajes que lo felicitaban por su cumpleaños, tratando de no emocionarse por la sorpresa que Blaine le tenía preparada. Sabía que
era algo grande, hermoso y especial, ya que Blaine era así de cuidadoso con los regalos que le daba a él.
El morocho dobló y se internó en un camino de tierra. Kurt alzó las cejas y lo miró inquisitivamente, pero Blaine no dijo nada. Bufó y se cruzó de brazos, mirando a
través de la ventanilla el grupo de árboles que crecía a su alrededor. Abrió la boca para preguntar por millonésima vez en cinco horas a dónde demonios estaban yendo,
pero Blaine se adelantó.
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+ - - Shh. Ya llegamos. – señaló adelante, y el menor se quedó mudo.
Se veía como a lo lejos, en medio de un claro rodeado por un pequeño bosquecito, había una pequeña cabaña, hecha de piedras grises, y con el techo de madera. Se
veía que estaba en perfectas condiciones, rodeada de un pasto bajo e impresionantemente verde. Las enredaderas se incrustaban en las piedras de la casa, y llegaban
al techo, que tenía una capa de enredaderas verdes con flores blancas sobre la madera. Blaine lo miró de reojo y soltó una carcajada al ver sus ojos y su boca abiertos
de par en par.
- Se te va a meter algo si no cierras la boca. – Kurt sacudió la cabeza y se ruborizó levemente ante la insinuación en la voz de su novio. El morocho se metió en medio
de unos árboles, donde no había un camino, pero sí el espacio suficiente para que cupieran unos tres autos. Apagó el motor y lo miró con los ojos brillantes. – Feliz
Cumpleaños.
Kurt lo miró con una sonrisa, y no tardó en abalanzársele y comerle la boca salvajemente. Blaine gimió y se dejó besar, antes de separarlo ligeramente.
- Blaine – jadeó Kurt, tratando de recuperar el aliento. – Te dije que no quería regalos caros. Blaine no pudo evitar tirar la cabeza hacia atrás y soltar una carcajada.
- Eres incorregible. – sonrió y le acarició la mejilla con el pulgar. – No gasté nada, tonto. El terreno pertenecía a mi abuelo, y él se lo pasó a Cooper para que lo