10:00 A.M. Lunes.
Los ojos de Kurt estaban hinchados de tanto llorar, sentía frustración por no poder hacer nada más que esperar. Tenía rabia, y tristeza y sobre todo miedo. Miedo a
perder a alguien que ya era parte de su alma. Era como si el mundo a su alrededor se hubiese esfumado, debía hacer un gran esfuerzo por no desmallarse. Lo único que
lo conectaba con la realidad y lo sostenía, eran los fuertes brazos de Blaine a su alrededor, acunándolo contra su pecho, meciéndolos a ambos, mientras murmuraba
frases para convencerlo a él, y Kurt sabía que también para convencerse a si mismo.
- No llores amor, Leif va a estar bien.
Pero cada frase iba acompañada de unas gotas húmedas cayendo al pantalón del menor, dejando manchas oscuras sobre este, y la voz temblorosa y rota del tenor. El
castaño levantó la mirada del suelo y la clavó en la puerta de madera blanca que escondía a una de las personas más importantes en su vida. Cada vez que la puerta se
abría su corazón latía desbocado contra su pecho, pero al cerrarse tras un médico con cara preocupada, su corazón dejaba de latir por unos instantes, herido y
sangrante.
- No lo quiero perder... – su propia voz sonaba como una quejido, rasposa y quebrada.
- No lo vamos a perder. – El tono determinado de Blaine lo hizo levantar la mirada y clavarla en sus ojos color verde que estaban rojos. – Leif va a estar bien, Kurt. No
nos va a dejar vencer, te prometo que después de esto vamos a salir los tres a pasear por Westerville. - Kurt sonrió ligeramente, y dejó que dos cristalinas lágrimas
abandonaran sus ojos. Blaine se inclinó y las besó, limpiándolas con sus labios y por último uniendo sus bocas en un beso casto. – Debemos ser fuertes por él. No
podemos rendirnos. Hay que tener coraje.
Coraje.
No era la primera vez que escuchaba esa palabra salir de los labios de su novio, y tampoco era la primera vez que gracias a ella la esperanza, o la felicidad se instalaban
en su pecho. Blaine tenía razón, debían ser fuertes, demostrarles a todos que ellos seguirían creyendo en Leif hasta el último momento, debían tener coraje y afrontarlo
juntos. Como una familia.
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+ - Sus brazos se ajustaron más alrededor del torso del mayor, escondió su rostro en el cuello de este, y soltó un suspiro entrecortado. El morocho apoyó su cabeza sobre
la suya, y cerró los ojos. No importaba cuanto tiempo debían permanecer allí, hasta que no estuvieran completamente seguros de que Leif estuviera bien no se
moverían.
Unos diez minutos después los Warblers habían llegado con los rostros pálidos y los ojos rojos. Jeff se desmoronó al ver la cara de pena de los dos, y comenzó a llorar
sobre el hombro de Nick, quien lo abrazó y se limpió sus propias lágrimas con el dorso de la mano. Wes tenía la mirada perdida, y el semblante triste, su novia Megan
se había sentado al lado del menor y le acariciaba el muslo en tono de afecto. Thad tenía los ojos rojos e hinchados, se sentó sobre el suelo, con la cabeza apoyada en
